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  texto:Ferran Ramón-Cortés

Desahogarse, pero... ¿con quien?

Desahogarse es bueno. Ayuda a ordenar las ideas, a relativizar los conflictos, y a encontrar por uno mismo soluciones. Pero elegir con quien es crucial. Hacerlo con la persona equivocada puede generar grandes conflictos.
Tengo un amigo que hace casi un año que no se habla con su familia. Todo empezó con un tormentoso viaje de verano, en el que se discutió en repetidas ocasiones con su cuñado. A la vuelta, y en el transcurso de una cena, se desahogó con su madre, contándole al detalle todos y cada uno de los episodios vividos. Ella le escuchó pacientemente, y con la mejor intención del mundo decidió hablar del tema con su hija para ver si podía ayudar a arreglar las cosas. Pero su hija reaccionó impulsivamente, saliendo en defensa de su marido, y arremetiendo contra ella y contra su hermano. Y todo hace suponer que se lo contó a su marido aquella misma noche... A partir de ahí, el conflicto estuvo servido, y todavía no se ha cerrado.
Muchos de nosotros hemos vivido situaciones similares. Y la reacción lógica es encerrarnos en nosotros mismos, pensar que hemos hablado más de la cuenta, y disciplinarnos para no caer de nuevo en el mismo error. Dejamos de contar nuestros problemas a la gente y nos los guardamos dentro. Sin embargo, esto no resuelve nada. El problema no está en desahogarse, sino en quien elegimos para hacerlo.

Desahogarse: dejar de ahogarse.

Dice el psiquiatra Luís Rojas Marcos que “desahogarse es bueno, ya que como la propia palabra indica ayuda a dejar de ahogarse”. Las cosas que nos quedamos dentro nos asfixian, nos presionan, y nos hacen daño. Nos afectan física y emocionalmente, y una vez las tenemos dentro raramente se desvanecen por si solas. En cambio cuando somos capaces de sacarlas fuera, nos sentimos reconfortados, liberados. Nos quitamos un peso de encima. A través del proceso de compartir los problemas con los demás, nosotros mismos vamos ordenando las ideas y podemos acabar dando sentido o relativizando lo sucedido.
Hablar de nuestros conflictos con alguien es pues una buena estrategia. Nos quita la presión, nos descarga emocionalmente, y además, en la mayoría de los casos, nos ayuda a que seamos capaces de encontrar nosotros mismos las soluciones a los problemas que estamos compartiendo.
¡Cuidado con los “desahogos incendiarios”!
Sin embargo, no nos podemos desahogar con todo el mundo. Elegir cuidadosamente con quien lo hacemos es crucial, y marca la diferencia entre un “desahogo terapéutico”, que nos ayuda y nos reconforta, y un “desahogo incendiario”, que acaba generando grandes conflictos.
Cuando queremos desahogarnos, solemos pensar en aquellos con quienes tenemos más confianza: amigos, familia, compañeros de trabajo... Son gente que nos conoce bien y a quienes conocemos bien, y que por tanto nos podrán comprender y hacerse cargo de nuestros conflictos. Son además personas que tenemos cerca y que estarán dispuestas a escucharnos. Sin embargo muchas veces son las personas menos indicadas para que nos desahoguemos, porque son personas a quienes implica en mayor o menor medida lo que les vamos a contar, y que por tanto es muy probable que reaccionan emocionalmente a nuestro desahogo.
Desahogarse con alguien que tiene alguna implicación en lo que le contemos es como encender la mecha de una cadena incendiaria, que en la mayoría de los casos lejos de arreglar las cosas extiende y multiplica los conflictos.
Una regla de oro: cero implicación.
Elegir a la persona adecuada para desahogarnos es la clave para que el proceso resulte beneficioso para uno mismo y ayude a resolver la situación. Y el criterio de elección no ha de ser la proximidad ni la confianza sino el nivel de implicación. Para que un desahogo no provoque ulteriores conflictos debe respetarse una sencilla regla: que la persona con la que nos desahogamos no tenga ninguna implicación emocional con el tema. Hemos de buscar por tanto alguien a quien lo que le contemos no le afecte en absoluto y aunque pueda mostrar empatía con nosotros no le provoque ningún tipo de reacción. Esto descarta obviamente mucha gente, que a priori serían a quienes primero acudiríamos, pero hemos de tener muy presente que cuando nos desahogamos con alguien que se siente implicado en el tema, tendrá muy probablemente alguna de estas dos reacciones: o se angustiará él (con lo que probablemente buscará alguien más con quien desahogarse) o intentará hacer algo para resolver el problema (con muchas probabilidades de que lo que haga provoque nuevos conflictos).
Buscar personas que nos despierten confianza, pero que no tengan relación alguna con nuestro conflicto es la clave para que el proceso de desahogo nos ayude.
Puede surgir la duda de si la persona elegida, por el hecho de estar relativamente lejos del problema, se hará una idea suficientemente clara del mismo y lo entenderá. Debemos saber que lo importante es que lo entendamos nosotros, porque desahogarse es, sobretodo, algo que hacemos para nosotros mismos. Si a nosotros nos ayuda, estamos en el buen camino. Si el otro se pierde algo, o no acaba de entender lo que le estamos explicando, no es en absoluto importante.

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Mi amigo cree que cometió un error desahogándose. Cree que habló más de la cuenta y que el conflicto en el que se halla inmerso es el precio que tiene que pagar por su desahogo. Yo no estoy tan seguro. Simplemente creo que no se desahogó con quien debiera de haberlo hecho. En cualquier caso se que resolverá sus problemas y retomará la relación con su familia. Y que muy pronto volverá a abrirse y a compartir con los demás sus conflictos. Porque es algo que todos necesitamos hacer tarde o temprano. Sólo espero que lo haga con la persona adecuada en cada caso.