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Compulsiones y obsesiones más frecuentes


© 2000 Leslie E. Packer, PhD. Todos los derechos reservados. Versión española de M.D. Cebriánde-
Miguel

Compulsiones y obsesiones más frecuentes
Las obsesiones son pensamientos intrusivos no deseados e irracionales que generalmente
producen ansiedad al sujeto. Las compulsiones son conductas rituales y estereotipadas en las
que entra el sujeto, normalmente como respuesta al pensamiento obsesivo, si bien, en algunos
casos, basta para ello con que el sujeto tenga esa sensación de retortijones en el estómago
que simplemente le lleva a “tiene” que hacerlos.
Obsesiones habituales
La investigación intercultural realizada sugiere que ciertos temas tienden a producirse en
todas las razas, culturas y sociedades. Los temas que a continuación se relacionan figuran
entre los más recurrentes:
- Contaminación (gérmenes, suciedad, productos químicos). Este es uno de los síntomas
más habituales en materia de prevalencia a lo largo de la vida. Los sujetos pueden
tener un miedo morboso a contraer SIDA u otro tipo de infecciones, pueden tener
miedo a tocar los grifos del baño, y pueden manifestar una horrible ansiedad si alguna
persona toca su comida.
- Duda. Un sujeto con TOC puede conducir en sentido descendente por una calle y, de
repente, sentir miedo a atropellar a alguien.
- Orden o simetría específica. Los objetos han de estar alineados o colocados de una
forma determinada. La simetría se conoce también como “nivelar” .
- Sentir la necesidad de tener las cosas “justo así” o “ bien”.
- Imágenes agresivas u horrorosas (miedo a hacer daño a la familia o a la propia muerte
o la de otras personas).
- Imágenes sexuales (temas especialmente inapropiados).
- Temas morales o religiosos o “escrupulosidad”.
- Necesidad de experimentar una determinada sensación (como quemar o cortar).
- Tener que ser perfecto en algo.
- Obsesiones numéricas: los números como propiedades mágicas o inductoras del
miedo.
Conviene destacar que los niños o niñas suelen carecer de elementos de autoanálisis
para detectar la irracionalidad de las obsesiones y compulsiones, y que pueden creer que todo
el mundo piensa y siente como ellos. Cuando un niño o un adulto tiene esa capacidad de
introspección, a menudo sienten el miedo a hablar de sus obsesiones a otras personas por
temor a que se les tome por “locos”. De hecho, muchos pacientes con TOC cuentan que “se
consideraban locos” hasta que se les diagnosticó y se les explicó el trastorno que padecían.
Compulsiones habituales.
- Rituales de lavado e higiene.
- Contar cosas: puede combinarse con otras compulsiones. Contar es frecuentemente
un “ritual silencioso”. Los profesores y los empleadores pueden no darse cuenta de
que la persona en cuestión tiene que contar mentalmente las cosas al tiempo que
intenta procesar o completar el trabajo. Ya que la duda acompaña al TOC, es
probable que dicho sujeto comience, de repente, a tener dudas sobre si ha contado
correctamente y, en consecuencia, tener que empezar a hacerlo desde el principio.
- Comprobar y recomprobar. Las personas con TOC comprobarán y
verificarán
© 2000 Leslie E. Packer, PhD. Todos los derechos reservados. Versión española de M.D. Cebriánde-
Miguel
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excesivamente todo, ya se trate de ver si han cerrado la puerta, han apagado el horno o
cerrado el grifo en la cocina, o de comprobar que no han atropellado a ninguna
persona. No es infrecuente que los pacientes con este trastorno lleguen tarde al colegio
o al trabajo, debido a que invierten un tiempo excesivo en revisar y recomprobar todo
en la casa. Es posible que, tanto en el colegio como en el trabajo, no entreguen a
tiempo los ejercicios y tareas demandadas porque se encuentren verificando y
volviendo a revisar de forma compulsiva su trabajo.
- Ahorrar o atesorar.
- Buscar palabras tranquilizadoras /conformidad en otras personas.
- Ordenar o arreglar cosas o hacer cosas una y otra vez, hasta que se alcanza la
sensación de “justo así”. Es como arrascarse una picazón hasta conseguir exactamente
la sensación necesaria que nos dice que ya podemos parar. Un niño con
TOC puede estar jugueteando con su ropa o pellizcarse o chupar o tocar hasta
obtener la sensación de “justo así”. De igual forma, una niña puede pedir a su
madre o su padre que le cuente una y otra vez el cuento con el que se duerme,
hasta que las veces que éste o ésta lo cuenta sean tantas como las que el niño
necesita oirlo. Si el padre intentara recortar la historia o no le proporcionara el
“igual” a lo que el niño tuviera que escuchar, éste repetiría “cuéntamelo otra vez”.
- Perfeccionismo. Los niños que tienen compulsiones de perfeccionismo en el
colegio, pueden sentir la necesidad de borrar y volver a hacer el ejercicio de clase
hasta llegar incluso a hacer agujeros en la hoja de tanto rehacerlos. El perfeccionismo
puede llevarles a quedarse levantados hasta altas horas de la noche hasta
que consiguen la perfección en sus deberes. Un signo de perfeccionismo en la
escritura puede observarse en la repetición continuada del movimiento circular de
hacer el punto de la letra i, hasta que sea perfectamente redondo y negro, y hasta
que un formulario electrónico para cumplimentar tenga los círculos en negro
perfectamente rellenos (y en el que, por lo general, se dejarán restos de haber
efectuado muchas rectificaciones y haber borrado varias veces).
- Rezar, parlotear. Algunos sujetos se ponen a rezar sistemáticamente como forma
de hacer penitencia o de blindarse contra pensamientos amedrentadores. Los niños
que tienen obsesiones de escrúpulos pueden sentirse obligados a hablar en voz alta
cuando alguna persona ha sido errónea o falsamente acusada.
- Compulsiones de repetición. Un ejemplo de este tipo es el del niño o niña que tiene
que leer hacia atrás una línea que acaba de leer hacia delante para evitar que
suceda algo terrible, o el de la persona que tiene que andar hacia delante y luego
hacia atrás por su pasillo un determinado número de veces, o salir por una puerta,
de una determinada forma, un número de veces específico.
- Evitación compulsiva. Cuando un lugar o situación determinada ha quedad
asociada a una conducta compulsiva, es posible que la persona empiece a evitar la
situación o el lugar, por miedo a perder el control y quedarse “paralizados”
realizando el ritual. En otros casos, un suceso o estímulo concreto puede ir
asociado a pensamientos terroríficos y, entonces, el sujeto intentará evitar ese
estímulo.
http://www.tourettesyndrome.net/Files/Compulsiones_y_obsesiones_m%C3%A1s_frecuentes.pdf

Ensalada de salud



http://www.elmundo.es/elmundosalud/blogs/saludmental.html
Jesús J. de la Gándara es psiquiatra y jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos.
Ensalada de salud

3 de noviembre de 2009.- Se celebró en Madrid, con cumplido éxito de crítica y público, el XIII Congreso Nacional de Psiquiatría bajo la tutela del Profesor Jerónimo Sáiz y su equipo, a quienes felicitamos por el éxito, pero sobre todo por haber atinado con el lema que lo ha presidido: 'Sin salud mental, no hay salud'. Y es que tienen razón. Siempre se ha dicho que si la cabeza va mal, todo va mal.

De nada te sirve tener estupendo el colesterol, las arterias, el bazo o el espinazo, si la cabeza no te funciona. Buena prueba de ello es que hasta hace bien poco, la mayoría de las personas enfermas mentales apenas se preocupaban de su salud física, ya tenían bastante con preocuparse por sus tribulaciones y angustias; ni sus médicos tampoco, bastante tenían con mejorar y estabilizar a los pacientes.

Ahora, la salud física de los enfermos mentales es un asunto prioritario para los psiquiatras, y los indicadores de salud general en los enfermos mentales han mejorado ostensiblemente en consonancia con la mejoría de los tratamientos y la promoción de actitudes preventivas e higiénicas. En definitiva, hoy sabemos que la buena salud física es cardinal para la vida de los enfermos mentales, pero para que se preocupen por ella han de estar bien cuidados, compensados, equilibrados y estables de la salud mental, lo cual sólo es posible con tratamientos eficaces, seguros y mantenidos.

Pero volvamos al lema: ¿Qué pasa con la salud mental de los enfermos somáticos? Pasa que, en general, las resistencias a todo lo que suene a mental o psiquiátrico hace que muchas personas con enfermedades somáticas crónicas, graves, incapacitantes, dolorosas y sufrientes accedan a las ayudas que la parte 'psico' de la medicina podría aportarles. Por ejemplo, la presencia de depresión o ansiedad en enfermedades dolorosas crónicas es abrumadora y la suma de ambos factores, el psíquico más el somático, acabará haciendo que muchas de esas enfermedades se hagan resistentes a los tratamientos, se cronifiquen o se compliquen con problemas laborales, sociales, etc.

Muchas personas con dolor más depresión acabarán teniendo bajo rendimiento, bajas laborales, incapacidades permanentes o, simplemente, siendo despedidas. Un reciente estudio español, realizado con más de 7.152 pacientes de Atención Primaria y presentado por uno de los investigadores, el doctor A. L. Montejo, lo refleja claramente: el 59% de los pacientes con ansiedad y el 78% de los pacientes con depresión presentan síntomas dolorosos, y la presencia de síntomas psíquicos más somáticos es lo que más deteriora el funcionamiento social y la productividad laboral.

