Por Rogelio Fernández Ortea:
Dentro de esta serie de post destinados a entender algo de nuestro cerebro emocional continuamos para presentar el proceso que Goleman llama “secuestro emocional”.
Este “tipo” de secuestro se da cuando la amígdala coge la iniciativa de la respuesta cerebral ante el estímulo. En el caso de emociones fuertes y debido a la conexión existente entre tálamo y amígdala, ésta puede utilizar todos los recursos del cerebro para emitir una respuesta urgente, incluso antes de tener conciencia de lo que está haciendo. Esto explicaría la actuación de algunas personas al cometer crímenes en estados de fuerte desequilibrio emocional (caso de Richard Robles en Goleman 1996, 35).
La posibilidad de que ocurra este arrebato emocional se debe principalmente por la intensidad de la emoción. Y esta intensidad viene dada por la impronta que dejan los neuroquímicos (componentes químicos que se encargan de algunas de las actividades cerebrales) y que quedan almacenadas en la amígdala como uno de los órganos encargados de la memoria. Además, cuanto mas intensa sea la activación de la amígdala más fuerte será la impronta que los neuroquímicos dejarán en ella. Por eso recordamos vívidamente algunos hechos de nuestra vida o tenemos la percepción de que alguien nos gusta o no en la primera percepción.
  
Esta impronta tiene mucha relación con el desarrollo de la persona porque es en los primeros años de vida cuando los registros emocionales se producen con más intensidad. El problema es que en esos momentos el cerebro no está suficientemente maduro por lo que las respuestas emitidas no son precisas ni oportunas en muchos casos. Se da la particularidad de que la amígdala se desarrolla antes que el hipocampo (memoria de datos) y el neocórtex (cerebro pensante). Este hecho tiene mucho que ver con las teorías de Freud referentes a la idea de que los cinco primeros años en la vida de una persona son determinantes para la configuración del carácter (Goleman 1996, 448 y Märtin y Boeck 1997, 17). Idea que nos permite pensar que las emociones se pueden convertir en pautas de comportamiento. Algo que me parece muy importante es que esta impronta tosca dura toda la vida, lo que hace que muchas de nuestras respuestas emocionales adultas no sean las más apropiadas en determinadas situaciones.
Con todo esto, el cerebro ha sabido gestionar de alguna forma la intensidad de las emociones. El córtex prefrontal se convierte en una especie de regulador que desconecta la amígdala y permite que se de una respuesta más racionalizada, lo que implica que en el pensamiento precede al sentimiento. Este hecho es fundamental para la vida emocional ya que permite la evaluación de la emoción dando lugar a los sentimientos. También es fundamental para que el ser humano pueda pensar con mayor precisión ya que las emociones ayudan al cerebro pensante en la matización de las respuestas, a decidir lo que nos gusta y lo que no. A. R. Luria, neurofísico ruso afirmó ya en la mitad del XIX que el córtex prefrontal constituía la calve para el autocontrol y la represión de los estallidos emocionales (citado en Goleman 1996, 49).
Parece evidente deducir que tanto el sistema emocional como su regulador racional, el cerebro pensante, son necesarios para la supervivencia del hombre(Goleman, 1995, y Märtin y Boeck 1996, Sterret 2004). Todos coincidimos en pensar que los procesos de toma de decisiones en la vida serán más eficaces cuanto mejor aprovechamiento puedan sacarse el uno del otro. Además, este pensamiento ha sido demostrado entre otros por Antonio Damasio, neurólogo americano en sus investigaciones sobre pacientes con lesiones en la conexión amígdala-lóbulo prefrontal. Damasio llegó a la conclusión de que las emociones eran indispensables para la toma racional de decisiones, en definitiva, que el cerebro emocional se halla tan implicado en el razonamiento como lo está el cerebro pensante ( Conclusiones extraídas por Goleman referidas a las investigaciones de Antonio Damasio y expresadas en Goleman 1995, 56 y 57. Para más información DAMASIO, Antonio R. (1996): El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano, Crítica, Barcelona).. Esta reflexión nos parece de vital importancia para la gestión personal, para la gestión de personas y, en general, para todas aquellas disciplinas en las que intervengan las personas que ,evidentemente, son todas.
Para terminar, queremos volver a citar a Goleman en el cierre del capítulo ya que nos parece muy sugerente el cambio de paradigma propuesto.
No es que pretendamos eliminar la emoción y poner la razón en su lugar –como quería Erasmo-, sino que nuestra intención es la de describir el modo inteligente de armonizar ambas funciones. El viejo paradigma proponía un ideal de razón liberada de los impulsos de la emoción. El nuevo paradigma, por su parte, propone armonizar cabeza y corazón.

¿Qué opinan ustedes de esta idea del secuestro emocional?
¿Lo ha sentido ustedes alguna vez?
¿Lo han visto ustedes en amigos, compañeros o en su familia?

Bibliografía

- GOLEMAN, Daniel (1996/2004)): Inteligencia Emocional, 1ª ed. Barcelona, Kairós, 1996, quincuagésima ed. 2004, pp. 30 – 57
- MÄRTIN Doris y BOECK Karin (1996): Qué es inteligencia emocional. Cómo lograr que las emociones determinen nuestro triunfo en todos los ámbitos de la vida,1982, Edaf, Madrid.
- STERRETT, Emily A. (2002): Guía del directivo para la INTELIGENCIA EMOCIONAL. De la gestión al liderazgo, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, S.A., 2002, pp. 124.
fuente:http://www.blogseitb.com/inteligenciaemocional/2008/08/08/title-25-5-2/