Las obsesiones

¿Quién no ha tenido alguna vez ideas o preocupaciones que de forma repetitiva le asaltan sin que sepa alejarlas para vivir sin su pernicioso influjo?
No son pocos quienes dudan sistemáticamente si han cerrado bien la puerta, desconectado el gas, apagado la luz... y vuelven una y otra vez a confirmar que, efectivamente, sí lo habían hecho. Otras personas ritualizan su vida cotidiana con manías como contar las baldosas de las cocinas o los peldaños de las escaleras, no pisar las rayas del suelo, retener las matrículas de los coches, ocupar siempre el mismo asiento en las reuniones o comidas, portar un objeto inútil en el bolsillo... Pero esto no son sino manifestaciones casi anecdóticas de unas costumbres que pueden convertirse en un verdadero problema psicológico. Todos tenemos hábitos que, a pesar de que merezcan el calificactivo de manías, consideramos normales. Pero cuando estos pensamientos o manías hacen sufrir nos encontramos con los trastornos obsesivo compulsivos. Las obsesiones son pensamientos que se repiten de forma insistente a pesar de la voluntad del individuo, y que escapan a su control.
Si los pensamientos obsesivos se convierten en gestos de conducta casi automática, devienen en compulsiones, acciones o manías que la persona se ve forzada a ejecutar para sentirse bien o, al menos, tranquila. Es consciente de lo absurdas e irracionales que son, pero se siente incapaz de eludirlas. Cuando las compulsiones se asocian entre sí, formando una cadena, se convierten en rituales patológicos.
Catálogo de rituales obsesivos
Casi siempre están relacionados con:
La limpieza. Quienes los padecen tiene pavor a quedar contaminados con lo que tocan o rozan y se lavan repetidamente las manos. Incluso llegan a evitar dar la mano o cualquier contacto físico en los saludos. Una motita de polvo en un mueble les parece algo horrible.
El orden. No soportan que alguna cosa se halle, siquiera temporalmente, fuera de su sitio. Incluso si ocupan su lugar debe ser en simetría o en conformidad con los ángulos de la mesa. Tampoco soportan que los demás no cumplan con esos cánones del orden compulsivo y las personas que conviven en la casa, sean adultos o no, habrán de cumplir estrictamente con las normas de orden y limpieza impuestas por el afectado por esta manía.
Comportamientos indecisos. Por ejemplo, comprueban una y otra vez cómo está la casa antes de cerrar la puerta. Y aun así, vuelven a entrar después de haber cerrado. Ante cualquier decisión, por nimia que sea, lo pensarán durante meses. Y, una vez adoptada, dudarán si fue acertada. Y reflexionarán incasablemente sobre si han hecho bien, o consultarán con otras fuentes.
Distinguir los pensamientos obsesivos
Todos tenemos manías, preocupaciones o pensamientos repetidos. Pero si la obsesión llega a dificultar o impedir las relaciones sociales, si la persona pierde libertad... nos hallamos ante un trastorno obsesivo compulsivo que puede requerir de la intervención de un especialista. Resultaría interminable enumerar las consecuencias que pueden acarrear los pensamientos irracionales en quienes los padecen y en quienes conviven con estas personas. El catálogo es muy amplio, desde los inconvenientes más triviales hasta los desenlaces más dramáticos. Y todo ello sólo por haber interpretado distorsionadamente la realidad. Ya en el siglo I, Epicteto, un filósofo estoico, afirmaba que «los hombres no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que hacen de ellas». En cualquier caso, lo interesante es saber cómo librarse de las obsesiones y hacer frente a estos pensamientos irracionales y distorsionados. Y, consecuentemente, cómo conseguir vencer a las conductas compulsivas.
La psicología científica, de la mano de autores como Ellis, Beck, Mahoney o Golfried, ha alumbrado la Reestructuración Cognitiva, una técnica psicológica cuyo objetivo es identificar, analizar y modificar las interpretaciones o pensamientos erróneos que las personas experimentan en determinadas situaciones o tienen acerca de otras personas.
Los pensamientos negativos
El pensamiento, en general, es un diálogo con nosotros mismos en el que terminamos haciendo afirmaciones sobre determinadas situaciones. Pueden ser positivos si nos hacen sentir bien y nos ayudan; o negativos, si nos originan emociones negativas o nos hacen sufrir. Serán racionales si se corresponden con lo que sucede objetivamente en la realidad, e irracionales si se alejan de lo que sucede.
Los pensamientos que causan más sufrimiento son los irracionales negativos. Describamos algunos:
Pensamiento filtrante. Se toman los detalles negativos y se magnifican, sin filtrar los aspectos positivos de la situación.
Pensamiento polarizado. El maniqueismo: las cosas son blancas o negras. La persona ha de ser perfecta; si no, es un fracasado. No hay término medio.
Sobregeneralización del pensamiento. Se extrae una conclusión general de un simple incidente. Si ocurre algo malo en una ocasión, se esperará que ocurra una y otra vez.
Interpretación del pensamiento. Creemos saber qué sienten los demás y por qué se comportan como lo hacen. Nos vemos capaces de adivinar lo que sienten los demás acerca de nosotros.
Visión catastrofista. Se vaticina, se espera y se teme irracionalmente, el desastre. El individuo se entera de un problema y empieza a decirse «¿y si ocurre que...?», «¿y si me sucede a mí?»
Personalización. Creemos que todo lo que la gente hace o dice es una forma de reacción hacia nosotros. Y nos comparamos con los demás, intentando determinar quién es más elegante, quién es más brillante, quién tiene aspecto más saludable.
Culpabilidad. Mantiene que los demás son responsables de su sufrimiento o adopta el punto de vista opuesto y se culpa a sí mismo de los problemas ajenos.
Cómo actuar ante los pensamientos irracionales negativos
Seamos conscientes de la influencia que tienen sobre nuestra conducta y emociones. Los pensamientos son esos monólogos que mantenemos con nosotros mismos interpretando la realidad que nos rodea y a nosotros mismos. Pero son sólo hipótesis a demostrar.
Identificar los pensamientos, determinar en qué medida son objetivas esas interpretaciones de la realidad, hasta qué punto son racionales. Y hasta qué punto son polizones que se han colado sin nuestro permiso y nos hacen sufrir sin razón. La alarma salta cuando nos producen emociones negativas como miedo, angustia o tristeza. Desenmascaremos entonces al polizón y examinémoslo sobre la racionalidad y la adecuación con la realidad.
Analizarlos, partiendo de que son sólo hipótesis a demostrar y que pensar algo no significa que sea cierto.
Cómo analizar si los pensamientos se ajustan a la realidad.
Qué datos objetivos de la realidad apoyan e invalidan ese pensamiento.
Con qué argumentos se defendería ese pensamiento ante otra persona.
Qué probabilidad existe de que suceda lo que se piensa.
Si lo tuviera otra persona, qué le diría yo para demostrarle que está en un error.
Es esa la única forma de interpretar la situación o existen otras.
Cómo analizar si influyen en los estados emocionales y en las conductas.
¿Me ayuda a conseguir mis objetivos?
¿Me hace bien o me hace daño?
¿Cómo influye en mi estado de ánimo?
¿Cómo influye en mi conducta?
Cómo analizar qué ocurriría si lo que se piensa fuera cierto.
Incluso si lo que pienso es correcto, ¿es realmente una catástrofe?
¿Qué consecuencias reales tendría para mí si ocurriera?
Si es así, ¿está justificado que me descomponga tanto?
Si lo malo ocurre, ¿será para siempre? ¿O algo temporal?

fuente: infoansiedad

El Misterio y las obsesiones de Disney



El Misterio y las obsesiones de Disney

No tengo ninguna prueba de lo que he de escribir en este artículo. Tal vez apueste por la especulación, la fantasía o simplemente asaltado por el ocio me dedique a deshacer el ovillo para encontrar el núcleo de un asunto asaz misterioso, enigmático y de patético alcance. Sin embargo, el vacío se cierne con pesada lentitud sobre un icono de la industria del entretenimiento de los Estados Unidos: Walt Disney.

La historia oficial de este personaje dice que nació en la ciudad de Chicago, el 5 de diciembre de 1901 y falleció en Los Ángeles el 15 de diciembre de 1966. En medio de esas dos fechas fundó junto con su hermano Roy, la Compañía Disney, corporación múltiple que genera impresionantes ingresos por el orden de los 30 mil millones de dólares al año.

