José Luis López Atienza Psiquiatra del centro de salud mental de Uribe Kosta y experto en trastornos obsesivos

"Es terrible no poder salir sin pasar media hora comprobando que has apagado la luz"

Les asaltan ideas angustiosas, como el temor a contaminarse o a dañar a alguien, y tratan de mitigarlas a base de rituales. Quien padece un trastorno obsesivo compulsivo "sufre mucho", dice este psiquiatra. De hecho, algunos necesitan hasta cuatro horas para comer o lavarse
Arantza Rodríguez 
BILBAO. "Cuando uno no se perdona el haberse retrasado cinco minutos o tener desordenada la mesa del despacho, ya está atrapado", advierte José Luis López Atienza, psiquiatra del Centro de Salud Mental de Uribe Kosta y experto en trastornos obsesivos compulsivos.
¿Qué es exactamente un trastorno obsesivo compulsivo?
Es un trastorno que tiene una gravedad. Son personas que sufren mucho porque padecen de ideas que se imponen en su mente y se ven en la necesidad de satisfacer, aunque sientan que son absurdas. Para aliviarlas, se ven empujados a hacer muchos rituales. Hay pacientes que tienen que dedicar horas a la higiene o a la comida y si se interrumpe ese momento, tienen que volver a empezar. Es como si la mente quedase atrapada por esas ideas.
¿Cómo diferenciar una simple manía de un trastorno patológico?
Es un trastorno cuando uno queda atrapado por las obsesiones. Todos tenemos aspectos un poco maniáticos. Nos parece que haciendo las cosas de determinada manera estaremos más tranquilos y seguros, pero cuando esas manías nos vencen y uno dice: Esto no tiene sentido, pero no puedo dejar de hacerlo, esa sería la franja que diferenciaría una cosa de otra.
¿Cuáles son los síntomas más habituales del trastorno obsesivo?
El rasgo más específico es el sentimiento de culpa por haber pensado o deseado algo negativo o por haberse imaginado algo terrible relacionado con el sexo, la violencia o hacer daño a otro. Por ejemplo, que uno esté enfadado con su jefe y quiera que tenga un accidente. Ese pensamiento les atormenta porque creen que por haberlo deseado, va a pasar. La culpa hace que después tengan que hacer rituales como de limpieza, de que no son malos.
¿Qué tipo de rituales?
Un síntoma muy claro es la religiosidad. Tienen que ir a misa, comulgar y confesarse muchas veces. Es como si así, expresando sus culpas, pudiesen quedar aliviados de ellas. O los rituales de limpieza. Lavándose muchas veces las manos o no tocando los objetos con ellas estarían menos contaminados y contaminarían menos, harían menos daño. Las acciones, que es la parte compulsiva del trastorno, les llevan a mitigar el daño que puedan hacer.
Pero, al llevarlas a cabo, ellos mismos se lastiman.
A veces en los rituales ellos mismos se dan cuenta de que se están machacando. Hay personas que de limpiarse tanto las manos las tenían totalmente desgastadas o cuando van al baño, los rituales de limpieza que tienen que utilizar cuando defecan, que se pasan horas, les provocan una irritabilidad de las zonas que están constantemente limpiando.
Para muchos algo tan simple como salir de casa es todo un triunfo.
Es terrible que una persona no pueda salir de casa sin haber pasado media hora comprobando que ha apagado la luz. Un ritual habitual es comprobar que el gas o elementos que pueden dañar la vivienda no queden encendidos, pero no les sirve hacerlo una vez, han de comprobarlo muchas. Es como que, en el ejercicio de hacerlo repetidamente, se quedarían más aliviados. Piensan que ya han cumplido una tarea y que si la dejasen así, hala, ya he apagado la luz, podría pasar algo.
¿Se sabe cuántas personas sufren este trastorno en Euskadi?
No tengo datos. A nivel internacional, en comunidades semejantes a la nuestra, sería alrededor de un 1,5 o 1,8 por ciento de la población.
¿Cuál es el perfil de los pacientes?
Se da tanto en hombres como en mujeres. En las mujeres está muy relacionado con el tema de la limpieza y el orden, quizás al tener que desarrollar muchas veces tareas tanto en lo doméstico como fuera. Las personas con un nivel socio cultural elevado padecen mucho estas cosas. Si tienen cargos importantes, las decisiones que pueden tomar van a afectar mucho a los demás, por lo que la duda, que es otro aspecto del trastorno obsesivo, siempre les va a atenazar.
