La nueva psicología: Los trastornos de ansiedad





La nueva psicología: Los trastornos de ansiedad





Por la licenciada Gabriela Martínez Castro (*), especial para Agencia NOVA.

La psicología fue mutando al compás de los cambios de las personas. Durante el siglo pasado eran más frecuentes los diagnósticos del estado de ánimo. Por el contrario, en esta última década, es usual diagnosticar en la mayor parte de las consultas, trastornos de ansiedad, como ser trastorno de pánico, trastorno por ansiedad social, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por ansiedad generalizada, trastorno por estrés postraumático, y fobias específicas.

La inseguridad cotidiana, la presión en el ámbito laboral, las consecuencias del cambio climático, el cansancio, las guerras, las catástrofes naturales, son una constante en la vida de muchos argentinos. Actualmente vivimos expuestos a una vorágine de stress que nos agobia y aturde, por eso cada vez hay más pacientes con trastornos de ansiedad.

Los trastornos de ansiedad son considerados el mal de este siglo, los motivos principales de su aparición son básicamente tres:

  • Genéticos: Desde el punto de vista biológico, herencia familiar de primer grado (madreo/y padre)

  • Factores del desarrollo social: Haber crecido en un medio social (cuidadores que se hacen cargo del niño) en el cual prima la ansiedad, la sobreprotección, el temor y la timidez.

  • Factores desencadenantes: Sucesos estresantes, que dan lugar a la aparición del cuadro, como ser problemas económicos, laborales, familiares, haber pasado o presenciado situaciones traumáticas en donde se puso en riesgo la integridad psicofísica de la persona o de un ser querido.

Trastornos de ansiedad, una especialidad psicológica

Los trastornos de ansiedad son toda una especialidad en sí misma, que no cualquier psicólogo o psiquiatra está capacitado para tratar adecuadamente, dado que un correcto tratamiento, daría lugar al alta del paciente en pocos meses, pudiendo retomar sus actividades habituales.

La psicología y la psiquiatría son aliadas a la hora de tratar dichos cuadros, dado que es necesario evaluar la condición de cada paciente, para decidir o no, la aplicación de pequeñas dosis de medicación, siempre con el objetivo de retirarla.

A la hora de decidir qué y con quién someterse a un tratamiento, es necesario tener en cuenta la especialidad del profesional, preguntar con qué técnicas se maneja, si proporciona o no el nombre del diagnóstico a cada paciente, cuánto tiempo estima que dura el tratamiento, etc.

Más pacientes con trastornos de ansiedad

En los últimos años se ha registrado un considerable aumento de pacientes que padecen los denominados trastornos de ansiedad, enfermedad que hoy se conoce con nombre y apellido.

Actualmente los casos con trastornos de ansiedad van en aumento pues “como país, a partir de 2001, nos hemos visto enfrentados a situaciones de mucho stress que son desencadenantes de los más diversos trastornos de ansiedad y eso inevitablemente hace crecer el número de enfermos.

Lo que ocurre es que no es malo sentirse ansioso, ya que todos tenemos ansiedad, porque es algo corriente y normal en los seres humanos. Sin embargo, esta ansiedad debe establecerse dentro de determinados parámetros para que sea considerada como benévola, cuando supera límites normales, la ansiedad comienza a ser un problema. Cuando la ansiedad produce un deterioro en la calidad de vida de la persona, ahí estamos frente a un trastorno que no puede ser resuelto sin ayuda externa.

Lo cierto es que se consideran a estos trastornos como una patología y sus pacientes, si bien “se recuperan”, cargan con estos toda su vida, ya que son crónicos.

Sin embargo, la gente que los presenta suele no darse cuenta de tal situación. El psicólogo es el último profesional al que llega el paciente, ya que previamente hace el recorrido por todas las otras especialidades médicas. Hasta que se cansa de que todos le digan que ‘está sano y no tiene nada’, es ahí donde consulta a un terapeuta, ya sea psicólogo o psiquiatra”.

Los tipos

Entre los trastornos de ansiedad se encuentran: ataques de pánico; trastorno obsesivo compulsivo (TOC); fobia específica; stress post traumático; trastorno por ansiedad generalizada y trastorno por ansiedad social. Cada uno con sus características particulares, síntomas y efectos.

Respecto de los ataques de pánico, la edad aproximada de manifestación es a partir de los 18 años, cuando la persona está en la edad madurativa y se ve enfrentada a la toma de decisiones importantes. Esta patología presenta síntomas físicos: El paciente experimenta la sensación de estar cerca de la muerte, o la locura, sufre taquicardia, falta de respiración, ahogo, entre otros efectos.

Por lo general el primer episodio de pánico no se olvida jamás, a partir de allí es normal que el que lo ha sufrido tenga la sensación de que pronto volverá a ocurrirle. Quienes tienen ataques de pánico no pueden quedarse solos, porque a partir de que viven el primer ataque, su conducta cambia completamente; evita lugares donde sufrió la crisis, procura no realizar la acción que realizaba al momento de manifestarse el pánico; en fin, su conducta se ve limitada y la vida del paciente se restringe hasta el aislamiento”.

Esta tipología en particular de trastornos de ansiedad, suele avanzar rápidamente y tiene consecuencias graves.

El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) suele manifestarse espontáneamente o bien después de que la persona atraviesa un evento específico que lo desencadena. Los pacientes que lo sufren hacen que una cantidad considerable de rituales y pensamientos obsesivos imposibiliten el curso de una vida normal. Según la especialista “es el trastorno de peor diagnóstico” y siempre necesita la complementación con psicofármacos para tratarlo.

Otra de las psicopatologías es la fobia específica, que generalmente se gesta en la niñez. En este caso el enfermo reacciona a elementos que no tienen por qué ser fobígenos. Suele ser el de más rápida solución y no requiere la ingesta de psicofármacos”.