Pero no queda ahí la cosa. Si es evidente que sin salud psíquica no hay salud física y sin ambas no hay salud social, resulta que sin ésta tampoco podremos estar bien de las anteriores. En efecto, eso es justamente lo que reflejan los resultados de otro estudio elaborado por investigadores de la Universidad de León (J. J. Fernández y colaboradores), recientemente dado a conocer. Afirma que el 60% de los trabajadores españoles reconoce sufrir problemas de salud mental por culpa de su trabajo. Entre los factores laborales de mayor riesgo se encontrarían las nuevas patologías laborales como el 'burn out' o la adicción al trabajo, y aún más en plena crisis, en la que la amenaza del paro o la sobrecarga de los que se mantienen, hacen del trabajo un asunto peligroso para la salud mental.

En definitiva, la idea fuerte es que comprobar cómo diversos datos provenientes de varias fuentes confluyen y confirman lo que siempre se ha dicho, que la salud es el resultado de un complicado entramado de elementos bio-psico-sociales, cualquiera que sea el orden de estos factores en la ecuación, aunque casi siempre se ha asociado más al concepto de salud lo somático que lo psíquico o lo social. Por eso es estimable que el lema del congreso anteponga lo 'psico' en la ecuación. Si no te funciona bien la cabeza, para nada te sirve tener bien las arterias, ni los huesos, ni nada.

Curiosamente, cuando estoy a punto de acabar este post, me llega último número de la revista 'Archives of General Psychiatry' (Oct. 2009) en que unos investigadores de la Universidad de Navarra (A. Sánchez-Villegas y colaboradores) demuestran que "la dieta mediterránea previene la depresión" ¡Estupendo! Qué mejor colofón para este artículo de 'saludes' españolas.

Los tres ingredientes de la salud unidos por la dieta mediterránea, que además de ser buena y rica, es asequible incluso en tiempos de crisis. Lo dicho, la salud global es como una sabrosa ensalada mediterránea, elaborada con elementos psíquicos y somáticos que posibilitan un funcionamiento social adecuado. Y lo mejor de todo es que tenemos datos españoles que lo confirman y nos permiten ser optimistas, para, como diría Séneca, "conservarnos buenos".

Identificada la región del cerebro que regula los hábitos



La “plantilla” se almacena en la memoria para reactivarla ante la más mínima señal

En el cerebro existe una región que cambia cuando adquirimos un hábito determinado, que vuelve a cambiar cuando este hábito se abandona, pero que rápidamente se reactiva cuando algún elemento nos recuerda la vieja costumbre abandonada. Dado que adquirir una rutina supone un esfuerzo considerable, el cerebro almacena en su memoria la “plantilla” del hábito, para reactivarla ante la más mínima señal. Estos patrones se desarrollan y establecen en el llamado ganglio basal, cuyas funciones son esenciales en la adquisición de los hábitos, las adicciones y los procesos de aprendizaje. Su descubrimiento ayudará al tratamiento de enfermedades como el Parkinson o las obsesiones. Por Marta Morales.

Identificada la región del cerebro que regula los hábitos


Los hábitos más arraigados en nuestras acciones jamás se eliminan del todo, señala un estudio realizado por el MIT. Eso explicaría, por ejemplo, que los ex fumadores no puedan, después de años de haber dejado el tabaco, volver a fumar ni siquiera un cigarro, porque enseguida recuperarían el antiguo hábito.

Los hábitos nos ayudan en la vida cotidiana, porque permiten que no tengamos que estar decidiendo cada uno de nuestros actos continuamente. Rutinas constantes quedan de esa manera delimitadas antes incluso de que nos pongamos manos a la obra, lo que nos hace ganar tiempo.

Los malos hábitos, sin embargo, también existen, y condicionan nuestro comportamiento y nuestra mente. La dificultad para deshacernos de ellos es mayúscula. Además, una vez que se pierden, quedan latentes dentro de nuestro cerebro, tal como explican los autores de esta investigación en un artículo que publica la revista Nature.

Según este estudio, dirigido por Ann Graybiel, investigadora del MIT, existe una región del cerebro específica que cambia cuando adquirimos un hábito determinado, que vuelve a cambiar cuando este hábito se abandona, pero que rápidamente se reactiva cuando algún elemento nos recuerda la vieja costumbre abandonada.

Adquirir una rutina supone un esfuerzo considerable para el cerebro, por lo que éste almacena en su memoria la “plantilla” del hábito, para reactivarla ante la más mínima señal. Ann Graybiel se dedica a investigar para el MIT los comportamientos vinculados al ganglio basal, así como la regulación de la segregación de dopamina del cerebro.

Actividad del ganglio basal

Es cuestión de los patrones que siguen las neuronas: cuando se aprende un nuevo hábito, la actividad de éstas se transforma, se vuelve a transformar cuando el hábito se deja voluntariamente y, finalmente, la actividad neuronal aprendida con los hábitos se recupera con suma facilidad, por lo que nunca se debe bajar la guardia.

Estos patrones se desarrollan y establecen en el llamado ganglio basal, una región del cerebro cuyas funciones son esenciales en la adquisición de los hábitos, las adicciones y los procesos de aprendizaje. Asimismo, esta región cerebral está implicada en el movimiento y control motor, y su disfunción puede provocar graves enfermedades, como el Parkinson, la enfermedad de Huntington, la parálisis supranuclear progresiva, una degeneración corticobasal, una atrofia multisistémica, la enfermedad de Wilson y la distonía (trastorno del movimiento corporal).

El funcionamiento del ganglio basal en lo que respecta a los hábitos ha sido estudiado por Graybrel en laboratorio con ratas que debían conseguir una chocolatina situada al final de un laberinto con forma de T. El experimento consistió en que las ratas aprendieran a asociar un determinado sonido con la situación de la recompensa comestible. Después, los investigadores cambiaron el entorno quitando la chocolatina, de manera que consiguieron acabar con el hábito. Finalmente, cuando volvieron a colocar la chocolatina en el mismo punto en que se encontraba al principio, los patrones neuronales creados por el hábito se restablecieron inmediatamente en el cerebro de las ratas.

Al empezar el experimento, cuando las ratas estaban aprendiendo a atravesar el laberinto, las neuronas se activaban, como si cada paso fuera importante. Según iban aprendiendo, por medio de señales sonoras que les indicaban que dirección seguir, qué recorrido debían hacer para alcanzar la chocolatina, las neuronas del ganglio basal aprendían también.

Una vez que las ratas podían reconocer a la perfección las señales sonoras, las neuronas implicadas en el proceso del recorrido se activaban notablemente al inicio y al final de éste, y se detenían cuando las ratas recorrían el ya conocido laberinto, como si el conocimiento se hubiese centrado únicamente en hallar la recompensa, una vez que el camino hasta ella ya había sido archivado en la memoria.

Comenzar y acabar

El siguiente paso del experimento fue quitar la chocolatina, por lo que las claves sonoras se volvieron absurdas. Este cambio hizo que cualquier detalle del laberinto pareciera de nuevo relevante, y las neuronas volvieron a ponerse en marcha durante el recorrido por éste. Las ratas de pronto dejaron de correr en busca de la chocolatina ahora inexistente, y el patrón adquirido de búsqueda desapareció de la actividad neuronal del cerebro. Pero tan pronto como los investigadores volvieron a poner la chocolatina, el patrón neuronal aprendido apareció de nuevo rápidamente.

De este experimento se infiere que los patrones aprendidos de un hábito quedan de alguna forma archivados en el cerebro, y que por lo tanto no pueden extinguirse del todo. La memoria parece retener no sólo la acción, sino también el contexto en que se desarrolla el hábito, ante cuya imagen los patrones neuronales se ponen en marcha de nuevo.

Graybiel señala que el comienzo y el final de los patrones neuronales que generan los hábitos reflejan la naturaleza del comportamiento rutinario: una vez que empezamos una acción habitual, seguimos con ella casi sin pensarlo, hasta que paramos. Estos comienzos y finales apuntan a ciertas enfermedades: a los enfermos de Parkinson les cuesta empezar a andar y la gente obsesivo-compulsiva tiene problemas para detener una actividad determinada. Este tipo de enfermedades puede ser mejor comprendida gracias a este experimento, así como las adicciones, de las que nunca se libra por completo nuestro cerebro.


http://www.tendencias21.net/Identificada-la-region-del-cerebro-que-regula-los-habitos_a763.html

LA SOMATOPSICODINAMICA DE LA OBSESION


http://www.esternet.org/la_somatopsicodinamica_de_la_obsesion_navarro.htm

FEDERICO NAVARRO

REVISTA ENERGIA, CARACTER Y SOCIEDAD.

El síntoma obsesivo (del latín obsedere = asediar) se caracteriza por ser un autosedio que el individuo realiza a través de una dinámica de pensamiento masoquista, pudiendo traducirse o no en un comportamiento de este tipo, en una compulsión observable para el exterior. El pensamiento masoquista se caracteriza porque los contenidos son impuestos a la consciencia, pero, a diferencia de la situación psicótica, se reconocen como propios, aunque son vividos como intrusivos e invasivos. A menudo son multiformes y en general presentan una singular y específica prevalencia. Es el psiquismo de defensa lo que se hace obsesivo. El comportamiento en tales casos se caracteriza por una meticulosidad que tiende a un orden en sí mismo convirtiendo en ceremonia o ritual, sirviendo así para “controlar mágicamente” la idea obsesiva fundamental.

Las obsesiones pueden ser:

1) Simples.

2) Interrogativas.

3) Inhibidoras.

4) Impulsivas.

Janet las encuadra en la sintomatología de la psicastenia.