Los principales insumos de esta compañía, como ya se sabe, es un parque de diversiones gigantesco y la producción cinematográfica, inocentes historietas sobre la vida de animales con tendencias humanas, ficciones y todo tipo de películas donde, por supuesto, la relación de los hechos responda a los intereses del sistema.

Pero existe una oscura leyenda no solo sobre los orígenes de este enigmático individuo, sino también sobre su vida personal, sobre sus vicios y sus obsesiones.

Según algunas fuentes, el emblemático productor y director estadounidense, no nación donde se ha dicho antes; es decir, en la ciudad de los vientos, Chicago, sino que vio su primera luz en un escondido pueblo del sur de España donde fue bautizado como José Elías Guirao Zamora.

Los mismos informantes, ante mi estupefacción, continuaron con su brumoso relato y contaron que la madre de José Elías (Walter Elías Disney), se hincaba ante las carencias y con famélica desesperación lo dio en adopción a una familia estadounidense que pasaba sus vacaciones por aquellos lugares de la hispana península.

Avasallada por la pobreza, no sintió tanto remordimiento por ver partir a su pequeño hijo, a la sazón de unos dos años, hacia un mundo desconocido, hacia lugares que ni siquiera podía pronunciar.

Los nuevos padres del futuro realizador vivían en Chicago. Cambiaron el nombre del pequeño José por uno con más vibración anglosajona. Entonces surge Walter Elías Disney o para las crónicas y los anales de la modernidad, simplemente Walt.

Hasta aquí la primera parte de la leyenda, de la oscura relación de los hechos que nos ubican ahora en la vida adulta del creador del universo infantil más fantasioso de la historia, de los personajes más alegres y queridos de los niños y niñas de todo el mundo.

En este momento vemos a Walt con 24 años. Es el 25 de julio de 1925 y está junto a la mujer de la cual se ha enamorado. Frente a ellos el juez que los ha de casar. Ella se llama Lilian Bounds. Poco se sabe de ella, tan solo que fue una mujer de temperamento tenaz y tolerante.

Al salir del recinto, los nuevos esposos se dirigen hacia Los Ángeles donde habrían de pasar la luna de miel. Tomaron un tren que sería recorrido nerviosamente por Walt vagón por vagón, en una desquiciada y frenética expresión de neurosis, todavía sin declarar, sin diagnosticar.

Se dice que al caer la noche y estar junta la pareja en su habitación, champaña de por medio, cama con sábanas de seda, rojos cortinajes hasta el embaldosado, Disney no pudo consumar el acto matrimonial. No tuvo solvencia en sus gónadas para cumplir con su deber en el tálamo nupcial. Oscura su respuesta, se dice, cuando para excusarse dice a Lilian que lo taladraba un feroz dolor de muelas.

¿Entendería la esposa que esta reacción formaba parte del desequilibrio de su marido, saturado de pánico, abordado por el miedo ante la nueva situación personal con carácter de intimidad que enfrentaba?

Los mismos informantes nos han dicho que para, supuestamente, soportar los espuelazos del dolor de muelas, Disney se pasó la mayor parte de la noche lustrando obsesivamente sus zapatos, hasta que rendido al llegar la madrugada se desmoronó como un fardo sobre un sillón.

Quien llevó alegría a generaciones de niños y niñas, solía caer en profundos abismos de tinieblas depresivas. En esos momentos, ignoraba a Lilian, se metía en su oficina y clausuraba la puerta, ajeno al mundo, distante de la realidad. Al concluir los embates de la crisis, Disney se asomaba con cautela a la puerta, miraba en derredor y la suerte le acompañaba y nadie osaba deformar la simetría del recinto, se deslizaba con precaución hacia su escritorio.

Cuando dibujaba o escribía estaba tan absorto en su universo que no se percataba de la presencia de Lilian, la única persona que traspasaba las barreras prohibidas. Entonces era cuando el bonachón y sonriente Disney, se convertía en un feroz depredador emocional y lanzaba todo tipo de denuestos contra su mujer, quien arrasados los ojos por las lágrimas, se lanzaba en rauda carrera hacia cualquier sitio distante.

En la jornada de trabajo mostraba a la fervorosa fiera e injuriaba a quienes tenían la soberbia iniciativa de quebrantar sus reglas, las que eran aceptables: no consumir alcohol y no decir palabrotas.

Era un patrón intolerante que lanzaba a la calle a quienes cometían el más nimio error, sobre todo si el empleado cometía el elemental y sacrílego error de verlo sometido por los efluvios del alcohol y avasallado por la ira que le hacían maldecir cualquier cosa.

Fue un hombre obsesivo, maniático, dipsómano e inseguro. Tenía serios problemas de identidad y en ocasiones, según mis fuentes, olvidaba quién era. Quizás por haber conocido sus humildes orígenes y lo frágil que se le presentaba su vida ante esta caja de Pandora abierta.

Además de sus prolongadas temporadas al borde del precipicio del dolor, sumergido en las fauces de la depresión, Disney deliraba sobre secretas actividades de espionaje a favor de los nazis.

Dicen que por aquellos tiempos de fervor anticomunista, el FBI le hizo creer que grupos de comunistas conspiraban contra el país y lo convenció de espiar a sus colegas. En este momento surge toda la leyenda arriba descrita. Edgar Hoover convence a este hombre atormentado de que no era estadounidense y que para ganarse la confianza del gobierno debería colaborar en todo lo que se le pidiera. Entonces, lo cita a su despacho y le muestra la foto de una mujer de oscuros ojos y trenzas sedosas, con un vestido de opaca tela que le mira desde una habitación desnuda y visiblemente húmeda y trabajada por la pobreza.

Le dice que esa es su madre y que su nombre era Isabel Zamora, muerta hacía tiempo en algún remoto villorrio español. Después de salir Disney, el jefe de la agencia federal sonríe con malicia y dice a su asistente: "el mundo gusta de ser engañado, así que engañemosle".