El stress post traumático también es otro trastorno de ansiedad cuya causa es una situación que pone en riesgo la integridad psicofísica de la persona (ya sean robos, accidentes, toma de rehenes, etc.) y lo pone en una situación de mucho stress. Lo curioso acerca de este trastorno es que “suele disparar otros”. Además una vez vivida la situación desencadenante, “el paciente acostumbra a revivirla continuamente con todos los sentidos, de modo que su rutina se ve interrumpida y sufre.

En cuanto al trastorno por ansiedad generalizada es común que se manifieste cerca de la vida adulta. En esta patología la persona se preocupa excesivamente por cuestiones de la vida cotidiana y no puede priorizar, pues le resulta igual de importante la operación de riesgo de un familiar que llegar impuntual a una cita.

Y por último, el trastorno por ansiedad social que suele desarrollarse en la adolescencia, y cuyo rasgo distintivo es el temor a ser rechazado o criticado negativamente, por lo cual el paciente evita situaciones sociales y se aísla.

Los malos recuerdos se pueden suprimir


publicado en 'Science', ha localizado las áreas del cerebro relacionadas con la supresión de los malos recuerdos. Los investigadores señalan que este hallazgo podría ser útil para desarrollar terapias dirigidas para paliar trastornos en los que la persona se siente incapaz de eliminar ciertos pensamientos emocionalmente estresantes, como ocurre en la depresión o en las fobias.

"Creemos que ahora tenemos un mayor conocimiento de cómo funciona el mecanismo neuronal, y esperamos que estos resultados y futuras investigaciones conduzcan a nuevas vías terapéuticas y farmacológicas para tratar una gran variedad de trastornos emocionales", señala Brendan Depue, principal autor del estudio e investigador de la Universidad de Colorado (EEUU).

Depue y sus colaboradores han demostrado lo que quizás muchas personas ya sabían en la práctica: que si se insiste en olvidar algún momento molesto de la vida, se consigue. Además, han identificado el área del cerebro involucrada en ese proceso, una zona del córtex prefrontal.

MAPA DE CEREBRO
Para ello, entrenaron a 16 participantes en intentar recordar u olvidar una serie de imágenes. Estos individuos o bien pensaban repetidamente en la imagen, o no la dejaban entrar en su pensamiento de forma consciente. Después, tuvieron que memorizar 40 parejas de fotografías cada una de las cuales consistía en rostros humanos 'neutros' y fotografías desagradables como accidentes de coche, soldados heridos, escenas de crímenes violentos, etc.

Posteriormente, les pusieron unas gafas especiales y les colocaron en una máquina de resonancia magnética. Una vez allí, les mostraron los rostros (asociados a las fotografías desagradables) y se les pidió que las recordaran o que evitaran pensar en ellos.

Las imágenes del cerebro obtenidas con la resonancia magnética mostraron que un área del córtex prefrontal (la circunvolución frontal media derecha y la inferior derecha) suprime las regiones del cerebro involucradas en el proceso de memoria (hipocampo y amígdala) al igual que aquellas áreas que respaldan las asociaciones de la emoción y la memoria.

"Nuestros resultados sugieren que la supresión de la memoria emocional involucra al menos dos vías con fases escalonadas [...] por un lado influye en el control cognitivo, sobre los componentes sensoriales de la representación de la memoria [...] y la segunda vía implica a los componentes emocionales relacionados con la memoria", señalan los autores.

DUDAS
Estos investigadores señalan que la actividad observada en la zona del córtex prefrontal, junto con la inhibición generada sobre el hipocampo y la amígdala, "sugiere que la memoria emocional puede utilizar mecanismos similares a aquellos empleados en la regulación de las emociones".

Aunque los resultados demuestran que las personas somos capaces de eliminar aquellos recuerdos molestos, no está tan claro que podamos lograr lo mismo con episodios extremadamente traumáticos como los que se dan en las guerras o en los accidentes de tráfico. "En casos como estos, una persona requeriría miles de repeticiones de entrenamiento para evitar y suprimir esos recuerdos. No lo sabemos todavía", reconoce Depue.

Por lo que sí apuestan estos investigadores es por que con estos datos se abre la puerta a la búsqueda de nuevas vías terapéuticas, que pasen por la intervención de esas áreas del cerebro. Estarían dirigidas al tratamiento de aquellas personas que no tienen la capacidad para evitar ciertos pensamientos, como las afectadas por depresión, síndrome de estrés postraumático o trastorno obsesivo compulsivo.

(Fuente: El Mundo)

Todo empezó cuando era adolescente. Los días que me quedaba a estudiar hasta tarde comenzaba la pesadilla. No podía acostarme después que el resto de mi familia, porque se me hacía que iba a dejar las puertas y la llave del gas abiertas, que iban a entrar ladrones y nos iban a matar a todos o que iba a explotar la casa, y que todo sería mi culpa.

Entonces daba inicio a un ritual que me consumía. Revisaba puerta por puerta y chequeaba la llave del gas hasta que me doliera la mano. Terminaba la ronda y volvía a empezar, una y otra vez, y cada vez que me encaminaba hacia mi habitación la duda volvía a asaltarme, y otra vez se ponía a andar la rueda. Rompí tres picaportes y dos llaves del gas en menos de siete meses.

Los últimos tiempos después de ritualizar una o dos horas, cuando sentía que ya no daba más y cuando me invadía una sensación de irrealidad que creía que no me dejaba razonar, despertaba a mi hermano para que me confirmara que había cerrado todo. La certeza de que iba a ocurrir algo terrible era para mí cada vez más fuerte. Me moría de vergüenza, sentía que me estaba volviendo loca, pero no podía controlarlo”.

Con el relato de Ana Laura Q. (30) muchas personas podrían sentirse identificadas. La que hoy es una mujer adulta y profesional, cuenta los primeros síntomas de lo que después supo era el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una patología que se ubica dentro del vasto grupo de los trastornos de ansiedad y que ataca, según diversos estudios, a una de cada 50 personas en todo el mundo.