Desde el punto de vista clínico tenemos:

1) Obsesiones enmascaradas de dolor (Stekel).

2) Obsesiones somáticas, preocupaciones por el cuerpo o por órganos específicos, en los que se halla presente el sentido de culpa (ejemplo: la nariz, el sujeto vive aquí experiencias en términos de bloqueo nasal), pudiendo llegar a la dismorfofobia).

3) Obsesión traumática (histeria de Pascal),

4) Obsesión de prueba. El sujeto recita para volver al comportamiento exigido por el ambiente social (Reik. Ejemplo del vals).

La interpretación habitual de la obsesión es la de una defensa psicológica contra los impulsos agresivos o sexuales en relación al complejo edípico no resulto, que viene regredido a nivel sádico-anal, pero también a este nivel los impulsos son intolerables por lo que se transforman en formaciones reactivas (Freud 1923-1926).

La compulsión (del latín “compellere”) es un esfuerzo por comunicar, manteniendo “a distancia” al observador.

El mecanismo obsesivo se instala en sujetos represivos ansiosos. Desde la visión reichiana, se trata de una situación oral (nivel de la boca), asociada a un estado de angustia (nivel de diafragma), por lo cual deberemos saber de qué se defiende el sujeto, de qué tiene miedo.

La tonalidad emotiva de tales sujetos nos dice que hay una prevalencia funcional del cerebro límbico sobre los otros dos cerebros (reptiliano y córtex).

Si introducimos la obsesión en el discurso de la psicopatología funcional en relación a la dinámica separación - apego, podemos hipotetizar que el obsesivo está en una condición de ambivalencia; se trata de un oral que tiende a regredir (de hecho, en algunos casos el obsesivo camina hacia un delirio disociativo que junto a un miedo angustioso se convierte en fóbico), o bien de un oral que intenta alcanzar una posición pseudogenital histérica, viéndose impedido por un profundo sentido de culpa de origen edípico, con el consiguiente temor a la punición-castración.

Por ello podríamos decir que con esta psicopatología se pierde lúcidamente la vida.

A. Meyer habla precisamente de tensión obsesiva reanimativa: Se trata de una oralidad reprimida con un bloqueo ocular evidente, desconfianza (miedo lateralizado), y con fragmentación del espacio-tiempo (circularidad) que lleva a automatismos psicológicos cuando prevalece el cerebro reptiliano (R. Complex).

El obsesivo a través del síntoma es el dueño de su esclavitud, ya que obedece a una ley ideal de naturaleza esquizoide, que le obliga a la retención afectiva por el miedo al contacto, favoreciendo así la rigidez caracterial. De ahí que ritualicen la vida para buscar una estabilidad y poder acceder al espacio-tiempo, a través del pensamiento mágico (circularidad). En tales casos utilizan interrogatorios interminables, situaciones maníacas respecto a los presagios del más allá, escrupulosidad, arritmomanía, todo ello enclavado dentro de la coacción de repetición. Buscando de esta forma compensar su masoquismo (diafragma) con rasgos de omnipotencia narcisista (cuello). Consecuencia de un atroz sistema de castigo en el que la obsesión equivale a una reprimenda (generalmente vinculada a la situación infantil) como tentativa catártica hacia una idea no totalmente reprimida.

Todo esto explica por qué Lacan decía que: “el obsesivo vive como si ya estuviera muerto para así protegerse del miedo a la muerte”. El pensamiento del obsesivo, observa Ey, tiene una modalidad pulsatoria ligada a una temperamentalidad neurodistónica excesiva. Manifestaciones obsesivas como la cleptomanía o el exhibicionismo son polaridades comportamentales como desafío contra el super-yo y la acción de un super-yo es siempre reactiva. Una persona “sana” no necesita super-yo.

¿Es normal que tenga pensamientos repetitivos despuésde una experiencia traumática?



¿Es normal que tenga pensamientos repetitivos despuésde una experiencia traumática?

- Cuandos e vive una situación muy estresante, llorar, sentir un nudo en la garganta, vacío en el estómago, bloquearse o tener dolores de cabeza son las reacciones inmediatas más normales.

- Una vez que ha pasado la situación angustiante, es normal tener pensamientos repetitivos sobre lo sucedido. Algunas personas, incluso llegan a pensar que la vida se acaba o que no tiene sentido seguir viviendo.

-Cuando algo nos impacta mucho y nos produce emociones intensas, nuestro cerebro necesita pensar sobre ello para digerir lo sucedido. Por eso son frecuentes las obsesiones y las pesadillas.

- A veces, uno se puede encontrar incluso raro, como si no fuera el mismo. Hay que saber, que es necesario que pase un tiempo para poder aprender a manejar lo sucedido.

- Podemos sentir rabia, culpa o inseguridad, o simplemente preguntarnos porqué nos tenía que sucedernos ésto precisamente a nosotros.

- Algunas personas, se sienten nerviosas, tienen taquicardia, fatiga, pierden el apetito o se encuentran muy sensibles.


No hay que alarmarse, todos estos síntomas forman parte de una reacción normal de tu cuerpo que se ponen en marcha tras una situación en la que has vivido una amenaza vital intensa.

¿ Qué puedo hacer?

- A veces sólo hace falta tener un poco de paciencia y dejar que pase un poco de tiempo. La mayoría de las personas consiguen superar un suceso extresante e incluso se hacen más fuertes tras una vivencia difícil.

- A veces pensamos que la vida no merece la pena y es mejor morir o haber muerto. No hay que dejarse llevar por éstos pensamientos, ten paciencia y aguanta, si pudiste sobrevivir a aquello, podrás sobrevivir también a tí mismo y tus propios pensamientos.

- Es posible pasr una temporada en la que se bebe un poco más de alcohol o tomar fármacos de forma moderada para soportar la situación. No hay nada malo en ello, siempre que no se vuelva un habito o se trasforme en un consumo abusivo.

- Acepta tus pensamientos y tus emociones negativas, piensa que tu cerebro está trabajando a marchas forzadas para comprender lo que ha sucedido y sacar conclusiones.

- Es muy importante intentar estar acompañado, sobretodo por tu familia, tus amigos u otras personas que te puedan apoyar y comprender. A veces es muy enriquecedor compartir la experiencia con alguien que haya pasado por lo mismo, te puede dar muchas claves para superarlo.

- Si puedes, refúgiate en la rutina diaria y sigue trabajando, tendrá tu mente ocupada en otras cosas y te ayudará a comprender que la vida sigue su curso a pesar de todo.

- Disfruta de los pequeños momentos y de todos esos pequeños placeres que apenas valoramos en nuestro día a día ( el sol, una conversación, la musica, tener una casa donde vivir...). Piensa que a pesar de todo eres un afortunado, pues puedes seguir viviendo.

- Cuando pase un tiempo y si te encuentras con fuerzas, intenta ir al lugar donde sucedió el acontecimiento estresante. La primera vez que vuelvas allí, es importante que vayas acompañado por alguien que te quiera y te comprenda. Los lugares están llenos de las emociones que vivimos en ellos, pero esas emociones se pueden cambiar. No te dejes derrotar si el primer día te derrumbas en ese lugar, es normal que te vuelvas a sentir mal allí. Tendrás que volver más veces y comprobarás como las emociones negativas se apaciguan y se controlan con el tiempo. Si lo consigues, habrás superado tus miedos y serás mucho más fuerte que antes.


- Si todo lo anterior falla; NO TE RINDAS, QUIÉRETE, aún quedan miles de soluciones. Algunas de ellas pasan por aprender técnicas de relajación o consultar a un profesional. Piensa que ellos están acostumbrados a tratar con muchas personas con problemas como el tuyo y han visto cómo mucha gente como tú que ha superado problemas que parecían imposibles de solucionar.