¿Suelen admitir lo que les sucede?
Lo habitual no es que lo cuenten. Les cuesta mucho acceder a la atención por la vergüenza que sienten y porque a veces temen que eso sea malinterpretado por el profesional y lo que es una obsesión lo traduzca por un trastorno obsesivo compulsivo y si ya es un trastorno obsesivo compulsivo, lo traduzca por una psicosis o una locura.
¿Cómo se trata este trastorno: con psicofármacos, terapia...?
Los casos más graves sí que necesitan psicofármacos, en concreto, antidepresivos. Eso de la culpa, esa amargura, esa tristeza y ese carácter tan agrio que llegan a tener por cómo sufren son aspectos depresivos. Aunque se trate con psicofármacos, el tratamiento adecuado siempre es la psicoterapia. Hay que ayudar a la persona a que entienda no solo de dónde proviene todo esto, sino por qué se siente tan mala, por qué siente que nadie le va a querer, qué fallas se dan en su estado de ánimo y en su mundo emocional.
¿Hay trastornos obsesivos ligados a las nuevas tecnologías?
Hay muchas personas que se hacen adictas a las nuevas tecnologías y en el trasfondo de esa situación aparecen aspectos muy obsesivos. La misma obsesión por la que uno tiene que ducharse tres veces al día, ser hiperpuntual o tener las cosas ordenadas de determinada manera en su mesilla de noche hace que uno se fije a internet, tenga que estar entrando todos los días y ya quede atrapado. Las nuevas tecnologías no ayudan mucho en ese sentido por lo exigentes que son. Son herramientas que se imponen en nuestra vida de tal manera que parece que si uno no revisa los correos electrónicos todos los días, estuviese fuera de lugar y ya uno se sintiese haciendo las cosas mal.
Hay personas que no se resisten a jugar con los números o construir palabras y frases del revés...
Y gente que cuando cruza un paso de cebra no puede tocar las franjas blancas o que tiene que estar tocando algo en concreto porque eso le da seguridad. Hacen rituales de sumar, contar, tener objetos para que les salgan bien las cosas... Los deportistas, por ejemplo, no es que sean obsesivos, pero sí tienen los mismos cánticos antes de jugar u objetos que meten en sus pantalones o tienen que dormir ese día de determinada manera. Es como si así reasegurasen que, a través de esos fenómenos, va a pasar algo bueno.
Y nada más lejos de la realidad.
Lo que va a pasar no depende de si uno duerme del lado derecho o izquierdo o de si ha puesto el despertador mirando para la pared o hacia uno mismo, pero a veces, a través de estos gestos de autoafirmación o de cierta seguridad, uno cree que ya tiene resuelto el futuro. Son pacientes que tienen que tenerlo todo muy controlado y, en la medida en que hacen estos gestos, creen que está todo bajo control.
La vida está salpicada de pequeñas manías, como levantarse con el pie derecho. Si no provocan sufrimiento, no hay por qué alarmarse ¿no?
Hay rituales que no provocan sufrimiento. Lo que suele pasar es que cuando hay algún acontecimiento traumático en la vida de estas personas, ya sea la muerte de un ser querido o alguna perturbación a nivel económico o laboral, los rituales se acentúan. Entonces, uno se tiene que cepillar los dientes cinco veces o no puede dejar de hacer gimnasia media hora porque si no, siente que ha hecho algo terrible.
La convivencia debe ser difícil.
Conozco el caso de una persona que para comer necesita unas cuatro horas y para lavarse otras tantas, personas que no pueden tocar absolutamente nada, que no te pueden dar ni la mano por miedo a contaminar y a ser contaminados. Todo esto hace que la convivencia con otras personas no sea posible porque se encierran en su mundo.
Deben pasarlo realmente mal.
Sentirse culpables les hace vivir atormentados, pensando que les va a ocurrir una desgracia, y eso les hace tener muy mal carácter. Son personas que viven muy amargadas y necesitan mucha tranquilización en torno a lo que piensan, lo que hacen y desean. No es tan malo como ellos creen. Puede que haya efectos negativos, pero no llega ni muchísimo menos al ribete de gravedad y maldad que ellos imaginan.
http://www.deia.com/2011/08/15/sociedad/euskadi/es-terrible-no-poder-salir-sin-pasar-media-hora-comprobando-que-has-apagado-la-luz