Pese a que las víctimas del TOC se sientan “únicas”, distantes están de serlo. De acuerdo a datos difundidos por la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA), entre el 2% y el 3% de la población del país padece el mal, que en general afecta en la misma proporción a hombres y a mujeres y que si bien puede aparecer en cualquier momento de la vida, suele dar sus primeros indicios en los albores de la adultez.

De todos modos, los médicos advierten que las estadísticas “no deben tomarse al pie de la letra”. La experiencia del consultorio demuestra que muchos pacientes con TOC ocultan su problema por temor a ser mal vistos, dado que ellos mismos son concientes de que sus manías o sus ideas son absurdas y carecen de sentido. Y esa es, según los profesionales, una de las principales diferencias entre el trastorno obsesivo compulsivo y las fobias – estrellas por excelencia de estos tiempos si es que de ansiedad se habla-.

“Mientras por la difusión que han tenido, las fobias comienzan a ser vistas como algo relativamente común o padecido por muchos, y en tanto, devinieron en patologías con cierto grado de aceptación social, el TOC tiende a esconderse porque sigue siendo una enfermedad que da vergüenza a quien la padece”, aseguran los expertos.

Lo cierto es que, considerado por la Organización Mundial de la Salud como una de la 10 enfermedades más invalidantes, el trastorno obsesivo compulsivo puede llegar a límites que rozan con la irracionalidad para quien lo observa fuera de la piel de quien lo sufre y es esto precisamente, lo que lleva al enfermo a ocultarlo.

“Yo empecé con el TOC a los 17 años. Íbamos a los boliches con mis amigas y yo temía conocer a alguien porque me obsesionaba la idea de contagiarme HIV. Fue un pensamiento que primero me pareció normal, pero después fue cobrando fuerza, hasta el punto en que no quería que nadie se me acercase. Todas las personas eran amenazas para mí, todas podían tener SIDA e infectarme, y así me fui aislando.

Llegué a no sentarme en los colectivos y a usar guantes constantemente, porque temía que hubiese sangre en los pasamanos, o en el asiento, que la sangre traspasara el pantalón y llegara hasta mi pierna. Si por casualidad me lastimaba alguna parte expuesta del cuerpo faltaba al trabajo y a la facultad, porque tenía terror de que justo en esa lastimadura me entrara sangre infectada.

Ni hablar de las relaciones sexuales, pasé más de cuatro años sin tener ningún tipo de contacto físico con nadie, porque el miedo al contagio era más fuerte que cualquier cosa. En el límite del ostracismo entre en una depresión muy fuerte, y recién ahí, ante la intervención de mi familia y la consulta con el médico supe que tenía TOC”, contó a Info Región Mariana P. (27).

De acuerdo a la definición médica, el TOC es un trastorno cuyas características son las obsesiones, que son pensamientos o imágenes por lo general absurdas, repetitivas y negativas a las que la persona intenta rechazar pero no puede, y por ende le causan ansiedad, dudas y distrés. Si bien quien las tiene reconoce que estas ideas son producto de su propia mente, intenta ignorarlas, aunque no puede hacerlo.

Según advierten los especialistas y confirman los pacientes que padecen la patología, las obsesiones tienen que ver con la contaminación o el contagio, con una preocupación excesiva por la suciedad, con el temor a ofender o dañar a los otros, -especialmente los seres queridos- con la acumulación de objetos por lo general inútiles y con la necesidad de simetría y precisión.

En tanto, las compulsiones, -otra característica del trastorno- son comportamientos o actos mentales que se repiten y que las personas afectadas sienten que deben realizar para evitar que suceda ese acontecimiento al que temen, hecho que los lleva a un acto característico del TOC: el ritual.

“Siempre fui una persona en general ansiosa y perfeccionista, sobre todo en cuanto a mis propias acciones y conductas, Y el TOC me atacó por todos los flancos. Primero empecé con la necesidad continua de lavarme las manos por miedo a las bacterias. Después seguí con la limpieza, y después con el orden: necesitaba que todos los objetos de mi escritorio estuvieran alineados de manera simétrica y exacta.

Llegué hasta el extremo de ser el último en la oficina con la excusa de tener trabajo atrasado para poder ordenar todo de manera simétrica y que, por ejemplo, la línea de la calculadora me quedara exactamente paralela a la línea del monitor. Y así se me fueron agregando cosas. En el último tiempo antes del tratamiento se me había puesto que no debía pisar bordes.

Entonces buscaba caminar siempre por el medio de las veredas, evitaba los umbrales y me cuidaba de no pisar las líneas de las baldosas o las rayas de la calle. Después comencé a repetir números mentalmente. Me proponía por ejemplo contar de tres en tres en todo el viaje de mi casa al trabajo y ponía atención para no equivocarme ni perderme, porque estaba seguro de que si lo hacía me iba a ir mal todo ese día. Es algo inexplicable lo que se llega a pensar, uno termina muy cansado y se siente incapacitado, porque el círculo de lo permitido se cierra cada vez más”, relató a este medio Héctor R. (56).

“El TOC es una enfermedad que no tiene mucha difusión pero la tiene mucha gente – aseguró a Info Región el psicólogo Gustavo Bustamante, vicepresidente de la fundación Fobia Club- Este trastorno se divide en la obsesión, que es una idea o un pensamiento desmedido y desproporcionado y las compulsiones o rituales, que son los que alivian y los que tranquilizan a la persona que teme que se cumpla ese pensamiento obsesivo.