Un cordial saludo desde psiquiatriaypsicologia.com

Mejor imposible


Mejor imposible

SONIA CERVANTES

Más de uno y de una se vio reflejado en la pantalla de muchos cines cuando en 1997 Jack Nicholson interpretó magistralmente el papel de un obsesivo compulsivo en la película que da nombre al presente artículo. En ella, el actor debe hacer frente a la tortura diaria (de manera cómica y distendida) que supone el ser esclavo de las propias obsesiones y compulsiones que empujan a quien padece este trastorno a convertirse en un simple ejecutador de rituales para calmar la ansiedad que le provocan sus pensamientos recurrentes.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) se caracteriza por las obsesiones y/o compulsiones que consumen tiempo, son estresantes y/o interfieren con las rutinas, las reacciones interpersonales o el funcionamiento cotidiano. Las obsesiones constituyen impulsos, ideas, imágenes o pensamientos persistentes que se introducen en la mente de la persona y provocan una preocupación o ansiedad excesivas. Las compulsiones conforman actos o conductas repetitivos que se ejecutan como respuesta a las obsesiones para aliviar o evitar mágicamente algún acontecimiento temido, tal como la muerte, la enfermedad o algún infortunio percibido (Cherry Pedrick, Bruce M. Hyman).
Con un panorama como éste no es de extrañar que el sufrimiento de quien padece un TOC pueda llegar a ser incapacitante pues el consumo de energía y la dedicación diaria a cada uno de los rituales pertinentes, acaban por agotar y desesperar a cualquiera.
Quizá nos tomemos a excentricidad ciertos comportamientos como intentar no pisar las juntas de las baldosas, tener que cerrar la luz tres veces, contar los números de las matrículas de los coches una y otra vez o lavarse las manos decenas de veces al día por miedo a que los gérmenes puedan llegar a contagiar alguna enfermedad, pero no son más que los posibles síntomas de que si no ponemos remedio, con el tiempo acabaremos por controlar y ritualizar la mayoría de nuestros actos.
Según Pedrick y Hyman, autores del manual Guía práctica del trastorno obsesivo compulsivo, el TOC afecta aproximadamente al 2,5% de la población (lo que supondría que en un país de la población de Estados Unidos hay 6.600.000 hombres, mujeres y niños que lo padecen). Parece ser que más de la mitad desarrollan el trastorno antes de los 25 años y una pequeña proporción (aproximadamente el 15%) lo hacen pasados los 35. Y las mujeres nos llevamos la peor parte, pues los datos indican que la incidencia es superior en nosotras.
Si bien es cierto que la aparición de los síntomas es gradual, hay ciertas circunstancias vitales que pueden precipitar unas aparición súbita. Normalmente son situaciones en las que los niveles de estrés son elevados (cambios de residencia, embarazo, ruptura de pareja, etc.).
La complejidad del trastorno requeriría más líneas de las disponibles en el presente artículo, de manera que apuntaré brevemente lo que puede parecer estar en la base de casi todo trastorno: el pensamiento disfuncional asociado. Hay una serie de creencias erroneas que, a pesar de constituir errores cognitivos y por el hecho de seguir creyendo en ellos, pueden dar forma y llegar a crear esa incoherencia comportamental que se observa desde fuera, desde los ojos observadores de quien no padece dicha disfuncionalidad cognitiva y comportamental. En el caso del TOC, algunos de estos pensamientos hacen referencia a ideas que giran entorno a la creencia de un mundo hecho sólo de blancos y negros, a la búsqueda insaciable y estéril del perfeccionismo, a una moralidad excesivamente rígida, al pensamiento negativista exclusivo y a la baja o nula tolerancia a la incertidumbre.
Como pueden observar, casi siempre hablamos de miedo e inseguridad, dos terribles enemigos para la estabilidad emocional. De vez en cuando podríamos aprehender (con h) las sabias palabras de Helen Keller, un gran ejemplo de superación, cuando decía aquello de a pesar de que el mundo se encuentra lleno de sufrimiento, también está repleto de modos de superarlo. Y quien sufre TOC también puede llegar a conseguirlo.
www.soniacervantes.com
http://www.laverdad.es/alicante/20091014/opinion/mejor-imposible-20091014.html

Enfermedad mental y poder


http://pacotraver.wordpress.com/2008/09/07/

Si la histeria se caracteriza por la estrategia global de la seducción, la obsesividad se ha especializado en otro tipo de estrategias destinadas a obtener control y predictibilidad sobre la realidad significativa, si se trata de una relacion interpersonal se tratará de obtener control sobre las vicisitudes de esa relación y anticiparse a las maniobras del otro y si se trata de algo más abstracto el asunto deberá contemplarse desde la óptica de una ganancia sobre la incertidumbre implícita en cualquier sistema vivo que por estar vivo está sometido a una cierta variabilidad y por tanto impredictibilidad.

Las tareas obsesivas no son cualquier cosa y consumen muchos más recursos que las tácticas histéricas por tratarse de una forma de dominio mucho menos sutil y en cierto modo más abstracto que en las estrategias histéricas que son directas y que señalan a ese otro de una forma significativa, el obsesivo no es obsesivo solamente con sus objetos significativos sino que él mismo es la encarnadura de la perfección, quedando en este sentido descolocados todos los demás, pero el perfeccionismo de los obsesivos no va destinado a obtener poder directamente sobre alguien sino más bien a no perder el poder o control que se tiene sobre algo. Los obsesivos son impositivos con los demás en tanto aquellos suponen un obstáculo para el autocontrol, un obstáculo para la excelencia que persiguen, pero también una excelencia en cierto modo teñida de “rincones por lavar”, una excelencia en retortijones.

Si en este post ilustré la táctica de la queja con una imagen de una “oficina de reclamaciones” la imagen que gobernará este otro será la del “manual de instrucciones”. Así es la vida con un obsesivo/a una lista de tareas, órdenes y prioridades difíciles de recordar para quien no las usa como defensa para evitar la sorpresa, de ahí su pasión por los libros de instrucciones y también su conversión paulatina en uno de ellos. Pues eso es precisamente lo que el obsesivo suele buscar: una vida sin sorpresas, es decir una vida desvitalizada y no sometida al imperio de la disolución, del error o de la imprecisión.

Modalidades obsesivas.-

Schopenhauer (que era un gran obsesivo) dejó escrita esta frase:

“Alejarse de todo deseo, manteniendo sólo el deseo de saber”

Parece mentira que tan profundo filósofo no cayera en la profunda paradoja que plantea esta formulación, pues ¿sin deseo como mantener el deseo de saber? Naturalmente Shopenhauer resolvió este enredo que es el mismo que aqueja a los obsesivos mal dotados intelectualmente y que suelen aceptar la condición numero uno y dejan por tanto sin colmar la numero dos, aunque es evidente que la condición numero dos no suele estar entre la paleta de deseos de casi nadie. Saber -el deseo de- es hoy una excepción que ha sido sustituida por otros deseos más mundanos como consumir, divertirse o fornicar y ahi no suele haber contradicción con los obsesivos recientes aunque los obsesivos profesionales lo suelen pasar mal tanto para gastar dinero como para divertirse y por supuesto para relacionarse sexualmente.

Estas son las estrategias que he disecado y que pertenecen a la paleta obsesiva:

•El embalsamamiento del deseo
•La parsimonia
•El perfeccionismo
•La indecisión
Se trata de estrategias difíciles de identificar separadamente pues suelen presentarse solapadas y de forma secuencial, pues una es condición causal de la siguiente, la parsimonia puede definirse como una actitud de retardo que efectivamente puede estar relacionada con la duda que suele presidir la conducta observable de los obsesivos y a la vez la indecisión procede del miedo a equivocarse que es tan frecuente en los perfeccionistas que movidos por su pasión por la excelencia no tienen más remedio que constreñir su campo deseante a veces convirtiéndolo en un museo, es entonces cuando hablamos de embalsamamiento y otras veces de procrastinación, es manía de postergar o dejar inacabadas algunas tareas y que seguramente está destinada a preservar la autoestima.

Existe por tanto un cierto parentesco entre la obsesividad y el realismo ingenuo que tiene como actitud filosófica general a la navaja de Occam pues el principio de economía que la guía es muy similar a la constricción o economía de recursos (limitación de la libertad de un sistema) que suelen realizar los obsesivos con la vida, su percepción, su cognición y sus emociones en general, es como si hubieran decidido vivir en un entorno predecible para lo que es necesario aplicar la susodicha navaja y exfoliar a la realidad de todo aquello que resulte amenazante. Es por eso que los obsesivos escotomizan la realidad y dan la impresión de ser dogmáticos, tozudos y autoritarios: su mundo ha quedado podado de inconvenientes en tanto que ellos han sido capaces de reducir la libertad del sistema y por tanto la incertidumbre a su mínima expresión.

Pero se trata naturalmente de una ilusión omnipotente, pues lo que sucede es que la libertad duele y los obsesivos desplazan el sufrimiento de arriba abajo y somatizan continuamente aquellos afectos que han sido arrancados de su conciencia: son los grandes somatizadores, los grandes enfermos psicosomáticos y los grandes sufridores tras las calamidades, lo que en psiquiatría llamamos trastosrnos adaptativos, son sus mejores candidatos.

Porque aunque parezca a veces bien adaptado lo es por defecto, en realidad está adaptado a un mundo como si fuera permanente, sin cambios o movimiento, los obsesivos se alinean junto a Parmenides y en contra de Heráclito, el obsesivo es una de esas estatuas que componen mimos en los parques infantiles, el obsesivo es inmutable y practica -aspira-a la quietud pero por dentro bulle. Y nunca descansa , es el gran anticipador de la psicología y por lo tanto una persona que está o aparece continuamente preocupada y frecuentemente también ocupada o apurada en algo, usualmente a causa de su inquietud y su hiperactividad.

Preocuparse por algo es anticipar ese algo en clave de disturbio o de contrariedad para los propios intereses, el preocupado hace una anticipación negativa una prospección inquieta del futuro. Ocuparse de algo es hacer frente a esa contrariedad cuando ya se ha producido, el obsesivo se preocupará por esa contrariedad antes de que aparezca hasta que esa preocupación le interferirá en el sueño o llene su conciencia durante todo el tiempo sin que encuentre alivio en procurarse tranquilización, relativización o sosiego. La preocupación suele además aparecer de una forma alienada como si el sujeto no hiciera nada intencional y la citada idea apareciera en la mente imponiéndose a cualquier otra o representación hasta que se convierte en una obsesión. La preocupación es pues la causa que precede a la obsesión que se define precisamente en función de una lucha interior en la que el obsesivo acaba perdiendo y experimentándose como una perdida de libertad sobre lo que volveré más abajo.

La razón por la que nos preocupamos (antes de ocuparnos de ese algo) es porque nuestra mente está entrenada en adelantarse a la impredictibilidad de la vida elaborando un mapeo de posibilidades de las circunstancias posibles. Es como si anticipar algo disminuyera la posibilidad de que ocurriera ese algo. Se trata de un resto de nuestro pensamiento mágico que puede resultarnos útil según en que circunstancias apliquemos esta anticipación, algo que solemos hacer cuando conducimos y tratamos de adivinar -a partir de algunos indicios- la maniobra extraña que se propone hacer el vehículo que llevamos delante. Si lo que pretendemos anticipar es la muerte de un ser querido es obvio que fracasaremos, la anticipemos o no sucederá inexorablemente. En este sentido es bien cierto que anticipar algo tiene efectos beneficiosos en el psiquismo humano, es más que evidente que las cosas que suceden por sorpresa tienen un mayor impacto que aquellas sobre las que ya hemos pensado. Es muy probable que esta sea la razón por la que los obsesivos se preocupan por anticipado: para reducir el efecto sorpresa de algo que podría suceder cuando no de algo que desean o temen.