NATURALEZA


NATURALEZA
Salkovskis y Kirk (1989) presentan el siguiente caso de un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC): “Una paciente tenía el pensamiento (obsesión) de que podía transmitir el cáncer a su fami-lia y fregaba sus manos (compulsión) con desinfectante hasta 40 veces al día de 5 a 20 minutos cada vez. Sabía que el cáncer no se transmite por contacto (aunque no podía estar 100% segura) y la mayoría del tiempo se daba cuenta de que su lavado era inútil y perturbador. Sin embargo, cuando tenía la obsesión, experimentaba ansiedad y malestar, y sólo lavándose podía tener la cer-teza de no hacer daño a su familia. Su lavado era estereotipado e implicaba el fregado de cada dedo y parte de la mano en un orden estricto (si no, tenía que repetir el lavado) y empleando mo-vimientos afectados y estereotipados”. Otro ejemplo de obsesiones y compulsiones puede verse en la tabla 1.
Según el DSM-IV (American Psychiatric Association, 1994), los criterios para poder hablar de trastorno obsesivo-compulsivo son:
a) Presencia de obsesiones o compulsiones recurrentes.
b) Estas son lo bastante graves como para producir pérdida de tiempo (más de una hora dia-ria), malestar acusado o deterioro significativo en el funcionamiento de la persona.
c) En algún momento en el curso del trastorno la persona (excepto en el caso de los niños) ha reconocido que sus obsesiones o compulsiones son excesivas o irrazonables.
d) En el caso de que otro trastorno del Eje I esté presente, el contenido de las obsesiones o compulsiones no está limitado a él (p.ej., preocupación por la comida en un trastorno ali-mentario, arrancarse el pelo en la tricotilomanía, inquietud por la apariencia en el trastor-no dismórfico corporal, preocupación por las drogas en el trastorno de consumo de sus-tancias, preocupación por tener una enfermedad grave en la hipocondría, preocupación por deseos o fantasías sexuales en una parafilia, o rumiaciones de culpa en el trastorno depresivo mayor).
e) El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p.ej., dro-gas, fármacos) o a una condición médica general (American Psychiatric Association, 1994). Una explicación detallada de estos criterios aparece en la tabla 2.
Los Criterios Diagnósticos de Investigación de la CIE-10 (Organización Mundial de la Salud, 1994/2000) para el trastorno obsesivo-compulsivo distinguen obsesiones de compulsiones en fun-ción de si se trata de pensamientos, ideas o imágenes (obsesiones) o actos (compulsiones). En cambio, el DSM-IV establece esta diferencia dependiendo de si el pensamiento, idea o imagen
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produce ansiedad o malestar, o si previene o reduce dichos síntomas. Por lo tanto, según el DSM-IV, pueden existir compulsiones de tipo cognitivo, que serían consideradas obsesiones según la CIE-10. Además, los criterios diagnósticos de la CIE especifican una duración mínima de los sín-tomas de por lo menos 2 semanas. En tercer lugar, debe haber al menos una obsesión o compul-sión que el paciente reconoce como excesiva o irracional. Cuarto, debe haber al menos una obse-sión o compulsión que es resistida sin éxito, aunque haya otras a los que la persona ya no se resis-ta. Por último, en vez de la poca conciencia de trastorno, se especifica si predominan las obsesio-nes, las compulsiones o si ambas son igualmente intensas.
El grado de concordancia entre el DSM-IV y la CIE-10 es sólo moderado. En el estudio de Andrews, Slade y Peters (1999), sólo el 64% de los casos con un diagnóstico positivo según uno de estos sistemas tuvo un diagnóstico positivo en ambos sistemas.
Las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que son experimentados (al menos inicialmente) como intrusos e inapropiados (egodistónicos) y que cau-san ansiedad o malestar acusados. Aunque la persona considera que las obsesiones no son el tipo de pensamientos que esperaría tener, reconoce que son el producto de su propia mente (aunque involuntarias) y que no vienen impuestas desde fuera, como ocurre en la inserción de pensamien-to. La frecuencia y duración de las obsesiones varían mucho entre pacientes; algunos informan de dos o tres obsesiones por día que duran largo tiempo cada una de ellas, mientras que otros infor-man de múltiples ocurrencias obsesivas al día, pero de breve duración.
Los contenidos más frecuentes de las obsesiones tienen que ver con la contaminación (p.ej., al dar la mano o tocar ciertas cosas o sustancias), dudas repetidas (p.ej., sobre si se ha cerrado el gas o la puerta o si se ha atropellado a alguien) e impulsos de carácter agresivo u horrendo (p.ej., hacer daño o matar a un hijo o proferir obscenidades en una iglesia). Estas obse-siones implican hacerse daño a sí mismo o causar daño a otros. Otras obsesiones hacen referencia a la necesidad de tener las cosas en un orden determinado (lo que lleva a un intenso malestar ante cosas desordenadas o asimétricas), contenido religioso (p.ej., pensamientos blasfemos), imáge-nes sexuales (p.ej., una escena pornográfica) y acumulación. El problema principal de algunos pacientes son las rumiaciones obsesivas: pasar larguísimos periodos de tiempo pensando de for-ma improductiva sobre cualquier asunto tal como una cuestión filosófica, religiosa o familiar. La tabla 3 presenta la frecuencia de diferentes obsesiones en niños y adolescentes.
La mayoría de las obsesiones implican la anticipación de consecuencias negativas si uno se expone a las situaciones que desencadenan aquellas y/o no lleva a cabo alguna acción protectora (compulsión). Ejemplos son contraer una enfermedad, provocar una explosión o un incendio, con-tagiar a alguien, atropellar a un niño, provocar un daño no especificado a alguna persona, matar realmente a alguien, ser castigado por Dios, ir al infierno. Conviene señalar que una obsesión no siempre implica miedo a un daño específico; un tercio de los pacientes informan sólo de una no-ción vaga de daño (“algo malo le sucederá a mi hijo”) o dicen experimentar simplemente un malestar que no pueden tolerar si no llevan a cabo el ritual. Así, un paciente puede experimentar un intenso malestar ante cosas desordenadas o asimétricas sin anticipar consecuencias nocivas por el estado de desorden; mientras que otro paciente puede pensar que si no ordena o pone bien las cosas, él o su familia sufrirán un accidente.
Las obsesiones no son simplemente preocupaciones excesivas sobre problemas cotidianos o de la vida real (p.ej., laborales, académicos, sociales, económicos) y, de hecho, no suelen estar relacionadas con problemas de este tipo. A diferencia de las obsesiones, las preocupaciones tienen que ver con problemas de la vida cotidiana y son egosintónicas (American Psychiatric Associa-tion, 1994; para más información, véase Turner, Beidel y Stanley, 1992). Las rumiaciones de-presivas tampoco son obsesiones; las primeras son ideas pesimistas sobre sí mismo y el mundo y, a diferencia de las obsesiones, no hay intentos para ignorarlas o suprimirlas.
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El paciente con obsesiones intenta pasarlas por alto o suprimirlas o bien neutralizarlas con algún otro pensamiento o acción, es decir, con alguna compulsión. Las compulsiones son conduc-tas (p.ej., lavarse las manos, ordenar, comprobar) o actos mentales (p.ej., rezar, contar, repetir palabras o pensamientos en silencio, repasar mentalmente acciones previas, formar contraimáge-nes) repetitivos que la persona se siente impulsada a realizar en respuesta a una obsesión o de acuerdo con reglas que deben ser aplicadas rígidamente (p.ej., llevar a cabo una acción, como vestirse o lavarse, de acuerdo con estrictas reglas propias y sin que se pueda explicar por qué se llevan a cabo). La mayoría de autores emplean el término ritual como sinónimo de compulsión, aunque otros los distinguen; así, según Botella y Robert (1995), los rituales son compulsiones manifiestas o encubiertas que siguen un patrón rígido y una secuencia de pasos o etapas con un principio y un final bien definido.
Las compulsiones están dirigidas no a proporcionar placer, sino a prevenir o reducir el males-tar (o el aumento de este) o a prevenir algún acontecimiento o situación temidos (p.ej., consecuen-cias desastrosas como matar al alguien o ir al infierno); sin embargo, no están conectadas de for-ma realista con aquello que pretenden neutralizar o prevenir o bien son claramente excesivas. Así, el paciente obsesionado con contaminarse puede lavarse las manos decenas de veces; el que tiene dudas de haber apagado el gas puede comprobar la llave cada pocos minutos; y al que le asaltan pensamientos blasfemos indeseados puede contar de 7 en 7 hasta 1.000 por cada pensamiento (American Psychiatric Association, 1994). Aunque el 90% de las compulsiones van dirigidas a reducir el malestar o prevenir un daño, el 10% no se relacionan con las obsesiones según autoin-formes de los pacientes (Foa y cols., 1995, citado en Kozak y Foa, 1997).