Claro que no siempre que hablemos de una obsesión hablamos de TOC. Nosotros tenemos dentro del diagnóstico un punto de corte, que puede ser discutible, pero que indica que para que una persona sea diagnosticada con TOC tiene que pasar al menos seis meses con los síntomas y debe sumar al menos una hora diaria de rituales. Para que sea TOC, el trastorno realmente debe interferir en la vida cotidiana, debe limitar y debe alterar la calidad de vida”, aclaró el profesional para evitar falsas alarmas.

En ese sentido, a la hora de darle una explicación a la enfermedad, desde el Distrito XIII del Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires – con sede en Lomas de Zamora-, resaltaron que el trastorno es típico en personalidades perfeccionistas, que no toleran la sola idea de transgredir el marco de valores al que adhieren.

“Al paciente con TOC se le aparecen una serie de ideas que van en contra de su marco de valores. Si bien a todos nos pasa, quien no sufre de TOC tiende a pasar por alto estos pensamientos, pero un paciente con TOC los sobrestima. Produce un fenómeno que es la fusión pensamiento-acción. Cree que si piensa algo, eso que piensa pasa al orden de la realidad, pero esto es una distorsión.

El paciente cree que si piensa que la llave del gas puede estar abierta es porque lo está, hay una confusión entre posibilidad y probabilidad. Si se le cruza la idea de que podría haber sido gay, por ejemplo, empieza a ponerse muy ansioso pensando cómo hará para desestimar o sacarse de la cabeza esa idea de ser gay.

Los pacientes TOC son, como todos los pacientes de trastornos de ansiedad, muy controladores de la incertidumbre, y esto tiene su correlación con personalidades perfeccionistas y criticistas, que no pueden tolerar ideas contradictorias a su marco de valores”, aseguró el psicólogo Francisco Palacín.

Y las palabras del profesional tienen su correlato en el testimonio de los pacientes, que una vez recuperados o en tratamiento, pueden contar de qué se trata: “Cuando nació mi primer hijo mi vida hizo un click. Comencé a tener una obsesión por la limpieza muy fuerte por miedo a que el bebé se enfermase de algo grave.

Me angustiaba mucho la sensación de que a mi hijo le pasaría algo terrible. Entonces baldeaba dos veces por día toda la casa, pasaba lavandina en todos los muebles y echaba desinfectantes ambientales constantemente, ante la incomprensión de mi familia. Pero después me pasó algo horrible.

Comencé a tener terror de dañar a mi hijo, de tener un acto de locura y lastimarlo, y esa sola idea me paralizaba. Pensaba que estaba volviéndome loca, entonces evitaba quedarme sola con él. Fueron momentos muy difíciles, porque sentía que no se lo podía confiar a nadie, que iban a encerrarme. Me sentía un monstruo”, contó a Info Región Analía A. (31).

En este punto, Bustamante coincidió con Palacín y explicó que el temor a lastimar es otro de los síntomas del TOC. “El obsesivo compulsivo teme cometer todas las conductas que moralmente están sancionadas. Tiene miedo de empujar a una embarazada o dañar un ser querido, por ejemplo. Imagina la situación y la vive con mucha angustia y culpa excesiva.

En algún punto el trastorno obsesivo compulsivo está ligado a la culpa y esto hace que los pacientes teman desarrollar conductas moralmente incorrectas, pero deben saber que estas ideas no significan en absoluto que vayan a actuar así. Justamente porque no lo harían nunca se lo imaginan. Los obsesivos no hacen nada y sienten culpa como si hubieran hecho todo”, explicó el psicólogo.

Según admiten los profesionales, determinar cuál es el verdadero origen del TOC sigue desatando un debate en el plano de la ciencia. Mientras algunos insisten en una predisposición genética, otros no la desestiman, pero resaltan la importancia de factores externos que favorecen al desarrollo de la enfermedad.

“Existen varias teorías acerca del origen del TOC, desde compromisos neuro orgánicos hasta factores genéticos, como así también particularidades familiares, y algunos cuadros virósicos que dejan esta patología como secuelas –explicó a Info Región el médico psiquiatra Eduardo Grande, ex jefe de la División de Salud Mental del hospital Álvarez y presidente de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM)- De todos modos también es pertinente resaltar que muchas veces se encuentra en la historia vital de estas personas antecedentes de la infancia o de la adolescencia predisponentes, o bien ansiedades, pánico, depresiones, irritabilidad, trastornos de escolaridad, o de la alimentación, que terminan en TOC”, acotó.

Desde el Colegio de psicólogos, en tanto, Palacín destacó la incidencia que pueden tener los antecedentes familiares o el contexto de crianza en el paciente que manifiesta los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo, y aseguró que, muchas veces, hay eventos que desencadenan la patología.

“Hay contextos familiares claramente favorecedores para el TOC, como el hecho de que alguno de los padres haya sufrido algún tipo de trastorno de ansiedad por el cual hayan señalado ciertas situaciones como catastróficas, o peligrosas y hayan desarrollado la idea de que hay que controlar determinada cantidad de cosas para sobrevivir. También hay factores desencadenantes, situaciones de mucha ansiedad, situaciones sociales, como lo que pasó con los bancos en el 2001, por ejemplo.

Los pacientes ansiosos no toleran la incertidumbre, piensan siempre que lo que va a venir es negativo, y como no puede controlar la incertidumbre, desarrolla niveles de control en otras áreas que no necesitan ser controladas. No puedo controlar que mis hijos crezcan, pero sí puedo controlar la limpieza de los azulejos del baño, limpio los azulejos del baño hasta que reluzcan. Siempre atrás de un ritual compulsivo hay una idea ansiógena”, explicó.

De todos modos, médicos, profesionales y pacientes recuperados prefieren dar un mensaje
de optimismo, y resaltan una afirmación que muchos de los que padecen TOC y todavía no lo saben o lo ocultan pueden creen imposible: el mal se puede superar, y en la medida que desaparezca, se calmará la angustia, se recuperará la calidad de vida y se volverá a ser libre.