Lo queramos o no los seres humanos somos, estamos condenados a ser libres, pues tenemos un cerebro diseñado para moverse en un campo impermanente (en continuo cambio) y sobre el que debemos realizar constantemente decisiones aun a sabiendas de nuestra imposibilidad de predecir el devenir que sabemos en movimiento. La libertad no es sólo una abstracción o una utopía política sino la condición ontológica de lo humano, de nuestro registro de decisiones y de las consecuencias que se derivan de ellas, una libertad que conocemos con el nombre de libre albedrío. La libertad aplicada a la mente humana es algo muy concreto, “o esto o lo otro”, nuestra vida mental está en perpetua ebullición en el sentido de que vivir es optar, es decir bifurcar el mundo a través de nuestras decisiones.

Adquirir control sobre algo supone reducir los grados de libertad de ese todo que llamamos realidad y que nos incluye a nosotros mismos en ella. No hay ganancia de control sin perdida de libertad.

Este es el drama sobre el que discurre la vida de los obsesivos, su libertad ontológica les lleva a enfrentar un mundo en cambio permanente y al que frecuentemente no pueden domesticar a través de maniobras de dominio, cuando estas fracasan su intensa angustia psíquica toma caminos que frecuentemente discurren paralelos a las enfermedades físicas y que conocemos como trastornos psicosomáticos y cuando discurren en el plano de lo mental hacia el TOC o la paranoia, frecuentes destinos de la organización psíquica obsesiva.

Los obsesivos son además muy vulnerables al estrés. Sucede por una razón: el estrés se define como algo externo que colapsa la organización mental individual. Pero los factores de estrés -aunque se han estudiado independientemente del receptor- por su intensidad, en realidad no pueden entenderse sin el concurso del estresado. En mi opinión no existe estrés que sea comprensible aisladamente de aquel que lo sufre. Si descontamos algunos supuestos extremos, como la muerte de un hijo o la experiencia de una catástrofe o el impacto de una ruina económica sobrevenida, los factores de estrés son a veces tan sutiles que resultan inclasificables. Sucede porque el individuo hace algo con ese estrés que sufre y muchas veces lo que hace es agravarlo mediante una conducta evitativa o una conducta de victimización o de hiperactividad que por si misma no hace sino agravar la situación previa objetiva de estres externo.

La solución del problema es a veces el problema.

Sucede porque la mayor parte de las calamidades de la vida son inevitables, pero al mismo tiempo también son impermanentes, no duran siempre, es por eso que los médicos antiguos recetaban “jarabes de tiempo” o lo que es lo mismo, esperar y sobre todo aceptar. Ante lo irremediable no cabe más remedio que la aceptación. El dilema, claro está, reside en discriminar aquello que tiene de lo que no tiene solución y es precisamente eso lo que los obsesivos no saben llevar a cabo. Movidos por la falsa idea una distorsión cognitiva- de que cualquier cosa puede ser resuelta con esfuerzo o fuerza de voluntad, se dedican a negar la gravedad de situaciones realmente graves, bien a minimizarlas o a agravarlas realmente en la suposición de que ellos podrán resolverla y controlarla añadiendo complicaciones nuevas a problemas antiguos. En el otro extremo los fóbicos evitadores hacen siempre un balance opuesto y se llegan a agobiar por pequeños problemas de la vida cotidiana a los que no saben afrontar más que escabulléndose.

En cualquier caso ambos grupos componen una población muy sensible a las variaciones y exigencias de la vida, su equipamiento para adaptarse a estos cambios es muy insuficiente debido precisamente a su tendencia y adoración al control que llega a constituirse como una seña de identidad tal que al perderlo pueden sufrir un colapso mental. Los trastornos adaptativos son en realidad muy poco adaptativos, señalan más bien una disfunción previa que aun se encuentra mal estudiada precisamente por la tendencia de la psiquiatría a establecer etiquetas diagnósticas estancas (discretas) sin atender al movimiento necesario que las leyes de causalidad psicológica establecen

ACERCA DE LA PREOCUPACIÓN


ACERCA DE LA PREOCUPACIÓN
http://www.inteligencia-emocional.org/investigaciones/acercadelapreocupacion.htm

Lizabeth Roemer y Thomas Borkovec, psicólogos de la Universidad Estatal de Pensilvania, hicieron una investigación sobre la preocupación -el núcleo de toda ansiedad- planteando el tema desde el arte a la ciencia de la neurosis. Por supuesto, cuando la preocupación trabaja, no existe ningún obstáculo; rumiando una y otra vez un problema -es decir, empleando una reflexión constructiva que puede parecerse a la preocupación- puede surgir una solución.

En efecto, la reacción que se encuentra por debajo de la preocupación es la vigilancia con respecto a un peligro potencial que, sin duda alguna, ha sido esencial para la supervivencia en el curso de la evolución. Cuando el temor pone en marcha el cerebro emocional, parte de la ansiedad resultante fija la atención en la amenaza que está a mano, forzando a la mente a obsesionarse acerca de la forma de enfrentarla, y pasar por alto cualquier otra cosa, de momento. En cierto sentido, la preocupación es un ensayo de lo que podría salir mal y cómo enfrentarse a ello; la tarea de la preocupación es alcanzar soluciones positivas con respecto a los peligros de la vida anticipándose a los riesgos antes de que estos surjan.

La dificultad surge con las preocupaciones crónicas y repetitivas, el tipo de preocupaciones que vuelve a surgir una y otra vez y nunca lleva a una solución positiva. Un análisis detallado de la preocupación crónica sugiere que tiene todos los atributos de un asalto emocional de tono menor: las preocupaciones parecen surgir de la nada, son incontrolables, generan un murmullo de ansiedad, son impermeables a la razón y bloquean a la persona en un único e inflexible punto de vista acerca del tema que le preocupa. Cuando este mismo ciclo de preocupación se intensifica y persiste, se hace más confusa la línea que lo separa de los auténticos asaltos nerviosos, los trastornos de la ansiedad: fobias, obsesiones y compulsiones, ataques de pánico.

En cada uno de estos trastornos la preocupación se fija de una forma definida; en el caso de la fobia, las ansiedades se fijan en la situación temida; en el caso de la obsesión se fijan en evitar alguna calamidad temida; y en los ataques de pánico, la preocupación se concentra en un temor a la muerte o en la posibilidad de tener el ataque mismo.

En todos estos estados, el común denominador es la preocupación que causa estragos. Por ejemplo, una mujer tratada por un trastorno obsesivo-compulsivo tenía una serie de rituales que le llevaban la mayor parte del tiempo que pasaba despierta: duchas de cuarenta y cinco minutos varias veces al día, lavado de las manos durante cinco minutos veinte veces al día o más. Nunca se sentaba a menos que antes hubiera limpiado el asiento, fregándolo con alcohol para esterilizarlo. Tampoco tocaba a los niños ni a ningún animal, ya que ambos eran ‘demasiado sucios’. Todas estas compulsiones eran provocadas por su malsano y subyacente temor a los gérmenes; se preocupaba constantemente por el hecho de que si ella no lavaba y esterilizaba lo que tocaba, se contagiaría alguna enfermedad y moriría

(Temor a los gérmenes: David Riggs y Edna Foa, ‘Obsessive-Compulsive Disorder’ en David Barlow, de., CLINICAL HANDBOOK OF PSYCHOLOGICAL DISORDERS, Guilford Press, 1993).

Una mujer que estaba siendo tratada por ‘trastorno de ansiedad generalizada’ -la nomenclatura psiquiátrica que define a una persona que se preocupa constantemente- respondió de la siguiente forma cuando se le pidió que expresara su preocupación en voz alta durante un minuto:

‘Esto podría salirme mal. Podría ser tan artificial que no diera la pauta de la cosa real y necesitamos acercarnos a la cosa real... Porque si no llegamos a lo real, no lo haré bien. Y si no lo hago bien, jamás seré feliz’.

En este increíble despliegue de preocupación por las preocupaciones, la solicitud misma de preocuparse durante un minuto, al cabo de algunos breves segundos se había convertido en la posibilidad de una catástrofe de por vida: ‘jamás seré feliz’. Por lo general las preocupaciones siguen ese curso, una narrativa dirigida a uno mismo que salta de preocupación en preocupación y con mucha frecuencia incluye las catástrofes imaginando alguna tragedia terrible. Las preocupaciones se expresan casi siempre en el oído de la mente, no en su ojo -es decir en palabras, no en imágenes-, hecho que tiene importancia para el control de la preocupación.

Borkovec y sus colegas comenzaron a estudiar la preocupación en sí misma mientras trataban de encontrar un tratamiento para el insomnio. La ansiedad, según han señalado otros investigadores, se presenta en dos formas: COGNITIVA o pensamientos preocupados, y SOMATICA, los síntomas fisiológicos de la ansiedad, como sudoración, aceleración del ritmo cardíaco o tensión muscular. El principal problema con los insomnes, descubrió Borkovec, no era la excitación somática. Lo que los mantenía despiertos eran los pensamientos impertinentes. Eran personas que se preocupaban de una manera crónica y no podían dejar de preocuparse, al margen del sueño que sintieran. Lo único que servía para ayudarlos a conciliar el sueño era apartar las preocupaciones de su mente, concentrándola en las sensaciones producidas por un método de relajación. En síntesis, las preocupaciones podían cesar distrayendo su atención.