Conviene enfatizar que las compulsiones pueden ser no sólo conductas motoras, sino también acciones encubiertas tales como repetirse internamente cosas (p.ej., una oración o la expresión “no lo haré”), repasar mentalmente lo que uno ha hecho para asegurarse de que no se han cometi-do errores o acciones inmorales, contar en silencio o formar contraimágenes (p.ej., imaginarse a la familia sana y salva). Es más, estas acciones mentales neutralizadoras pueden ser topográfi-camente idénticas a la obsesión, aunque con una finalidad diferente (neutralizar el malestar o acontecimientos temidos). Así, una persona con la obsesión de que alguien le atacará, puede neu-tralizarla repitiendo este pensamiento un número determinado de veces. Y otra obsesionada con que ha podido hacer algo malo (p.ej., enviar una carta comprometedora), puede repasar varias veces sus acciones para asegurarse de que no lo ha hecho. Hasta el 50-60% de los casos con TOC en estudios epidemiológicos presentan obsesiones sin compulsiones manifiestas. Las compulsio-nes mentales parecen más frecuentes en pacientes que presentan obsesiones de contenido religio-so, agresivo o sexual (Abramowitz y cols., 2003).
Por orden, las compulsiones más frecuentes implican en primer lugar lavarse/limpiar y com-probar; luego, rituales mentales, repetir acciones, pedir o exigir certeza, ordenar, acumular y con-tar. Es más probable que estas compulsiones ocurran en casa que en presencia de compañeros o extraños. En niños y adolescentes los rituales más frecuentes son lavarse, repetir acciones, com-probar, tocar, contar y ordenar (véase la tabla 3). Estos no suelen ser egodistónicos, por lo que los niños no suelen solicitar ayuda por sí mismos. Los problemas para concentrarse pueden conducir a una disminución del rendimiento escolar (American Psychiatric Association, 1994; Bragado, 1994).
Junto a las obsesiones y compulsiones se da una evitación de las situaciones que facilitan el surgimiento de las obsesiones correspondientes. En las obsesiones de contaminación pueden evitarse los aseos públicos o estrechar la mano o, incluso, salir a la calle y recibir visitas; en las de hacer daño a los hijos, quedarse sólo con ellos o tener cuchillos de cocina en casa; en las de atro-pellar a alguien, conducir. En ocasiones, la evitación es más sutil: conducir sólo cuando hay poca gente por la calle, limitar el tiempo que se permanece fuera de casa para no tener que usar váteres
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públicos, abrir las puertas con el codo, llevar calcetines sin goma para no tocarse los pies al qui-társelos, etc. Es fácil encontrar sentimientos de culpa y un sentido patológico de la responsabili-dad.
Algunos de los ejemplos de obsesiones, compulsiones y conductas de evitación más co-munes se presentan a continuación clasificadas por temas (Cruzado, 1998; Salkovskis y Kirk, 1989; Steketee, 1999).
- Contaminación. Obsesiones sobre sufrir daño o contagiar a otros por contacto con sus-tancias que se piensa son peligrosas, por ejemplo, suciedad, gérmenes, orina, heces, san-gre, semen, secreciones vaginales, animales, productos de limpieza para el hogar, radia-ción, etc. Compulsiones típicas son lavarse o ducharse concienzudamente, desinfectarse, limpiar cosas, buscar tranquilización. Además, se tiende a evitar el contacto con los obje-tos contaminados (p.ej., bolsas de basura, personas con ciertas enfermedades, hospitales, lavabos públicos, pomos de puertas) y aparecen conductas defensivas como coger las co-sas con guantes, abrir las puertas con los codos o pedir a otros que manipulen los objetos considerados contaminados. Un ejemplo concreto es que si una persona tiene la obsesión “el peine del peluquero tiene el virus del SIDA”, puede llamar al doctor, comprobar el cuerpo para los síntomas del SIDA, lavarse las manos y el cabello y esterilizar todas las cosas que los demás puedan tocar.
- Daño accidental no debido a contaminación o violencia física; por ejemplo, accidente, enfermedad. Obsesiones sobre dejarse la llave del gas o la puerta de casa abierta, un fue-go encendido o aparatos eléctricos conectados; haber atropellado a alguien; hacerse daño con un objeto afilado; escribir cosas comprometedoras; pensar que a un familiar le ocurri-rá algo grave; pensar que se pondrá veneno o cristales en la comida. Compulsiones: com-probar repetidamente la llave del gas, puerta, quemadores o aparatos (en ocasiones la comprobación puede ser mental); telefonear a hospitales o policía, rehacer la ruta, com-probar golpes o marcas en el coche, leer los periódicos al día siguiente; observarse dete-nidamente para comprobar si se está herido; comprobar repetidamente lo escrito; telefo-near, repetir ciertas jaculatorias, caminar de determinada manera o tocar ciertos objetos; revisar la comida. Los pacientes creen que si no realizan las comprobaciones, se produci-rá una catástrofe de la que serán responsables.
- Violencia física hacia sí mismo u otros por parte de uno mismo u otros. Obsesiones sobre tirarse al tren, matar a un hijo con un cuchillo, ahogarlo con una bolsa de plástico, apalizar a un amigo, tirar a alguien por una ventana o al tren, imágenes de asesinatos o cuerpos desmembrados. Compulsiones: pensar repetidamente que no se quiere morir, buscar tranquilización, comprobar que no se ha causado ningún daño, formar una contra-imagen. Conductas de evitación: no acercarse a las vías hasta que el tren esté parado, no quedarse solo con la persona a la que se puede dañar, ocultar cuchillos y bolsas de plásti-co, tener sólo cuchillos de plástico.
- Conducta socialmente inaceptable. Obsesiones sobre proferir o escribir obscenidades o insultos, decir algo poco respetuoso sobre una persona fallecida, robar, engañar, mentir. Compulsiones: intentar mantener el control de la conducta, preguntar a otros si uno se comportó adecuadamente en una situación dada, confesar conductas inaceptables que no se han hecho. Conducta de evitación: no acudir a situaciones sociales.
- Sexo. Obsesiones sobre órganos sexuales, actos sexuales indeseados (cometer una viola-ción, exhibirse, abusar de niños), dudas sobre la propia orientación sexual. Compulsio-nes: intentar sacar de la mente los pensamientos sexuales, pensar en otras cosas, recordar-se experiencias heterosexuales cuando asalta la obsesión de homosexualidad, realizar un
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ritual mental (p.ej., contar de 1 a 10 y de 10 a 1 cien veces). Conductas de evitación: no quedarse solo con personas del sexo preferido.
- Religión. Obsesiones: pensamientos o imágenes blasfemos (p.ej., “voy a ofrecer mi co-mida al diablo”, verse haciendo el amor con Jesucristo), pensamientos de ser castigado, dudas religiosas. Compulsiones: rezar, buscar ayuda religiosa o confesarse, hacer peni-tencia, pensar una frase que contrarreste la obsesión (p.ej., ofrecer otras cosas a Dios), formar una contraimagen de adoración a Jesucristo.
- Acumulación. Obsesiones sobre tirar cualquier cosa valiosa o cosas aparentemente poco importantes que puedan necesitarse en el futuro, sobre provocar un daño o cometer un error si se tiran ciertas cosas o sobre escrúpulos morales por malgastar. Compulsiones: acumular gran cantidad de objetos tales como revistas, facturas, apuntes, ropa, etc. que pueden llegar a llenar la casa e incluso otros lugares. La persona evita deshacerse de los objetos acumulados, que son de poco uso o valor, y puede tardar varias horas antes de decidirse a tirar algo. De un 20% a un 33% de los pacientes con TOC presentan conduc-tas de acumulación. Frost y cols. (2004) citan varias investigaciones según las cuales la acumulación puede no ser sólo un síntoma del TOC, sino un trastorno aparte en el que las personas no presentan otros síntomas del TOC.
- Orden, simetría, exactitud. Obsesiones sobre que las cosas deben estar en el sitio ade-cuado y/o simétricamente colocadas, la lectura perfectamente comprendida, la escritura perfectamente hecha, las palabras empleadas con precisión y las acciones realizadas del modo correcto de acuerdo con una secuencia o número particular; por ejemplo, “si no limpio mis dientes del modo correcto, tendré que hacerlo otra vez hasta que lo consiga”. Compulsiones: ordenar los objetos de una manera determinada, comprobar mirándose o midiendo que las partes del cuerpo son simétricas, leer con lentitud o volver a leer lo ya leído, repasar y reescribir lo escrito, preguntar sobre lo que se ha dicho, seguir una se-cuencia estricta a la hora de hacer algo como cocinar o limpiar, repetir la acción un “buen” número de veces, repetirla hasta que parezca bien.
Esto último puede conducir a la lentitud compulsiva, que es especialmente difícil de tratar. Actividades cotidianas como levantarse de la cama, asearse y vestirse pueden lle-var horas debido a la necesidad de seguir un orden programado, llevar a cabo comproba-ciones mentales y repetir las acciones que no se han realizado “bien”. La lentitud es se-lectiva, afecta a ciertas acciones, pero no a otras. Cuando hay órdenes directas o grabadas para realizar las acciones, no se produce el enlentecimiento, pero los efectos no se man-tienen.