“Hoy en día quien sufra de TOC debe saber que existen tratamientos muy efectivos, que en general son combinados: por un lado se recurre a una terapia farmacológica y por el otro a un tratamiento cognitivo comportamental, porque la persona debe aprender a controlar las sensaciones y tratar de evitar los rituales. Para esto la familia debe colaborar y lo hará no ayudando con los rituales, y alejándose de una postura demandante o crítica”, opinó Bustamante.

Y Paladín reforzó esa idea: “Se han desarrollado muchos tratamientos eficaces y efectivos, y en la gran mayoría de los casos los pacientes muestran una muy buena respuesta. Lo primordial es animarse a asumir lo que sucede y a pedir ayuda”, enfatizó.
En los tiempos que corren, cuando la ansiedad parece ser un ingrediente más de la vida cotidiana de muchos, reconocer los efectos que puede producir parece ser el arma fundamental para combatirla.

Y en este sentido, detenerse en el testimonio de quienes lograron salir adelante de epidemias silenciosas como el TOC se torna una estrategia válida para poner los ojos en la esperanza y aferrarse a la idea de que se puede recuperar la vida que alguna vez se tuvo.

“Hoy puedo volver a reír sinceramente, a abrazar a mi hijo sin miedo, a salir de mi casa sin sentir que va a explotar a mis espaldas, a compartir con los otros sin temer algo terrible y puedo volver a confiar en mí, en mi raciocinio y en mis actos. Todos deben saber que se puede, claro que se puede”, aseguró Analía. Fuente: 19 de mayo de 2007 (Inforegión, ar)

amaxofobia


El 33% de los conductores españoles tiene miedo al coche y 2 de cada 10 lo abandonan. Las causas principales de angustia al volante son la baja autoestima, el temor a cómo circulan los demás, presenciar algún accidente y las condiciones de la vía. Según un estudio, la amaxofobia afecta casi al doble de mujeres que de hombres.

SAN SEBASTIÁN. DV. Se sienta tras el volante e introduce la llave en el contacto. Sabe que al encender el motor del coche también pondrá en marcha su miedo pero, aun así, arranca. «No me queda alternativa», confiesa. Con 33 años, dos hijos, residencia en Irún y trabajo en San Sebastián, la autopista es para Maite G. el «duro pan de cada día». O, mejor dicho, la agobiante rutina que le mortifica de lunes a viernes. «Los fines de semana no trabajo». Conduce su marido. «Menos mal», apostilla.

Maite G. tiene miedo a conducir, al igual que el 33% de los automovilistas españoles. Y como la mayoría de ellos, también teme que su círculo de amistades conozca esta manía. De ahí que pida el uso de un nombre ficticio. La existencia de esta fobia, desvelada en un estudio del Instituto Mapfre de Seguridad Vial, ha encendido las alertas de distintas entidades por los elevados riesgos que comporta conducir presa del miedo y pone en evidencia un problema que tiene peso y, también, nombre. Se le llama amaxofobia y afecta casi al doble de mujeres que de hombres.

Las fobias son miedos que se disparan ante situaciones u objetos que, en sí mismos, no son peligrosos y que la mayoría de la gente tampoco considera problemáticos. Por ejemplo, los coches. En este caso, el temor se traduce en «una inquietud permanente y desproporcionada que surge antes y, sobre todo, durante la acción de conducir», señala la psicóloga Estela Pérez Peláez, autora de la investigación. Las consecuencias no pueden tomarse a la ligera. Con unos síntomas que pasan por la ansiedad, la angustia y los temblores, la amaxofobia supone «un desgaste extra» para los afectados, así como «una limitación importante en el desarrollo de su día a día». Varias asociaciones y clubes relacionados con el automóvil reclaman también a la Administración que aborde con rigor este síndrome, al entender que «pone en peligro» a «todos» los usuarios de la carretera.

Por si fuera insuficiente, a la lista de malestares descritos hay que agregar las pesadillas anteriores y posteriores al viaje, el sudor en las manos, las ideas negativas e irracionales y la visualización mental de posibles accidentes. Estos síntomas hacen que la persona «tenga un cúmulo de sensaciones negativas y conduzca con tensión y con miedo», cuya intensidad varía en función del grado de la fobia.

De hecho, esta situación se vuelve intolerable en ocasiones y el amaxofóbico deja directamente de conducir. En concreto, eso sucede a un 18% de afectados. Traducido en palabras, uno de cada tres españoles capacitados para manejar un vehículo siente miedo al hacerlo y, por cada diez de ellos, hay dos que ya no pisan el acelerador. Los ocho restantes, como Maite G., conviven diariamente con sus temores.

Las situaciones que alimentan el temor son diversas. Para los hombres, el miedo surge principalmente cuando perciben una disminución de sus capacidades físicas o bien se hallan bajo los efectos del alcohol. En el caso de las mujeres, sentirse mal psíquicamente es el factor que más influye en su inseguridad tras el volante.

En cuanto a las condiciones externas, las causas de amaxofobia son compartidas por ambos sexos. Para muchos hombres, las vías con tráfico intenso constituyen un suplicio y, si les toca conducir de noche, «lo pasan realmente fatal». «También cuando llueve -apunta Maite G.-. La sensación es horrible cuando hay mal tiempo». Tanto que, aunque circular por vías desconocidas pueda provocar angustia y estrés, «lo que más ansiedad genera es conducir bajo circunstancias meteorológicas adversas», cita el informe. Más del 50% de los amaxofóbicos respalda esta afirmación.

¿Existen otras situaciones de agobio? Sí. La responsabilidad de viajar con niños y la manera de conducir de los demás. Esta última es, de hecho, «la principal causa del miedo a ponerse detrás de un volante» y representa un factor determinante entre quienes han renunciado a conducir presas de un \'miedo paralizante\'. Pese a esto, la disminución de capacidades -entre los hombres- y la baja autoestima -mujeres- son los motivos fundamentales para arrojar el carné al fondo de un cajón.