Sin embargo, la mayor parte de las personas que se preocupan constantemente pueden no dar la impresión de que lo hacen. En opinión de Borkovec, el motivo tiene que ver con una compensación parcial de la preocupación que refuerza en gran medida el hábito. Al parecer, existe algo positivo en las preocupaciones: estas son formas de enfrentarse a las posibles amenazas y a los peligros que pueden interponerse en el camino de cada uno. La tarea de preocuparse -cuando tiene éxito- es ensayar cuáles son esos peligros, y reflexionar en las formas de enfrentarse a ellos. Pero la preocupación no funciona así de bien.

Las soluciones nuevas y las formas renovadas de considerar un problema, no surgen típicamente de la preocupación, menos aún de la preocupación crónica. En lugar de encontrar soluciones a estos problemas potenciales, las personas que se preocupan en exceso simplemente reflexionan sobre el peligro mismo, sumergiéndose de una forma discreta en el temor asociado con este mientras permanecen en la misma rutina de pensamiento. Las personas que se preocupan en exceso y de una manera crónica lo hacen con respecto a una amplia gama de asuntos, la mayoría de los cuales casi no tienen posibilidades de ocurrir; estas personas ven en la vida peligros que otros jamás perciben.

Sin embargo, las personas que se preocupan de una manera crónica le dicen a Borkovec que la preocupación los ayuda, y que sus preocupaciones se autoperpetúan y son una curva interminable de pensamiento dominado por la angustia. ¿Por qué la preocupación debería convertirse en lo que parece ser una adicción mental? Por extraño que parezca, como lo señala Borkovec, el hábito de la preocupación proporciona un refuerzo en el mismo sentido en que lo hacen las supersticiones. Dado que la gente se preocupa por muchas cosas que tienen muy pocas probabilidades de ocurrir en la vida real -que un ser querido muera en un accidente de aviación, que vaya a la bancarrota, y cosas por el estilo- existe, al menos para el primitivo cerebro límbico, algo mágico con respecto a eso. Como un amuleto que nos protege anticipadamente de algún mal, la preocupación tiene fama de evitar psicológicamente el peligro por el cual se obsesiona.

(‘Worry: Unwanted Cognitive Activity That Controls Unwanted Somatic Experience’, en Wegner y Pennebaker, HANDBOOK OF MENTAL CONTROL).

Una temporada en el infierno de los hospitales mentales


Una temporada en el infierno de los hospitales mentales

El escritor inglés Gul Y. Davis cuenta el proceso de creación de 'Un paseo solitario'



Un paseo solitario trata de un chico que huye en busca de una sirena que le lleve hasta la ciudad del mar y su destellante jardín de algas. Es un libro sobre lo encantador que resulta plantearse vivir en otro mundo cuando hemos de afrontar la decisión de permanecer o no en el que conocemos, donde el dolor es visceral y la alegría, el amor y la compasión se encuentran en los lugares más insospechados.

Trata sobre un chico, atormentado durante años por los abusos recibidos en un centro de acogida, que está tratando de asumir esa terrible experiencia. Trata sobre el aislamiento en la ciudad cuando las cargas que pesan dentro de nosotros nos separan del borroso tumulto de gente y coches que chapotean en un movimiento siempre creciente alrededor de los contenedores en los que estamos encerrados.

Un paseo solitario brotó, como algo en ebullición, de los dos años de mi adolescencia pasados en un sitio llamado St. Andrews. Permítanme comenzar. Fue en un tiempo no muy lejano, yo tenía 13 años y enfermé de algo llamado desorden obsesivo-compulsivo. Alguien con desorden obsesivo-compulsivo desarrolla un abrumador sentido de la responsabilidad. Por ejemplo, cada vez que toca una puerta puede llegar a sentir que será el responsable del contagio de sida de otros chicos.

Mi desorden obsesivo-compulsivo comenzó cuando tenía 13 años. Yo creía que no podía mantener "limpio" mi interior puesto que era responsable de algo "atroz". Mis rituales y tormentos se centraron en la comida y la bebida, que hacían que mi cuerpo perdiera lentamente la carne para dejar sólo la piel y los huesos. Mi peso y la deshidratación me hicieron ingresar de urgencia en un hospital para niños.
Mi desorden mental arrancó cuando tenía 13 años

Después fui enviado por las autoridades sanitarias a un lugar al que enviaban a todos los casos difíciles de clasificar, una institución privada llamada St. Andrews, que acogía a toda clase de personas y estaba financiada en gran parte por impuestos públicos.

A simple vista, en St. Andrews nos encontramos con jardines bien cuidados y cursos de golf para médicos y pacientes de pago, que desembolsaban una gran cantidad de dinero para estar en el edificio nuevo como en un hotel, con servicio de habitaciones, televisión y teléfono privado.
El perro de Pavlov

Ahora, echemos un vistazo a los viejos edificios desvencijados de sucios ladrillos donde los pacientes provenientes del sistema público eran alojados. Las paredes cubiertas de grafittis, el olor acre de la habitación de aislamiento, las gruesas puertas de las celdas de aislamiento sensorial, sin luz.
Los enfermeros lo remediaban con castigos en aislamiento

Para los pacientes del sistema público, St. Andrews ponía en práctica un régimen llamado Pin Down, basado en los trabajos de B. F. Skinner. Fundamentado en las teorías de Pavlov, que trabajaba en el condicionamiento de perros a través de un sistema de descargas eléctricas y recompensas, Skinner desarrolló la teoría del "refuerzo negativo". Este "tratamiento" emplea un lenguaje complicado para explicar un principio simple: si se castiga el "mal" comportamiento y se premia el "bueno" puedes controlar las "malas" conductas de los seres humanos degenerados.

Y St. Andrews puso en práctica de modo entusiasta esta teoría. La cura de los chicos psicóticos, depresivos y de tendencia autolesiva dependía de que auxiliares de enfermería no cualificados decidieran si "el chico psicótico número uno" se estaba comportando bien o lo hacía inapropiadamente.

Si se estaba "comportando bien", entonces le daban un cigarrillo. Si se estaba "portando mal", suponía un fallo que le privaba del cigarrillo, y si volvía a cometer otro fallo en el mismo día era recluido en la habitación de aislamiento durante 24 horas (cualquier queja sobre la falta de cigarrillos se convertía instantáneamente en el segundo fallo, lo que provocaba la presencia de un equipo de hombres que sedaban al chico para llevarlo al aislamiento).
Cuando abandoné el hospital estaba completamente incapacitado

Si la supresión de los cigarrillos y las 24 horas en la habitación de aislamiento no interrumpían el sufrimiento de un chico con esquizofrenia paranoide con muestras de paranoia y conducta difícil, los enfermeros, esos creyentes en el poder de la rectificación para curar niños, lo remediaban con tres días de "refuerzo negativo" en una celda de aislamiento.

Muchos de los recuerdos de Wil en Un paseo solitario están basados en los míos propios. Para el momento en que abandoné St. Andrews estaba completamente incapacitado por mi desorden obsesivo-compulsivo, que estaba totalmente fuera de control. No podía tocar nada, ni siquiera tener ningún objeto cerca de mí, aunque fuera algo envuelto con el más inofensivo y delicado de los envoltorios. Un paseo solitario fue mi intento inicial para empezar a trabajar con todo lo que me había pasado.

Y hubo una vez en la que dejé St. Andrews. Fue un tiempo terrible, donde no tuve acceso a ningún tratamiento para mi severo desorden obsesivo-compulsivo, y sus convulsas consecuencias se dejaron sin tratar. Hubo un procedimiento legal, y las autoridades sanitarias ordenaron que se revisara la normativa sobre tratamiento de pacientes con desorden obsesivo-compulsivo. Existía toda una serie de medidas intensivas probadas para el tratamiento del desorden obsesivo-compulsivo. Había tratamiento para el estrés postraumático. Hubo rápidos progresos. Hubo final feliz.

APRENDER A VIVIR CON EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO


http://gentenatural.com/astrolar/cursosgratis/psicologia/trastorno-obsesivo-9.htm?submit3=SIGUIENTE+LECCI%D3N

APRENDER A VIVIR CON EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO
Últimas observaciones