- Muerte. Obsesión: Imágenes de seres queridos muertos. Compulsión: Imágenes de las mismas personas vivas. Conductas de evitación: No hablar de temas de muerte, leer al respecto o visitar sitios relacionados.
- Tema somático. Obsesiones sobre tener una enfermedad (cáncer, SIDA, problemas car-díacos) o algún defecto imaginado en alguna parte del cuerpo a pesar de opiniones con-trarias. Hay que establecer aquí el diagnóstico diferencial con hipocondría y trastorno dismórfico corporal. Compulsiones: Pedir a médicos y amigos que aseguren que no se tiene la enfermedad, autoobservarse (p.ej., tomarse el pulso o la temperatura), comprobar la apariencia en el espejo.
- Sin sentido (frases, imágenes, melodías, palabras, series de números carentes de senti-do). Por ejemplo, una persona que oye internamente la melodía de un programa deportivo de TV mientras lee puede repetir la acción hasta conseguir leer el mismo trozo sin escu-
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char la melodía.
- Temas diversos: a) Necesidad de recordar cosas poco importantes (matrículas, números antiguos de teléfonos, eslóganes), b) pensamientos de perder cosas, c) obsesiones sobre sonidos o ruidos (relojes, voces, etc.).
Otras compulsiones a mencionar son las de: a) contar: el paciente se ve impelido a contar numéricamente cosas como los libros de una biblioteca o las baldosas que va pisando por la calle, o el número de veces que realiza una actividad como lavarse las manos; y b) tocar: impulso de tocar superficies rugosas o calientes o de rozar a otras personas o tocarlas suavemente.
Las obsesiones y compulsiones suelen clasificarse empíricamente en distintas dimensiones (p.ej., contaminación/lavado, comprobación, orden/simetría, acumulación), lo que sugiere que el TOC puede no ser un trastorno único, sino un espectro de síndromes potencialmente coinciden-tes.
Algunas actividades como comer, jugar, consumir sustancias o practicar sexo son etiqueta-das de compulsivas cuando se llevan a cabo en exceso. Sin embargo, no son auténticas compul-siones porque la persona obtiene placer de las actividades y puede desear resistirse a las mis-mas sólo a causa de sus consecuencias nocivas.
Con relación a las obsesiones-compulsiones de limpieza, Rachman (1994, citado en Botella y Robert, 1995) ha hecho una interesante distinción entre tres problemas diferentes: polución mental (ansiedad ante la suciedad no sólo externa, sino también “interior”), ansiedad ante la su-ciedad (en general por contacto físico) y ansiedad ante la enfermedad. En un fino análisis, Rach-man destaca las similitudes y diferencias entre los tres problemas en diversos aspectos: desenca-denantes, afecto experimentado, amplitud de la amenaza (a cuántas personas afecta), tipo de ame-naza (inmediata/demorada, catastrófica o no), facilidad de invalidación de las creencias, evitación, tratamiento a elegir y facilidad de retorno del miedo. El primer problema es el más difícil de tra-tar. Un artículo más reciente sobre el miedo a la contaminación es el de Rachman (2004).
La mayoría de los pacientes con TOC presentan más de un tipo de obsesión y compulsión (el 60% de los casos clínicos). Además, la inmensa mayoría presentan tanto obsesiones como com-pulsiones (internas o externas) y al menos la mitad presentan compulsiones manifiestas. Sólo el 2% tienen obsesiones puras, sin rituales externos o internos. El 90% de las compulsiones se llevan a cabo en respuesta a las obsesiones, mientras que el 10% restante no se perciben relacionadas con una obsesión. La existencia de compulsiones sin obsesión precedente ha recibido dos explicacio-nes: a) La compulsión (p.ej., comprobar si se ha cerrado bien el coche) previene la aparición de la obsesión (Cruzado, 1998). b) Este tipo de compulsiones suelen ser de larga evolución y estereoti-padas y además muy eficaces, por lo que han llevado a la desaparición de las obsesiones y ansie-dad subsecuente, que sí existían al principio del trastorno (Salkovskis, 1985). Es de esperar que los pacientes con este tipo de compulsiones presenten poca resistencia a las mismas y experimen-ten poco malestar al realizarlas, aunque sí cuando se previene su ocurrencia.
Lee y Kwon (2003) han agrupado las distintas categorías de obsesiones en dos subtipos –autógenas y reactivas– que difieren en una serie de características, en la valoración o significado que se otorga a las mismas y en las estrategias de control subsecuentes. Los autores presentan datos obtenidos de población universitaria para apoyar su propuesta, aunque se requerirán datos con poblaciones clínicas. A continuación se describen los dos subtipos:
- Las obsesiones autógenas tienden a aparecer súbitamente y es relativamente difícil iden-tificar los estímulos que las disparan, son percibidas como egodistónicas, irracionales y aversivas, e incluyen pensamientos/impulsos/imágenes sexuales, agresivos, blasfemos e
TOC - 8
inmorales. Cuando se pueden identificar los estímulos disparadores, estos están conecta-dos con las obsesiones de modo asociativo o simbólico en vez de realista y lógico, tal como ocurre en el otro tipo de obsesiones. Ante las obsesiones autógenas, las personas exageran la importancia de las mismas (consideran que pensar eso es tan malo como hacerlo y/o que indica que se es una persona terrible) y consideran fundamental contro-larlas. Como estrategias de control predominan la detención del pensamiento, distracción, contraimágenes, otras compulsiones internas (rezos, contar números) y autocastigo.
- Las obsesiones reactivas son disparadas por estímulos externos identificables, son perci-bidas como relativamente realistas y racionales como para hacer algo respecto al estímulo disparador, e incluyen pensamientos sobre contaminación, suciedad, errores, accidentes, asimetría, desorden y pérdida de cosas consideradas importantes. Ante este tipo de obse-siones, las personas exageran su responsabilidad en la producción y prevención de conse-cuencias negativas. Las estrategias de control predominantes suelen ser compulsiones manifiestas de lavado, comprobación orden acumulación, etc.
Para que pueda diagnosticarse el TOC, la persona ha tenido que reconocer en algún momen-to que sus obsesiones o compulsiones son excesivas o irrazonables. Esto no se aplica a los ni-ños porque puede que no posean suficiente capacidad cognitiva para hacer tal reconocimiento. Sin embargo, incluso entre los adultos existe una gran variabilidad al respecto. Algunas personas tie-nen poca conciencia de que sus obsesiones y compulsiones son excesivas e irrazonables, mientras que en otros esta conciencia puede depender del momento y situación; así, un paciente puede re-conocer como irrazonables sus comprobaciones de si ha atropellado a alguien cuando está en la consulta, pero no cuando está conduciendo. En aquellas ocasiones en las que un paciente intenta resistirse a una compulsión que ve como irrazonable, la ansiedad puede incrementarse de tal ma-nera que se ve impulsado a llevar a cabo la compulsión con el consiguiente alivio temporal de la ansiedad. Tras sucesivos fracasos en resistirse a las obsesiones o compulsiones, la persona puede claudicar ante ellas, no volver a experimentar el deseo de resistirse e incorporar las compulsiones en sus rutinas cotidianas.
Por otra parte, cuando un paciente tiene poca conciencia de que sus obsesiones son excesivas o irrazonables (lo cual se ha constatado hasta en el 25-30% de los casos; Foa, 2004; Kozak y Foa, 1997), puede decirse que está en el límite entre las obsesiones y los delirios. Las obsesiones serían entonces ideas sobrevaloradas, esto es, ideas persistentes e irrazonables que son mantenidas con menos intensidad que las ideas delirantes (se acepta la posibilidad de que puedan no ser ciertas). La presencia de ideas sobrevaloradas está asociada a un peor pronóstico cuando se encuentran cerca del extremo delirante (5% de los casos), pero en los demás casos hay que tener en cuenta que la conciencia sobre la irracionalidad de las obsesiones es menor cuando se está muy ansioso y mejora cuando la ansiedad se reduce.
Conviene tener en cuenta que fenómenos similares a las obsesiones y compulsiones son relativamente frecuentes en la población general (Freeston y cols., 1991; Muris, Merckelback y Clavan, 1997; Rachman y de Silva, 1978, citado en Steketee, 1999). Piénsese, por ejemplo, en los pensamientos desagradables que a veces nos asaltan, en las supersticiones (tocar madera, cruzar los dedos, llevar un amuleto en situaciones difíciles como los exámenes, repetirse cierta frase), en los pensamientos utilizados para neutralizar otros pensamientos, en las conductas repetitivas de comprobación, lavado y orden y en los rituales deportivos (vestirse en un determinado orden, to-mar bebidas que dan suerte antes del partido, saltar al campo pisando con determinado pie, santi-guarse, etc.); véase también la tabla 4. Muchas de las cogniciones intrusas en población general tienen que ver con los siguientes temas: salud personal, experiencias embarazosas o dolorosas, conducta sexual personalmente inaceptable, agresión y daño, amigos o familiares sufriendo un accidente y amigo y familiares sufriendo una enfermedad.