Laura Caorsi

toc de comprobacion



Ana es una maestra de escuela de 30 años con una historia inicia 5 años antes de comprobaciones repetitivas de sus boletines de calificaciones; repetición de su ruta de conducción y pensamientos persistentes acerca de males que puedan afectar a sus padres así como preocupación excesiva por su salud y dificultades para ir a comprar comestibles ella sola.

Las conductas de comprobación aparecieron por primera vez cuando Ana iba al instituto, cuando tenia que comprobar que la estufa estuviese apagada antes de salir de casa. Recuerda que sus rituales aumentaron progresivamente durante la facultad y en esa época empezó a leer una y otra vez las páginas de los libros antes de los exámenes.

Durante los últimos 5 años, la paciente ha sufrido unas escalada de sus síntomas. Puede pasar perfectamente 3 o 4 horas ocupada con sus rituales de comprobación. Emplea al menos una hora yendo y viniendo al comprobar los quemadores de la cocina, la estufa y la puerta principal. Una vez ha quedado convencida de que todo esta bien, vuelven las ideas obsesivas, y necesita comprobarlo todo de nuevo, ya que piensa que si no lo hace la casa se quemará o entrará algún ladrón. Suele pasar varias veces con su coche por el mismo sitio, por miedo a haber atropellado a alguien o tropezado con algo. Su agenda es una verdadera pesadilla, ya que tiene que comprobar una y otra vez todo lo que se ha registrado. Afirma que hay una asociación entre los pensamientos obsesivos sobre los males que pueden afectar a sus padres y sus comportamientos repetitivos. Por ejemplo, cree que debe llamar a su madre cada día por la mañana y por la noche, sin importarle los inconvenientes que esto suponga. Dice que esta obsesionada con la idea de que, si un día deja de llamar, su madre puede sufrir un infarto y morir, y será por su culpa, por haberse olvidado de llamarla.

Cuando habla con el especialista, Ana es capaz de reconocer que sus miedos son absurdos; sin embargo, le parece casi imposible no hacer estas llamadas diarias sin sentirse extremadamente ansiosa y asustada. La paciente también reza oraciones de un modo ritual, teniendo que empezar de nuevo cada vez que comete el más mínimo error. Dice que estas oraciones garantizan que sus padres seguirán gozando de buena salud. Una vez más, en el contexto de la consulta puede admitir que, si un día deja de rezar estas oraciones lo más probable es que la salud de sus padres no resulte afectada. No obstante, también comenta que cuando intenta excluir este ritual de sus rutinas, se siente muy asustada y culpable. La paciente también sufre numerosos pensamientos obsesivos y una gran ansiedad respecto a su salud, que no mejoran con la ejercitación de los rituales.

Además de los pensamientos obsesivos y rituales, Ana describe cierta tristeza que aparece de forma intermitente pero afirma que no sufre ninguna aleta ración afectiva persistente, ni signo o síntoma de un trastorno del estado de ánimo. No presenta ninguna historia previa de trastorno de la conducta alimentaria ni de trastorno por tics.

En los últimos 5 años, Ana se ha ido aislando progresivamente a causa de sus rituales y de sus ideas obsesivas. No va sola a comprar a la tienda de comestibles por que la aterroriza que pueda hacer algo que la ponga en ridículo. Por tanto, solo sale de compras cuando la acompaña su marido o alguna amiga. Su aislamiento social y su necesidad de estar con su marido cada vez que sale han aumentado la tensión entre los cónyuges. Además de su tendencia a aislarse de los demás, la paciente ha empezado a tener dudas sobre si quiere tener un hijo o no. Su ambivalencia sobre un posible embarazo también contribuye al conflicto conyugal.

Ana acude a su primera entrevista psiquiatrita accediendo a las demandas de su esposo, quien había leído algo sobre nuevas investigaciones y nuevos programas terapéuticos para el Trastorno Obsesivo-Compulsivo, y la animó a buscar un posible tratamiento. Para Ana esto supone una tarea difícil, ya que tuvo una experiencia negativa cuando le comento lo que le pasaba a su ginecólogo. La paciente dice que se sintió humillada y que no quería buscar ningún tratamiento hasta que la insistencia de su marido le convenció a hacerlo.

Sus antecedentes médicos son irrelevantes con la excepción de leves cambios de humor premenstruales. Asegura que no ha sufrido de ningún traumatismo craneal ni infección del Sistema Nervioso Central. Su historia familiar incluye supersticiones, una extrema meticulosidad y comportamientos de acumulación en la madre y la abuela materna. También parece probable que haya una historia familiar de tics motores en el padre de la paciente y en dos tíos paternos. Ana no tiene antecedentes de abuso de alcohol u otras sustancias.

En la evaluación inicial, el examen del estado mental de la paciente revela un incremento de los movimientos motores, un afecto distimico/ansioso y llanto intermitente. No se evidencian trastornos del contenido o el curso del pensamiento.

anna


Ana es una maestra de escuela de 30 años con una historia inicia 5 años antes de comprobaciones repetitivas de sus boletines de calificaciones; repetición de su ruta de conducción y pensamientos persistentes acerca de males que puedan afectar a sus padres así como preocupación excesiva por su salud y dificultades para ir a comprar comestibles ella sola.

Las conductas de comprobación aparecieron por primera vez cuando Ana iba al instituto, cuando tenia que comprobar que la estufa estuviese apagada antes de salir de casa. Recuerda que sus rituales aumentaron progresivamente durante la facultad y en esa época empezó a leer una y otra vez las páginas de los libros antes de los exámenes.