Como familiar, es posible que nunca termine por librarse del todo de los sentimientos de aislamiento y frustración que acompañan a las luchas diarias para afrontar los desafíos planteados por el TOC. Compartir estos sentimientos con otras personas que sufren las consecuencias de un TOC mejora mucho el proceso de curación. Aprendiendo todo lo que pueda y utilizando las orientaciones propuestas, podrá responder a preguntas como: “¿Por qué no puede parar?” “¿Cómo puedo ayudarle?” Los familiares pueden ayudar, mediante la educación y los contratos de conducta, a que la persona supere el TOC. Posiblemente les sea útil a las familias recordar que, una vez tratado el TOC, la terapia de apoyo es beneficiosa para muchas de las personas afectadas. Son típicos los sentimientos de depresión, los conflictos conyugales motivados por los ajustes realizados y la sensación de ir atrasado con respecto a los compañeros, requiriéndose a veces una atención especial. Cuando disminuyen los síntomas del TOC, es posible que la persona empiece a darse cuenta de cómo ha desaprovechado su vida, lo que suele confundir a los familiares, porque suponen que, una vez mejorado el TOC, todo lo demás también mejorará. También aquí son frecuentes los síntomas y los sentimientos mencionados antes y forman parte del proceso de recuperación. La recuperación y la curación se producen con ayuda profesional, comprensión de los familiares y amigos y tiempo.
Acerca de los autores Barbara Livingstone Van Noppen, M.S.W. trabaja como asistente social en el consultorio de TOC del Butler Hospital. Es investigadora del Departamento de Psiquiatría y Conducta Humana, de la División de Biología y Medicina de la Universidad Brown. La Sra. Van Noppen disfruta de prestigio internacional como especialista en el tratamiento de familias afectadas por un TOC. En 1986, introdujo un programa de tratamiento de conducta multifamiliar en el consultorio de TOC del Butler Hospital. Además, ha publicado varios artículos sobre el funcionamiento de familias afectadas por el TOC y su intervención familiar. Michele Tortora Pato, M.D. es psiquiatra especializada en el tratamiento del TOC y profesora asociada de la Universidad Pública de Nueva York en Búfalo. Es directora de los Servicios Ambulatorios y del programa de TOC en el Hospital General de Búfalo, y directora de Formación de Residentes del Departamento de Psiquiatría. La Dra. Pato ha escrito mucho sobre el TOC, entre otros, un libro publicado por la American Psychiatric Press, Current Treatments of OCD. La Dra. Pato tiene un interés especial por el tratamiento a largo plazo del TOC. Steven Rasmussen, M.D. es psiquiatra y director del consultorio de TOC del Butler Hospital. Tiene varios años de experiencia en el tratamiento multidisciplinar del TOC. El Dr. Rasmussen es profesor auxiliar de Psiquiatría y Conducta Humana en la Universidad de Brown, y ha publicado numerosos artículos sobre el TOC. Junto con la Sra. Van Noppen y Richard Marsland, A.T.S., han puesto en marcha un grupo de apoyo multifamiliar en el Butler Hospital que se reúne todos los meses. El Butler Hospital, abierto en 1847, es un hospital psiquiátrico privado de Providence, Rhode Island. Es el mayor hospital universitario de psiquiatría de la Universidad de Brown.


Orientaciones para educadores y empresarios



APRENDER A VIVIR CON EL TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO
Orientaciones para educadores y empresarios



Los capítulos anteriores van dirigidos a los familiares, pero muchas de las propuestas son válidas para educadores, asesores y empresarios. No obstante, estos últimos se encuentran en una posición única para ayudar y remitir a esas personas a tratamiento sin verse implicados emocionalmente. Como las familias, los educadores y los asesores pueden interpretar los síntomas obsesivo- compulsivos como defectos de carácter o rarezas de conducta que podrían evitarse fácilmente.
En general, los síntomas no se reconocen y se malinterpretan. Las personas con TOC están preocupadas por su rendimiento educativo o laboral y por la posibilidad de que otros “descubran” su TOC. Esa preocupación les generan más ansiedad, exacerbando así los síntomas y perjudicándoles más. Aunque quizá no todos los educadores o empresarios estén interesados en aprender cosas sobre el TOC, los que sí lo están pueden ayudar a las personas con este trastorno a conservar su funcionalidad y autoestima mientras luchan contra los síntomas. Un entorno educativo/laboral de apoyo que trate a la persona con dignidad es óptimo. Intente colaborar con la persona para permitir cierta flexibilidad, cuando sea posible, y maximizar los éxitos, lo que no significa necesariamente reducir los niveles o los requisitos. Por ejemplo, un estudiante universitario con TOC me pidió que hablara con uno de sus profesores, que en su opinión le ponía notas más bajas de lo que merecía porque detallaba sus trabajos más de los necesario, le preguntaba si podía repetir las tareas que les mandaba para “cerciorarse” de que había oído bien y le pedía que le confirmase sus respuestas para “asegurarse” de que decía lo correcto. Una vez obtenido su consentimiento por escrito, llamé a su profesora y está me comentó que había empezado a reconocer algunas conductas del estudiante como propias del TOC, confesándome también que uno de sus familiares tenía este trastorno. Reconoció que algunas de sus reacciones habían sido bruscas y constituían un intento de poner fin a las aparentemente interminables preguntas. En una conversación a tres bandas comentamos algunos principios de la terapia de conducta y decidimos que la profesora ofrecería al estudiante la posibilidad de reunirse con ella una vez a la semana durante 15 minutos para examinar sus preocupaciones y preguntas. Fuera de ese espacio, el estudiante debía resistirse a pedir confirmación.Si formulase alguna pregunta, la profesora le recordaría su acuerdo. Envié un paquete con documentación adicional sobre el TOC a la profesora. El estudiante incluso la invitó, si estaba interesada en saber más sobre el tema, a asistir a nuestro grupo de apoyo mensual. Se trata de un ejemplo fantástico de cómo utilizar los contratos de conducta fuera del entorno familiar. Hay ejemplos parecidos en el entorno laboral y educativo. Es importante ser flexible. Las personas con TOC son concienzudas, trabajadoras y se preocupan por hacer las cosas bien. Aunque posiblemente a veces eso sea un problema, los empresarios solidarios pueden sacar provecho de estas características y mantener trabajando a un empleado de confianza y responsable incluso cuando los síntomas están más exacerbados.

PSICOLOGÍA/OBSESIONES

PSICOLOGÍA/OBSESIONES
Las obsesiones
Autor: José García Peñalver | Publicado en: Noviembre de 2008

Texto: José García Peñalver (psicólogo-psicoanalista)
http://www.psicoanalisispalma.com/


la mente, no sólo perturba las funciones
corporales sino que además hace lo
propio con las funciones psíquicas

Ustedes, seguramente, recordarán el personaje de esa película premiada de 1997, “Mejor imposible”. En ella, el carismático Jack Nicholson protagoniza la vida, o mejor, el “sin-vivir” de alguien que padece de neurosis obsesiva. Allí, en las extravagancias, en la excentricidad de su comportamiento podemos observar una parte muy representativa de las características que forman parte del cuadro neurótico obsesivo: desconfianza en sí mismo, vergüenza, acciones compulsivas, ceremoniales conjuratorios, rumiación mental..., y la duda, envolviendo su existencia. Pero, ¿qué son las obsesiones?.

Habíamos visto como, estudiando los casos de histeria de finales del siglo XIX, quedaría definitivamente establecida la incidencia del factor psíquico (afectivo) en la etiología de determinados trastornos orgánicos. Trastornos funcionales cuya sintomatología inicial (contracturas, parálisis, vómitos, mareos, desmayos, etc.) no podía ya atribuirse a causas orgánicas. Al hecho de que lo mental podía “tocar” lo corporal, le siguió que lo psíquico, también, afectaba a lo psíquico. Es decir, que el movimiento, en base a los hallazgos clínicos, fue doble: la mente, la psíque, no sólo perturbaba las funciones corporales sino que además haría lo propio con las funciones psíquicas; éste es el caso de las neurosis obsesivas, o, como veremos más adelante, de las fobias, ambas dentro de la estructura neurótica.


Desgraciadamente cada vez más
de moda de miedo al compromiso
y ese miedo inhibe el movimiento

Muchos, probablemente, conocen a personas a las que se las suele tildar de “maniáticas”. Hombres y mujeres atrapados en la vida cotidiana por la ejecución de una serie de ceremoniales o rituales que, a pesar de parecerles absurdos a ellos mismos, no pueden dejar de hacerlos. Y ello con el consiguiente coste de energía que semejante “adicción” implica, puesto que en ocasiones se llega a la extenuación. Acciones compulsivas que van a exigirle un esfuerzo que acabará por agotarlos en lo interminable de sus repeticiones, en al meticulosidad de su acabado, en lo complicado del propósito.


Las acciones compulsivas les exigen un
esfuerzo que acabará por agotarlos en lo
interminable de sus repeticiones
y su meticulosidad

Si en la histeria, en el escrito anterior (“Cuando el cuerpo habla”) observamos como los síntomas eran la expresión simbólica de un conflicto psíquico desplazado al cuerpo a través de un mecanismo denominado conversión, en la neurosis obsesiva será esa incapacidad para somatizar lo que hará que el afecto que ha sido separado de la representación intolerable permanezca en lo psíquico. Es así como dicho afecto, separado ya de tal pensamiento, imagen o idea incómoda, cargará a otra representación no intolerable para el sujeto, que se constituirá en la representación obsesiva. Representación obsesiva que podrá ser cualquier imagen, pensamiento o idea ; de ahí el carácter absurdo de muchas obsesiones, donde la capacidad de desplazamiento de los síntomas desde su forma primitiva a otra muy alejada constituye una constante. Por eso, por su carácter de deformación en los desplazamientos, el arduo trabajo que, en ocasiones, supone el “desciframiento” de lo que hay “escondido” detrás de la puesta en escena de dicho nódulo patógeno. Nódulo patógeno o núcleo del problema donde lo que subyacerá será un profundo sentimiento de culpa. Sentimiento de culpa que va a generar una “invasión” de reproches. Reproches, por supuesto, desfigurados por un trabajo psíquico inconsciente de transformación y sustitución.


Los que padecen neurosis
obsesiva viven atrapados
en la vida cotidiana por la
ejecución de una serie de
ceremoniales o rituales que
no pueden dejar de hacer

En ese sentido, es curioso que la cura del obsesivo escritor encarnado por el actor norteamericano pase por enamorarse. Enamorarse como antídoto del miedo, como correctivo a la desconfianza provocada por una “mala conciencia”. ¡Sí, una vez más el miedo!. El miedo y la duda. El miedo como telón de fondo. El miedo como inhibición al movimiento: al propio fluir de la vida. Miedo al cambio, miedo en forma – desgraciadamente cada vez más de moda- de miedo al compromiso. A comprometerse con la otra cara del miedo: la del deseo. Siendo, en el caso de esta alma en pena, el deseo de amar y sentirse amado. ¡Y, las dudas!. Porque el neurótico obsesivo difícilmente da un paso sin garantías. Y aunque el final de esta la historia acabe felizmente, comiendo croasanes con su amada, no siempre ocurre así. Es cierto que la ideología de “modernidad” de hoy en día, tampoco favorece vencer el miedo y la duda. Sin embargo, no hay libertad si no me comprometo a algo. ¡Y difícilmente habrá salud si no me siento en cierta libertad!.