obsesiones


en el lenguaje cotidiano empleamos a menudo expresiones como
“obsesivo”, “perfeccionista” o “maniático” para referirnos a formas
de comportarnos que pueden ser problemáticas y causarnos gran
malestar. La idea transmitida por esas expresiones es que el comportamiento,
que sería normal en otras circunstancias, ha llegado a un
extremo que parece anormal. Por ejemplo, es deseable mantener
ciertas precauciones para no contaminarse o no contraer enfermedades,
sin embargo, a primera vista, parece excesivo tener que lavarse
las manos 50 ó 100 veces al día. Otro ejemplo: es normal que, hasta
cierto punto, nos puedan asaltar dudas sobre si hemos cerrado bien
o no la puerta de casa o la llave del gas, sin embargo podría ser
anormal comprobar 25 veces si hemos cerrado bien la puerta de casa
y que persista la duda en nosotros. Estos son algunos ejemplos, entre
los muchos que existen, de los síntomas de un trastorno de ansiedad
que denominamos trastorno obsesivo compulsivo (TOC, en adelante).
Los psicólogos ponemos la etiqueta de “obsesiones” a aquellas
ideas, impulsos o imágenes que ocurren de forma espontánea y repetitiva
en nuestra mente. Típicamente, el paciente sabe que ese pensamiento,
esa imagen o ese impulso es suyo pero siente que es absurdo
o inapropiado y aún así le cuesta mucho evitar que acudan a su men-
1
16
te estas ideas o impulsos. Las obsesiones causan gran malestar y pueden
ocupar mucho tiempo, deteriorando nuestra calidad de vida.
Para neutralizar las obsesiones o, de algún modo compensarlas, es
habitual realizar compulsiones, que son comportamientos o acciones
mentales repetitivas que se ejecutan para prevenir o aliviar el malestar
que causan las obsesiones que nos invaden. Por ejemplo, si me siento
sucio, es típico que acuda a lavarme las manos para reducir esa sensación.
Si me asalta la duda sobre si he cerrado bien la puerta, es típico
que vuelva a comprobar si la cerré bien. Si me asalta el impulso de asesinar
a mi hijo, además de sentir una angustia profunda, es típico que
haga “algo” para evitar que eso ocurra (por ejemplo, llamar a mi pareja
para que lo tenga en brazos y me detenga, por si cediese al impulso
de asesinarlo “en un arrebato de locura”). Si cometo un error, puedo
necesitar repetir mentalmente 33 veces la expresión “tres, trinidad,
perfección”, como una forma de subsanar la sensación de ser imperfecto,
cuando objetivamente creo tener muy buenas cualidades.
Las personas que sufren trastorno obsesivo-compulsivo necesitan
dedicar cada vez más tiempo a neutralizar o contrarrestar sus obsesiones
absurdas. Y esto lo hacen mediante cada vez más y más acciones
o pensamientos que al principio tranquilizaban, pero que cada
vez tranquilizan menos. Estas personas se sienten típicamente atrapadas
en una vida que es una repetición continua y desesperante de
pensamientos, actos y profundos sentimientos de angustia. Generalmente,
las personas que sufren TOC acaban desarrollado episodios
depresivos y pueden tener graves dificultades en su trabajo y en su
vida cotidiana.
Inventario para evaluar el trastorno obsesivo-compulsivo
En Tabla 1.1 se presenta un inventario con algunas de las obsesiones
y compulsiones más frecuentes. Rellénalo para explorar tu
“obsesividad”. Marca (V) si consideras que la frase es “verdadera”
en tu caso; marca (F) si la consideras falsa.
DOMINAR LAS OBSESIONES
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Tabla 1.1. Inventario de experiencias obsesivo-compulsivas.
1. Al tocar a otros siento que puedo contraer una enfermedad V – F
2. A menudo me siento sucio o contaminado V – F
3. Me lavo las manos más de 15 veces cada día V – F
4. Cuando cierro una puerta tengo muchas dudas sobre si la he cerrado bien V – F
5. Compruebo varias veces las cosas que hago, a veces hasta el agotamiento V – F
6. Paso mucho tiempo dudando sobre cosas que para otros son sencillas V – F
7. Me siento muy mal cuando no veo mis cosas ordenadas de forma simétrica V – F
o equilibrada
8. Necesito ordenar las cosas de un modo especial para sentirme bien V – F
9. El desorden me pone muy nervioso V – F
10. Me horrorizo por sentir a veces impulsos de agredir a otras personas V – F
11. Me da miedo coger cuchillos afilados si estoy con otras personas V – F
12. A veces me asusto mucho por pensamientos muy agresivos que tengo V – F
13. Si me acerco a un balcón tengo miedo de que me dé por saltar al vacío V – F
14. En lugares sagrados temo que me dé por gritar obscenidades o blasfemias V – F
15. Me imagino escenas sexuales pornográficas con imágenes de personajes sagrados V – F
16. Tengo pensamientos que me atormentan porque van en contra de mis convicciones
morales V – F
17. Tengo pensamientos pornográficos muy desagradables V – F
18. A veces siento impulsos sexuales que me parecen horribles V – F
19. Necesito hacer las cosas tan bien que me pierdo en los detalles V – F
20. Tengo pensamientos absurdos y repetitivos que no puedo detener fácilmente V – F
21. Me cuesta mucho tirar objetos que otros consideran inútiles o gastados V – F
22. A menudo me cuesta eliminar de mi cabeza palabras o música que acabo de V – F
escuchar
23. A veces me siento culpable de sucesos que otros me dicen que están fuera de V – F
mi alcance
24. A menudo me cuesta terminar las cosas porque no encuentro la forma correcta V – F
de finalizarlas
25. Necesito hacer las cosas de una forma tan concreta que me paralizo y no puedo V – F
hacerlas
26. Muchas veces doy tantas vueltas a un mismo tema que paso horas sin llegar a V – F
ninguna conclusión
INTRODUCCIÓN: ¿SOY OBSESIVO?
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Corrección e interpretación de resultados: Si has marcado
alguna de las 26 frases como verdadera y esas ideas, pensamientos,
sentimientos o impulsos te parecen absurdos o irracionales
(o alguna vez te lo han parecido), podrías estar sufriendo un TOC.
Para realizar el diagnóstico de TOC además debería darse al menos
una de las siguientes condiciones:
1. Sientes demasiado malestar como consecuencia de esas ideas,
sentimientos o impulsos.
2. Dedicas mucho tiempo a las acciones que realizas para reducir
o prevenir el malestar que te producirían esas ideas, sentimientos
o impulsos en caso de no hacerlas.
3. Tus relaciones familiares, sociales, académicas o laborales se
están deteriorando como consecuencia de tus ideas, sentimientos
o impulsos, o de las acciones que te sientes obligado
a realizar para reducir tu malestar.