Durante los últimos 5 años, la paciente ha sufrido unas escalada de sus síntomas. Puede pasar perfectamente 3 o 4 horas ocupada con sus rituales de comprobación. Emplea al menos una hora yendo y viniendo al comprobar los quemadores de la cocina, la estufa y la puerta principal. Una vez ha quedado convencida de que todo esta bien, vuelven las ideas obsesivas, y necesita comprobarlo todo de nuevo, ya que piensa que si no lo hace la casa se quemará o entrará algún ladrón. Suele pasar varias veces con su coche por el mismo sitio, por miedo a haber atropellado a alguien o tropezado con algo. Su agenda es una verdadera pesadilla, ya que tiene que comprobar una y otra vez todo lo que se ha registrado. Afirma que hay una asociación entre los pensamientos obsesivos sobre los males que pueden afectar a sus padres y sus comportamientos repetitivos. Por ejemplo, cree que debe llamar a su madre cada día por la mañana y por la noche, sin importarle los inconvenientes que esto suponga. Dice que esta obsesionada con la idea de que, si un día deja de llamar, su madre puede sufrir un infarto y morir, y será por su culpa, por haberse olvidado de llamarla.

Cuando habla con el especialista, Ana es capaz de reconocer que sus miedos son absurdos; sin embargo, le parece casi imposible no hacer estas llamadas diarias sin sentirse extremadamente ansiosa y asustada. La paciente también reza oraciones de un modo ritual, teniendo que empezar de nuevo cada vez que comete el más mínimo error. Dice que estas oraciones garantizan que sus padres seguirán gozando de buena salud. Una vez más, en el contexto de la consulta puede admitir que, si un día deja de rezar estas oraciones lo más probable es que la salud de sus padres no resulte afectada. No obstante, también comenta que cuando intenta excluir este ritual de sus rutinas, se siente muy asustada y culpable. La paciente también sufre numerosos pensamientos obsesivos y una gran ansiedad respecto a su salud, que no mejoran con la ejercitación de los rituales.

Además de los pensamientos obsesivos y rituales, Ana describe cierta tristeza que aparece de forma intermitente pero afirma que no sufre ninguna aleta ración afectiva persistente, ni signo o síntoma de un trastorno del estado de ánimo. No presenta ninguna historia previa de trastorno de la conducta alimentaria ni de trastorno por tics.

En los últimos 5 años, Ana se ha ido aislando progresivamente a causa de sus rituales y de sus ideas obsesivas. No va sola a comprar a la tienda de comestibles por que la aterroriza que pueda hacer algo que la ponga en ridículo. Por tanto, solo sale de compras cuando la acompaña su marido o alguna amiga. Su aislamiento social y su necesidad de estar con su marido cada vez que sale han aumentado la tensión entre los cónyuges. Además de su tendencia a aislarse de los demás, la paciente ha empezado a tener dudas sobre si quiere tener un hijo o no. Su ambivalencia sobre un posible embarazo también contribuye al conflicto conyugal.

Ana acude a su primera entrevista psiquiatrita accediendo a las demandas de su esposo, quien había leído algo sobre nuevas investigaciones y nuevos programas terapéuticos para el Trastorno Obsesivo-Compulsivo, y la animó a buscar un posible tratamiento. Para Ana esto supone una tarea difícil, ya que tuvo una experiencia negativa cuando le comento lo que le pasaba a su ginecólogo. La paciente dice que se sintió humillada y que no quería buscar ningún tratamiento hasta que la insistencia de su marido le convenció a hacerlo.

Sus antecedentes médicos son irrelevantes con la excepción de leves cambios de humor premenstruales. Asegura que no ha sufrido de ningún traumatismo craneal ni infección del Sistema Nervioso Central. Su historia familiar incluye supersticiones, una extrema meticulosidad y comportamientos de acumulación en la madre y la abuela materna. También parece probable que haya una historia familiar de tics motores en el padre de la paciente y en dos tíos paternos. Ana no tiene antecedentes de abuso de alcohol u otras sustancias.

En la evaluación inicial, el examen del estado mental de la paciente revela un incremento de los movimientos motores, un afecto distimico/ansioso y llanto intermitente. No se evidencian trastornos del contenido o el curso del pensamiento.
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC),que ha sido considerado hasta hace algunos años como una enfermedad psiquiátrica rara que no respondía al tratamiento, es hoy reconocido como un problema común que afecta al 2-3% de la población, es decir a más de 100 millones de personas en todo el mundo. No obstante el (TOC), es considerado en la actualidad como una enfermedad común dentro de la etapa de la adolescencia, marcada principalmente por el factor "inseguridad", derivando en muchos miedos y ansiedades que en algunos casos más que en otros provocan las famosas "manías-conductistas", que se pueden apreciar en actos repetitivos sin sentido. La edad en que la enfermedad se manifiesta o resalta con mayor fuerza es entre los 12 y los 16 años.

El descubrimiento de que algunos fármacos son eficaces en el tratamiento del TOC ha cambiado el punto de vista que se tenía de esta enfermedad. Hoy no sólo existen terapias eficaces para tratar el TOC, sino que hay una gran actividad investigadora sobre las causas que producen esta enfermedad y una búsqueda de nuevos tratamientos.

Una persona con TOC se da cuenta de que tiene un problema. Normalmente, sus familiares y amigos también se dan cuenta. Los pacientes con TOC suelen sentirse culpables de su conducta anormal y sus familiares pueden enfadarse con ellos porque no son capaces de controlar sus compulsiones. Otras veces, en su deseo de ayudarles pueden aparentar que los síntomas no existen, o justificarlos o, incluso, colaborar en sus rituales.
Definición

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un síndrome psiquiátrico perteneciente al grupo de los desórdenes de ansiedad caracterizado por:

* Obsesiones: Son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes que son egodistónicos, es decir, que no son experimentados como producidos voluntariamente, sino más bien como pensamientos que invaden la conciencia y que son vividos como repugnantes o sin sentido. El enfermo realiza intentos para ignorarlos o suprimirlos, a veces sin conseguirlo.
* Compulsiones: Son conductas repetitivas y aparentemente finalistas, que se realizan según determinadas reglas de forma estereotipada. La conducta no es un fin en sí misma, sino que está diseñada para producir o evitar algún acontecimiento o situación futura. Sin embargo, o bien la actividad no se halla conectada de forma realista con lo que se pretende impedir o provocar o puede ser claramente excesiva. El acto se realiza con una sensación de compulsión subjetiva junto con un deseo de resistir a la compulsión, por lo menos inicialmente. Por lo general, el individuo reconoce la falta de sentido de la conducta (algo que no siempre ocurre en niños pequeños) y no obtiene placer en llevar a cabo esta actividad, aunque le procure un alivio de su tensión.