Texto: José García Peñalver (psicólogo-psicoanalista)
http://www.psicoanalisispalma.com/

En el lenguaje cotidiano se denomina a las ‘obsesiones’ como ideas fijas que cada uno posee sobre un tema, una persona o hasta una situación.


http://www.sanamente.com.ar/t_obsesion.html
En el lenguaje cotidiano se denomina a las ‘obsesiones’ como ideas fijas que cada uno posee sobre un tema, una persona o hasta una situación. Las ideas fijas se entienden como pensamientos recurrentes que irrumpen de improviso en la mente, las cuáles pueden ser neutralizadas con un esfuerzo consciente. Los pensamientos recurrentes más comunes, según una encuesta realizada por psicólogos en Madrid, el trabajo, la vida en pareja, el miedo a ser abandonado, a envejecer y el dinero. También aparecieron preocupaciones por el éxito, el sexo, los celos, la imagen, la competencia, la seguridad propia y de los seres queridos y la preocupación por estar enfermo. El problema de estas ideas fijas reside en los posibles efectos que aparejan como son ansiedad, dolores de cabeza, insomnio, depresión, dolores en el pecho y hasta impotencia o frigidez. Las ideas fijas no suelen ser fuentes de conflictos graves, debido a que las personas logran desenvolverse habitualmente y convivir con ellas.

En cambio, la obsesión, como síntoma psicopatológico, se considera un pensamiento o sentimiento irresistible e insistente que no puede ser eliminado de la conciencia por medio de un esfuerzo, y que domina a la persona de manera intermitente, causando ansiedad.

Como las obsesiones provocan malestar, se recurre a las compulsiones para neutralizarlas, como un mecanismo de compensación.

Las compulsiones son, por lo tanto, una serie de conductas rituales (manifiestas o encubiertas) o acciones mentales que la persona se siente compelida a realizar como respuesta a una obsesión o a reglas que deben cumplirse ordenadamente. Estas disminuyen el malestar y/o la ansiedad de la persona, pero es llevada a cabo bajo la sensación de presión. Entre las compulsiones más comunes encontramos los rituales de limpieza, las comprobaciones, las repeticiones, la evitación, la meticulosidad y la precisión.

Es muy frecuente que las personas que sufren de obsesiones y compulsiones presenten una duda patológica, por la cuál, se encuentran compelidos a comprobar todo varias veces. La contaminación es otro tema sobre el cuál versan las preocupaciones excesivas. Debido a la misma pueden llegar a pasar horas lavando, eliminado posibles gérmenes.

Todos estos rituales traen aparejados un enlentecimiento del funcionamiento global de los individuos, invirtiendo varias horas de su rutina diaria en estos rituales o en la rumiación de los pensamientos, cuando las compulsiones son mentales.
Trastorno obsesivo-compulsivo
Anteriormente, se creía que el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) era un trastorno relativamente raro.

Hoy en día, gracias a las investigaciones, se estima que presenta este trastorno de un 2 a un 3% en la población general.

Si se llevara un ranking de enfermedades psiquiátricas, el TOC se encontraría en un cuarto puesto, luego de las fobias, los trastornos relacionados con sustancias y la depresión mayor.

El pensamiento actual sobre la causa de este trastorno es el funcionamiento anormal de áreas específicas del cerebro relacionadas con el malfuncionamiento de la serotonina, (neurotrasmisor, producto químico cerebral). A su vez, se cree que existen componentes genéticos hereditarios que influyen en el desarrollo de esta patología.

El trastorno obsesivo compulsivo es un trastorno crónico, cuyos síntomas pueden fluctuar mejorando y agravándose periódicamente.

Por el contrario, a través de un tratamiento adecuado, muchas individuos llegan a poseer un funcionamiento normal, en donde las obsesiones y compulsiones no tienen casi relevancia.

Las obsesiones son pensamientos, ideas, sensaciones o sentimientos recurrentes, ansiógenas (que provocan ansiedad) e intrusivos, y las personas las califican ajenas a su control, pero a su vez, propias. Los temas más frecuentes sobre los que versan las obsesiones son la contaminación, las dudas reiterativas, la necesidad de orden, impulsos agresivos y las fantasías sexuales.

En cambio, las compulsiones son conductas o actos mentales de carácter recurrente, conscientes y estereotipadas, que se llevan a cabo con el fin de calmar o prevenir la ansiedad, y no por placer o gratificación. La persona se siente compelida a realizar tales actos para, ya sea evitar algún acontecimiento negativo o para reducir el malestar que conlleva la obsesión. Inversamente, cuando un individuo se resiste a realizar la compulsión, la ansiedad se intensifica. Las compulsiones comunes se relacionan con tareas de lavado o limpieza, comprobaciones, exigencias de certeza, el orden de los objetos y actos repetitivos.

Las personas que padecen de trastorno obsesivo compulsivo, suelen reconocer la excesividad e irracionalidad de sus obsesiones y compulsiones.

Este trastorno puede llegar a ser muy perturbador, debido a la gran cantidad de tiempo que las obsesiones pueden insumir y a la interferencia que las compulsiones pueden provocar en sus rutinas normales, su trabajo o sus relaciones sociales. También, por su carácter perturbador, suelen ocasionar un detrimento de sus actividades cognoscitivas en donde necesiten del empleo de la concentración, como son la lectura o el cálculo.

A su vez, algunos sujetos acaban evitando o alejándose de objetos o situaciones que les provocan obsesiones y compulsiones, pudiéndose generalizar este comportamiento evitativo, limitando seriamente la actividad global del individuo. Las preocupaciones hipocondríacas son frecuentes, revelándose en las repetidas visitas médicas.

El tratamiento más adecuado para los síntomas obsesivos de este trastorno, son la farmacoterapia y la psicoterapia cognitiva-conductual.

Muchos individuos con este trastorno suelen resistirse al tratamiento, tanto como a rechazar los medicamentos, como las tareas que se les pide en la terapia. Por esta razón, un análisis dinámico de las resistencias del tratamiento es de gran utilidad para lograr que el cumplimiento del tratamiento se logre.

Las técnicas de la terapia cognitiva-conductual ayuda a las personas reducir la ansiedad asociada con la obsesión y reducir o eliminar las compulsiones. Generalmente las técnicas utilizadas incluyen el enfrentarse con mismas situaciones más temidas (la exposición), sin recurrir a los rituales compulsivos (prevención de respuestas). A veces se emplean otras técnicas de cognitiva-conductual para tratar obsesiones o compulsiones específicas.

Las últimas investigaciones develaron que esta patología posee un importante componente biológico, por lo tanto, la farmacoterapia ayuda a disminuir los síntomas. Los medicamentos que han sido sumamente útiles son los antidepresivos serotonérgicos. Menos comúnmente, las personas son ayudadas por otros antidepresivos o por medicamentos antipsicóticos o de anti-ansiedad.

Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad
A diferencia del trastorno obsesivo-compulsivo, las personas que padecen de un trastorno de la personalidad obsesivo-compulsivo, presentan una exagerada preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control, lo que les provoca una merma en su flexibilidad, espontaneidad y eficiencia. Estas características se hacen patentes en el inicio de la edad adulta y tiñen su conducta en los diferentes contextos.

Son individuos con limitaciones para expresase emocionalmente, perseverantes, obstinados e indecisos. Suelen ser rígidos, escrupulosos, con conciencia y critica exagerada de sí mismos y de los demás. Tienen agudeza de juicios de tendencia a la exploración. Se ocupan de los detalles triviales, de las normas y las formas con gran ansiedad, tal que interfiere en su capacidad de tener una visión amplia de las cosas.

Tienen pocos amigos pero logran una estabilidad matrimonial y éxito personal. Sus relaciones interpersonales tienen una cualidad formal, seria y convencional.

Debido al exceso de minuciosidad con el que desenvuelven sus tareas, les resulta difícil tomarse vacaciones o momentos de placer y hasta a veces, por el tiempo que les implementa, pierden de vista la eficiencia o la finalización de las tareas.

Son personas que se sienten a gusto trabajando en posiciones en las que se requiere de un trabajo metódico, detallado pero sin grandes cambios.

A veces, en el transcurso de este trastorno, se pueden desarrollar obsesiones y compulsiones.

Adolescentes que padecen este trastorno de la personalidad pueden desarrollar una esquizofrenia, como crecer para convertirse en adultos abierto y amorosos.

Estas personas son las únicas, entre todos los otros trastornos de la personalidad, que reconocen estar sufriendo y buscan ayuda.

Se recomienda la terapia de grupo y la terapia conductual, por sus ventajas para este trastorno. El reconocimiento en grupo de sus cambios, es una recompensa que los lleva a seguir adelante, mientras que en el caso de la terapia conductual les proporciona estrategias de afrontamiento para disminuir la anticipación y la ansiedad elevada de estas personas.
Bibliografía
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Belloch, A.; Sandín, B.; Ramos, F. (1995): "Manual de Psicopatología" España. Mcgraw-Hill.
DSM- IV (1995): "Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales". Madrid, Editorial Masson.