fuente:132
DOMINAR LAS OBSESIONES
Una guía para pacientes

maria


detalle.
DOMINAR LAS OBSESIONES
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EL CASO DE MARÍA1: “¿Soy una madre psicópata?”
María tiene 25 años. Recientemente se ha casado y ha tenido un
niño. Cuando nació su hijo dejó de trabajar en los almacenes de fruta
de su pueblo. Ahora se dedica a cuidar a su hijo y a ayudar a su
marido con el papeleo de un pequeño negocio. Al principio, como
todas las madres, se estresó mucho con los cuidados que requiere
un bebé. Terminaba tan cansada que lo acostaba con ella en la cama
para que se quedara dormido. Un día, preparando la comida en la
cocina, tenía al niño sentado en la trona. Cogió un cuchillo para
pelar unas patatas y cuando lo miró, le pasó por la cabeza un pensamiento
que retumbó como un trueno: “¿y si se lo clavara al
niño...?”. Sintió tal terror que se quedó paralizada. Tras notar un escalofrío
que le recorrió el cuerpo, el cuchillo se le cayó de las manos.
Inmediatamente fue a abrazar a su hijo llorando, como si tuviera
que protegerle de algo. A partir de ese momento, empezó a no
meterlo en la cama, por si se quedaba dormida y lo asfixiaba con su
cuerpo. En la cocina, si su hijo estaba cerca, no cogía los cuchillos.
Los tenía metidos en un cajón al fondo, para que no le fuera fácil
sacarlos. Cuando no había más remedio que coger un cuchillo para
pelar algo a su hijo, si podía, lo hacía fuera de su vista o intentaba
que alguien estuviese presente.
EL CASO DE ADELA: “Comprobar bien es complicado”
Adela estaba casada. Había intentado tener hijos, pero no se
quedaba embarazada. Tenía 37 años. Su marido decía que era una
“maniática”. Antes de ir a acostarse, comprobaba la llave del gas.
Esto no tenía nada de particular, lo hace mucha gente. Pero ella tardaba
quince minutos. Primero la cerraba. Luego, para estar más
segura, volvía a abrirla y la cerraba de nuevo. Cuando se retiraba
INTRODUCCIÓN: ¿SOY OBSESIVO?
1. Los nombres y otros datos que podrían identificar a nuestros pacientes han
sido modificados para preservar su anonimato.
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de la tubería, le asaltaba la duda: “¿La habré cerrado bien?”. Entonces
volvía y la comprobaba de nuevo. Solía apretar hacia la izquierda,
hasta que se convencía de que la llave estaba cerrada. Pero al
retirarse a su habitación, volvía a asaltarle la dichosa pregunta:
“¿La habré cerrado bien?” y empezaba a sentir un sudor frío y una
inquietud, que sólo desaparecía cuando se levantaba y volvía a
comprobar la llave. A veces era tan angustiosa la pregunta, que le
pedía a su marido que la comprobara él, porque ella ya no podía
más. Cuando su marido volvía a la habitación, le preguntaba:
“¿Estás seguro de haberla cerrado bien?”. Él siempre decía que sí,
pero ella insistía: “¿Estás seguro?”. Incluso le pedía que volviera a
comprobarlo, hasta que él se enfadaba. Algunos días ella se dormía
llorando.
Cuando salía de casa, tenía que cerrar con llave y darle tres vueltas.
Esto parece simple, muchas cerraduras tienen tres vueltas. Pero
ella tenía que hacerlo en absoluto silencio. Si había dado la primera
vuelta y de repente aparecía un vecino, hacía como que se le había
olvidado algo y entraba en casa otra vez. Volvía a salir después y
comenzaba de nuevo la operación. Si mientras lo hacía se oía el
ascensor u oía cualquier otro ruido, tenía que empezar de nuevo,
hasta que oyese perfectamente el sonido de cada vuelta. Cuando,
por fin pudo salir a la calle, había tardado 20 minutos en cerrar la
puerta.
Antes de salir de casa, tenía que comprobar que todas las ventanas
estuvieran cerradas. Esto suponía ir habitación por habitación y
comprobar el picaporte. Normalmente lo agarraba con la mano y lo
giraba tres veces, hasta convencerse de que el picaporte estaba perfectamente
cerrado. Cuando ya había hecho el recorrido por toda la
casa, frecuentemente le asaltaba la duda del picaporte de una determinada
habitación. No recordaba si lo había comprobado tres veces
y volvía para asegurarse. Como ya estaba un poco insegura, volvía a
recorrer otra vez todas las habitaciones por si acaso... Salir de casa
podía llevarle entre 20 minutos y dos horas.

fuente: 132
DOMINAR LAS OBSESIONES
Una guía para pacientes

Obsesiones y Compulsiones


Obsesiones y Compulsiones

¿QUE SON LAS OBSESIONES? Son ideas , pensamientos o imágenes que se repiten en la mente de la persona y que , en general crean malestar y nerviosismo.La persona sabe que esas ideas son producto de su mente , pero se siente incapaz de controlarlas.

Las obsesiones no son preocupaciones sin mas.Una persona puede estar preocupada por el examen que tendrá al día siguiente o por lo que estará haciendo su hijo hasta que llegue a casa, y esto no tiene que convertirse en una obsesión.

La valoración de la importancia de la obsesión dependerá del grado en que afecte a la vida cotidiana de la persona . Así , si alguien tiene miedo a contraer una enfermedad deja de salir , evita relacionarse con los demás y abandona el trabajo , nos encontramos ante una obsesión importante.En ese caso es probable que la persona haya iniciado una serie de conductas que se repiten de manera ritualizada y que , sirven para que la persona se sienta menos molesta con sus pensamientos .

Pensemos en nuestro ejemplo , la persona que cree que puede contraer una enfermedad , sabe que esos pensamientos no tienen demasiado sentido , pero se siente incapaz de controlarlos .Le da miedo contraer una enfermedad y , puesto que no puede evitar tocar ciertos objetos , decide que lo mejor que puede hacer es lavarse las manos después de haberlo hecho .Pero lavarse las manos también tiene su complicación , ya que para realizarlo tiene que coger el jabón , abrir los grifos , etc.con lo que es muy probable que lo repita varias veces , pues también puede haberse contagiado en ese momento.En ese caso la obsesión ha dado paso a una serie de conductas que se conocen con el nomñbre de compulsiones.

¿QUE SON LAS COMPULSIONES? Son las acciones o los rituales que la persona lleva a cabo o evita realizar con el fín de reducir el ,malestar que le ocasionan sus pensamientos obsesivos .Así la persona que estando acostada piensa que se ha dejado la puerta abierta , es posible que se levante una y otra vez a comprobar que lo ha hecho correctamente.

Las obsesiones y compulsiones crean un malestar muy importante en la persona , para la cual todo esto supone una pérdida de tiempo considerable y puede afectar al desarrollo de su vida cotidiana .Puede hacer que esos pensamientos cntribuyan a la aparición de dificultades a la hora de concentrarse en tareas diversas como son la lectura o el cálculo e interferir en la actividad profesional o laboral ,y en las relaciones con los otros.

OBSESIONES Y COMPULSIONES EN LA VIDA NORMAL.

Los pensamientos obsesivos y las compulsiones son algo muy frecuente en nuestras vidas.Si observamos la conducta de los niños o recordamos cómo era nuestro comportamiento a su edad , descubrimos muchos pensamientos que van seguidos de rituales , cuyo principal objetivo es protejernos .Así , entre los juegos infantiles figuran rituales como no pisar los bordes de las baldosas de la calle cuando van caminando ,porque creen que esto les va a dar suerte.En la vida adulta también hacemos cosas parecidas , por ejm, santiguarse al salir de casa, no salir sin reloj, sin un determinado pañuelo ......etc Todo esto que se considera normal , puede comvertirse en un problema cuando se vive como algo molesto e interfiere en el desarrollo de la vida cotidiana.

Las causas de las obsesiones.Son muy diversas , un hecho puntual puede ser el desencadenante, l a muerte de un ser querido , tensiones en el trabajo , escuchar una noticia .......No todo el mundo lo desarrolla , depende también de otros factores , hay que ser vulnerable a ello , la educación ,el ambiente hacen que seamos mas vulnerables a ello.

Tener un buen ambiente social y la habilidad adecuada para comunicarnos nos puede proteger de muchos trastornos .Si damos importancia al pensamiento que nos obsesiona y nos negamos a enfrentarnos a él, quizá se repita y nos va a seguir creando malestar.Sin embargo si contamos con apoyo y somos capaces de comunicarnos , nos daremos cuenta de que no hay nada que temer, y que también le han ocurrido a otras personas.Existen situaciones especiales como son las originadas por es estréss o el agotamiento que pueden favorecer la aparición de obsesiones y compulsiones.

¿Como superar las obsesiones?

Distinguir entre obsesiones y preocupaciones:

Puedes hacerte las siguientes preguntas:

¿Te vienen ideas o pensamientos que están fuera de tu control?

¿Se repiten con frecuencia estas ideas o pensamientos?

¿Te crea malestar pensar en ello?

¿Consideras que son idesas en las que no debias de pensar?

¿Tiendes a realizar un ritual o evitar situaciones con el fin de acabar con esos pensamientos ?

El paso siguiente si se ha contestado afirmativamente es enfrentarse a ellos , convencerse de que no se es un enfermo mental , y que es una conducta aprendid a , que se puede desaprender.

Anota los pensamientos que te causen malestar y analiza sus causas , puede ser algo probable en tu vida, que puede ocurrir , pero que no depende de tí como puede ser , un accidente, la muerte etc.Leer una y otra vez ese pensamiento hasta que notemos que no nos causa malestar, y sintamos que no nos tenemos que preocupar por ello.

Marcate un horario , para pensar en ello el resto del tiempo tienes que seguir con tu vida normal.Con ello vas a conseguir controlarlo de modo que no interfiera en la nomalidad de tuvida.

Consultar con un profesional.Si a pesar de todo ello te sigue creando malestar , y te sientes incapaz de afrontar la situación , hay que consultar el caso personal de cada uno con un psicologo.