En las personas que sufren este tipo de desorden, el pensamiento aparece dominado por una idea intrusiva o secuencia de ideas, que buscan apagar con comportamientos rituales, casi siempre muy caprichosos. Son plenamente conscientes de su trastorno, que es vivido como un malestar y puede estar asociado a un sentimiento de culpa o de vergüenza.

* Las obsesiones y las compulsiones: son una fuente significativa de malestar para el individuo o interfieren en su funcionamiento social.
* No debe confundirse con los desórdenes fóbicos.
* El trastorno obsesivo-compulsivo estadísticamente es más frecuente en varones que en mujeres.

Tipos de TOC

Dentro del TOC se pueden diferenciar siete tipos más comunes:

* Lavadores y limpiadores: son personas a las que carcomen obsesiones relacionadas con la contaminación a través de determinados objetos o situaciones.
* Verificadores: son personas que inspeccionan de manera excesiva con el propósito de evitar que ocurra una determinada catástrofe.
* Repetidores: son aquellos individuos que se empeñan en la ejecución de acciones repetitivas.
* Ordenadores: son personas que exigen que las cosas que las rodean estén dispuestas de acuerdo con determinadas pautas rígidas, incluyendo distribuciones simétricas.
* Acumuladores: coleccionan objetos insignificantes, de los que no pueden desprenderse.
* Ritualizadores mentales: acostumbran a apelar a pensamientos o imágenes repetitivos, llamados compulsiones mentales, con el objeto de contrarrestar su ansiedad provocadora de ideas o imágenes, que constituyen las obsesiones.
* Atormentados y obsesivos puros: experimentan pensamientos negativos reiterados, que resultan incontrolables y bastante perturbadores. No obstante, a diferencia de quienes sufren los demás tipos de TOC, no se entregan a comportamientos reiterativos de tipo físico, sino rumiaciones mentales.

Causas de los síntomas del TOC

Varias teorías sugieren una base biológica para el trastorno, y actualmente una serie de estudios están explorando esta posibilidad. La tomografía de emisión transaxial de positrón TETP y otras técnicas de representación del cerebro han sugerido que pueden existir algunas anormalidades en el lóbulo frontal y en los ganglios basales que influyen en los síntomas del TOC.

Otros estudios parecen indicar que pueden estar implicadas anormalidades en ciertos neurotransmisores, los mensajeros del cerebro. Uno es la serotonina, un neurotransmisor que se cree que ayuda a regular la disposición de ánimo, la agresión y la impulsividad. Las neuronas que responden a la serotonina se encuentran en todo el cerebro, pero especialmente en los lóbulos frontales y en los ganglios basales.

En esta enfermedad se muestra la facilidad del enfermo para obsesionarse por algo como la limpieza, las compras o incluso un programa de televisión. Esta enfermedad puede derivar de la inseguridad de las personas y se manifiesta por el hecho de que necesitan algo en que apoyarse o incluso sentirse bien o queridos.

Tratamiento

En los últimos años se han conseguido importantes progresos en el tratamiento de estos pacientes, disminuyendo notablemente las repercusiones físicas y sociales sobre ellos. Actualmente hay dos tipos de tratamiento: los fármacos y la psicoterapia específica; la combinación de ambos puede conseguir los mejores resultados, aunque algunos pacientes sólo responden a uno de los dos. De entre los fármacos, los más utilizados son los antidepresivos, que actúan selectivamente sobre los neurotransmisores o sustancias químicas implicados en el TOC. Entre un 50 y un 80% de los pacientes mejoran con ellos, aunque los efectos suelen tardar en notarse (aproximadamente 6-10 semanas). Por otro lado, la psicoterapia más utilizada es la terapia conductual, que consiste esencialmente en hacer que el paciente busque los estímulos y pensamientos que teme y se enfrente a ellos, y que después se resista a realizar los rituales compulsivos, de forma gradual y programada. Entre el 60-90% de los pacientes se benefician de esta terapia. Es muy importante que el seguimiento del tratamiento farmacológico lo haga el psiquiatra, que es la persona autorizada para ello, mientras que el tratamiento psicoterápico puede ser desempeñado y supervisado por él mismo u otro profesional de la Salud Mental (fundamentalmente el psicólogo). Por tanto, en ocasiones es recomendable un equipo terapéutico para intentar solucionar todos los aspectos que pueden ser mejorados en este trastorno. Otros tratamientos ensayados incluyen psicoterapia de otros tipos (no conductual), terapia electroconvulsiva (provocación de crisis epilépticas bajo control médico) y otros fármacos (litio, venlafaxina, neurolépticos), utilizados generalmente si no hay respuesta a los anteriores.

Una pequeña parte de los pacientes se muestra resistentes a todos los tratamientos anteriores; en ellos puede requerirse la psicocirugía, técnica de cirugía cerebral que consiste en la sección de fibras nerviosas y que consigue mejorías en el 25-30% de estos pacientes. Hoy en día estas técnicas se han perfeccionado mucho y las secuelas derivadas de ellas (crisis epilépticas, parálisis, trastornos del habla) se han reducido de forma importante.