Trastorno Obsesivo Compulsivo: cuando la lucha es contra uno mismo

El Trastorno Obsesivo Compulsivo figura en la lista de las 10 enfermedades más invalidantes elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en términos de pérdida de ingresos y de disminución de la calidad de vida. Y es que, sólo en nuestro país, las obsesiones y compulsiones interfieren en la vida diaria de decenas de miles de personas, provocando en ellas importantes consecuencias.



La conducta obsesiva es frecuente. Muchas personas tienen comportamientos obsesivos como ordenar repetidamente la mesa de trabajo, comprobar constantemente cerraduras y grifos o lavarse las manos con frecuencia. No obstante, según los expertos estos actos no son en sí mismos suficientes para diagnosticar un Trastorno Obsesivo Compulsivo. El TOC es algo más extenso, con síntomas muy variados que llegan a coartar la vida de personas de todas las edades.

Hasta hace unas décadas se pensaba que el Trastorno Obsesivo Compulsivo era algo “muy poco común”, pero en los últimos años se ha producido la detección en muestras de población general de un número mayor de casos. Así, en la actualidad se estima que la incidencia del TOC está en torno al 1 o 2 por ciento, afectando por igual a hombres y mujeres, aunque los psiquiatras aseguran que la cifra puede ser mayor.

A este incremento en el diagnóstico de pacientes se ha unido también un mayor conocimiento de las bases neurobiológicas de la enfermedad, y todos estos factores han hecho que el TOC se haya convertido en uno de los trastornos mentales de mayor interés para la comunidad científica.

Así, hace unos años se estableció el primer consenso científico sobre TOC conocido como “Consenso de Ciudad del Cabo” que expone las bases para una nueva conceptualización de la entidad, basada en los aportes de la investigación y que supone novedades en el abordaje y tratamiento de esta patología gravemente incapacitante.

¿Qué es el trastorno Obsesivo-Compulsivo?
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un trastorno crónico muy invalidante. Quienes lo padecen experimentan pensamientos e impulsos angustiosos y recurrentes (obsesiones) y/o conductas repetitivas (compulsiones). Los pacientes con TOC saben que sus obsesiones y compulsiones son irracionales o excesivas, sin embargo tienen poco o ningún control sobre ellas.

Además, estas obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes, molestos y no deseados que la persona siente que son inapropiados, grotescos o prohibidos, pero no pueden hacer nada por evitarlos. Por ejemplo, una obsesión frecuente está relacionada con la suciedad y los gérmenes.

En cuanto a las compulsiones, dado que son actos realizados de forma repetitiva con la finalidad de aliviar las obsesiones, los pacientes con un TOC relacionado con la suciedad y los gérmenes por ejemplo, pueden lavarse de forma ritual y compulsiva hasta el punto de que sus manos queden inflamadas y en carne viva.

Además de tener obsesiones y compulsiones, las personas que padecen un Trastorno Obsesivo Compulsivo pueden desmoralizarse o deprimirse. Sentimientos de ansiedad intensa, malestar o asco son también frecuentes en estos pacientes.

A este respecto, los expertos destacan que es importante distinguir entre los rasgos obsesivo-compulsivos y los síntomas obsesivo-compulsivos. Todos tenemos rituales, la diferencia reside en el grado de ansiedad que estos conllevan. Un ejemplo una mujer que se lava las manos 100 veces al día frente a una mujer que se lava siempre las manos antes de hacer la comida.

Origen en la infancia
La causa exacta del Trastorno Obsesivo Compulsivo no está clara, pero los científicos están estudiando anomalías en el cerebro, influencias genéticas (familiares) y factores ambientales. Así, se ha observado que las personas con TOC tienen unos patrones de actividad cerebral diferentes a los de aquéllos que no padecen TOC, lo que indica que un funcionamiento anómalo en una determinada parte del cerebro podría causar este trastorno. Anomalías en otras partes del cerebro y un desequilibrio de los neurotransmisores cerebrales, especialmente de la serotonina, también pueden contribuir a este trastorno.

A este respecto los especialistas destacan que hay una cierta influencia genética, aunque también hay factores ambientales. Actualmente es más discutida la influencia del entorno. Por ejemplo, los cambios de estilo educativo ocurridos en España desde el 50-60 a los 80-90 no se han modificado las tasas de TOC. También se sabe que hay una mayor frecuencia de la enfermedad en primogénitos y únicos, aunque esto también pasa en otras enfermedades psiquiátricas.

En cuanto a los síntomas en esta patología, éstos tienen un inicio temprano, en la infancia o la adolescencia, y afectan a la mayoría de los pacientes durante toda su vida, requiriendo atención y tratamiento a largo plazo. Sin embargo estudios recientes han detectado que más del 50 por ciento de los adultos con TOC identifican sus síntomas antes de los 18 años. Además, también hay que tener en cuenta que para la mayoría de personas con esta patología, el empeoramiento de los síntomas está relacionado con el estrés.

Debido a la actitud reservada de las personas que padecen el trastorno con relación a sus síntomas, los expertos estiman que hay un importante número de pacientes sin diagnosticar. A ello se une que pasan años antes de que la persona acuda a consulta y como promedio más de 10 años desde el inicio hasta que se obtiene el tratamiento adecuado. Las personas con TOC suelen visitar hasta a cuatro médicos antes de tener un diagnostico correcto de la enfermedad.

Consecuencias físicas, económicas y sociales
En cuanto a su abordaje, existen dos tratamientos que han demostrado ser efectivos en el TOC. La terapia cognitivo-conductual (TCC) y el tratamiento farmacológico, principalmente con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). En la TCC, se expone deliberadamente al paciente a ideas u objetos temidos y luego se le disuade o se le impide que lleve a cabo la respuesta compulsiva habitual. Los ISRS han demostrado ser beneficiosos ya que parece que es necesario un efecto potente sobre la serotonina cerebral para producir una mejoría de este trastorno.

La combinación ambas terapias, fármacos y terapia cognitivo-conductual, es a menudo el tratamiento más efectivo para el TOC. Sin embargo, los expertos también señalan que mientras que el 50-60 por ciento de los pacientes responden al tratamiento, sólo una minoría se recupera de este trastorno.

Es por ello que el Trastorno Obsesivo Compulsivo figura en la lista de las 10 enfermedades más invalidantes elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en términos de pérdida de ingresos y de disminución de la calidad de vida. De este modo, el TOC se asocia a una discapacidad funcional y a unos costes económicos significativos.

A ello se une que hasta dos tercios de los individuos que padecen esta patología también sufren depresión en algún momento a lo largo de su enfermedad, lo que agrava más aún su ya de por sí deteriorada calidad de vida. Así, algunos experimentarán síntomas agobiantes, requiriendo hospitalizaciones regulares y haciendo imposible mantener un trabajo, mientras que otros pueden hacer su vida a pesar de los síntomas. En cualquier caso, el TOC pasa una importante factura al enfermo y a su familia y amigos, incluso si sólo experimenta los síntomas durante un breve periodo cada día.