ADAPTACIÓN DE :

"EL PSICÓLOGO EN CASA"

BERBABÉ TIERNO.EDITORIAL SIGLO.1997

definicion


Trastorno Obsesivo-Compulsivo (toc)
Definición:

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno psiquiátrico perteneciente al grupo de los desórdenes de ansiedad caracterizado por: Obsesiones(El amargo pan de cada día), Compulsiones...

El TOC es más frecuente de lo que se creía hace algunos años. Se calcula que el 2-3% de la población tiene TOC. Eso significa que el TOC es más frecuente que la esquizofrenia o la anorexia. En España puede haber más de medio millón de personas con TOC.

El TOC afecta a hombres y mujeres de todas las edades y por lo general comienza en la adolescencia.

Los pacientes con TOC suelen esconder sus síntomas durante mucho tiempo. Por término medio tardan unos 7 años en acudir al médico. Es importante evitar que los pacientes tarden tanto tiempo en solicitar ayuda médica, por lo que se hace necesario tomar conciencia sobre el diagnóstico del TOC y la disponibilidad de tratamientos eficaces.



El descubrimiento de que algunos fármacos son eficaces en el tratamiento del TOC ha cambiado el punto de vista que se tenía de esta enfermedad. Hoy no sólo existen terapias eficaces para tratar el TOC, sino que hay una gran actividad investigadora sobre las causas que producen esta enfermedad y en busca de nuevos tratamientos.

Una persona con TOC se da cuenta de que tiene un problema. Normalmente, sus familiares y amigos también se dan cuenta. Los pacientes con TOC suelen sentirse culpables de su conducta anormal y sus familiares pueden enfadarse con ellos porque no son capaces de controlar sus compulsiones. Otras veces, en su deseo de ayudarles pueden aparentar que los síntomas no existen o justificarlos o, incluso, colaborar en sus rituales.


1.Obsesiones
Todos tenemos manías, preocupaciones o pensamientos repetidos. Pero si la obsesión llega a dificultar o impedir las relaciones sociales, si la persona pierde libertad... nos hallamos ante un trastorno obsesivo compulsivo que puede requerir de la intervención de un especialista. Resultaría interminable enumerar las consecuencias que pueden acarrear los pensamientos irracionales en quienes los padecen y en quienes conviven con estas personas. La lista es muy amplia, desde los inconvenientes más triviales hasta los desenlaces más dramáticos. Y todo ello sólo por haber interpretado distorsionadamente la realidad. Ya en el siglo I, Epicteto, un filósofo estoico, afirmaba que «los hombres no se perturban por causa de las cosas, sino por la interpretación que hacen de ellas». En cualquier caso, lo interesante es saber cómo librarse de las obsesiones y hacer frente a estos pensamientos irracionales y distorsionados.
No son pocos quienes dudan sistemáticamente si han cerrado bien la puerta, desconectado el gas, apagado la luz... y vuelven una y otra vez a confirmar que, efectivamente, sí lo habían hecho. Otras personas ritualizan su vida cotidiana con manías como contar las baldosas de las cocinas o los peldaños de las escaleras, no pisar las rayas del suelo, retener las matrículas de los coches, ocupar siempre el mismo asiento en las reuniones o comidas, portar un objeto inútil en el bolsillo... Pero esto no son sino manifestaciones casi anecdóticas de unas costumbres que pueden convertirse en un verdadero problema psicológico. Todos tenemos hábitos que, a pesar de que merezcan el calificactivo de manías, consideramos normales. Pero, cuando estos pensamientos o manías hacen sufrir nos encontramos con los trastornos obsesivo compulsivos. Las obsesiones son pensamientos que se repiten de forma insistente a pesar de la voluntad del individuo, y que escapan a su control.
Si los pensamientos obsesivos se convierten en gestos de conducta casi automática, devienen en compulsiones, acciones o manías que la persona se ve forzada a ejecutar para sentirse bien o, al menos, tranquila. Es consciente de lo absurdas e irracionales que son, pero se siente incapaz de eludirlas. Cuando las compulsiones se asocian entre sí, formando una cadena, se convierten en rituales patológicos. Son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes que son egodistónicos, es decir, que no son experimentados como producidos voluntariamente, sino más bien como pensamientos que invaden la conciencia y que son vividos como repugnantes o sin sentido. El enfermo realiza intentos para ignorarlos o suprimirlos, a veces sin conseguirlo.

2.Compulsiones: Son conductas repetitivas y aparentemente finalistas, que se realizan según determinadas reglas de forma estereotipada. La conducta no es un fin en sí misma, sino que está diseñada para producir o evitar algún acontecimiento o situación futura. Sin embargo, o bien la actividad no se halla conectada de forma realista con lo que se pretende impedir o provocar o puede ser claramente excesiva. El acto se realiza con una sensación de compulsión subjetiva junto con un deseo de resistir a la compulsión, por lo menos inicialmente. Por lo general, el individuo reconoce la falta de sentido de la conducta (algo que no siempre ocurre en niños pequeños) y no obtiene placer en llevar a cabo esta actividad, aunque le procure un alivio de su tensión.

En las personas que sufren este tipo de desorden, el pensamiento aparece dominado por una idea intrusiva o secuencia de ideas, que buscan apagar con comportamientos rituales, casi siempre muy caprichosos. Son plenamente conscientes de su trastorno, que es vivido como un malestar y puede estar asociado a un sentimiento de culpa o de vergüenza.

Las obsesiones y las compulsiones son una fuente significativa de malestar para el individuo o interfieren en su funcionamiento social.
El pensamiento, en general, es un diálogo con nosotros mismos en el que terminamos haciendo afirmaciones sobre determinadas situaciones. Pueden ser positivos si nos hacen sentir bien y nos ayudan; o negativos, si nos originan emociones negativas o nos hacen sufrir. Serán racionales si se corresponden con lo que sucede objetivamente en la realidad, e irracionales si se alejan de lo que sucede.
Los pensamientos que causan más sufrimiento son los irracionales negativos. Describamos algunos :
La limpieza. Quienes los padecen tiene pavor a quedar contaminados con lo que tocan o rozan y se lavan repetidamente las manos. Incluso llegan a evitar dar la mano o cualquier contacto físico en los saludos. Una motita de polvo en un mueble les parece algo horrible.
El orden. No soportan que alguna cosa se halle, siquiera temporalmente, fuera de su sitio. Incluso si ocupan su lugar debe ser en simetría o en conformidad con los ángulos de la mesa. Tampoco soportan que los demás no cumplan con esos cánones del orden compulsivo y las personas que conviven en la casa, sean adultos o no, habrán de cumplir estrictamente con las normas de orden y limpieza impuestas por el afectado por esta manía.
Comportamientos indecisos. Por ejemplo, comprueban una y otra vez cómo está la casa antes de cerrar la puerta. Y aun así, vuelven a entrar después de haber cerrado. Ante cualquier decisión, por nimia que sea, lo pensarán durante meses. Y, una vez adoptada, dudarán si fue acertada. Y reflexionarán incasablemente sobre si han hecho bien, o consultarán con otras fuentes.
Interpretación del pensamiento. Creemos saber qué sienten los demás y por qué se comportan como lo hacen. Nos vemos capaces de adivinar lo que sienten los demás acerca de nosotros.
Visión catastrofista. Se vaticina, se espera y se teme irracionalmente, el desastre. El individuo se entera de un problema y empieza a decirse «¿y si ocurre que...?», «¿y si me sucede a mí?»
Personalización. Creemos que todo lo que la gente hace o dice es una forma de reacción hacia nosotros. Y nos comparamos con los demás, intentando determinar quién es más elegante, quién es más brillante, quién tiene aspecto más saludable¿
Culpabilidad. Mantiene que los demás son responsables de su sufrimiento o adopta el punto de vista opuesto y se culpa a sí mismo de los problemas ajenos.
Acumuladores: coleccionan objetos insignificantes, de los que no pueden desprenderse.
Ritualizadores mentales: acostumbran a apelar a pensamientos o imágenes repetitivos, llamados compulsiones mentales, con el objeto de contrarrestar su ansiedad provocadora de ideas o imágenes, que constituyen las obsesiones.
Atormentados y obsesivos puros: experimentan pensamientos negativos reiterados, que resultan incontrolables y bastante perturbadores. No obstante, a diferencia de quienes sufren los demás tipos de TOC, no se entregan a comportamientos reiterativos de tipo físico, sino rumiaciones mentales.