El gen de la felicidad


Cada vez son más los estudios científicos cuyos resultados apuntan al origen genético de las enfermedades mentales. Encontrar los factores genéticos que puedan estar presentes en las enfermedades puede ser muy beneficioso para la humanidad, esto es indudable. Sin embargo, resulta preocupante ver cómo a veces la ciencia pretende reducir todo lo que le acontece a una persona a factores únicamente orgánicos.

El cerebro es un órgano cuya importancia no podemos negar. La neuropsiquiatría, como disciplina que estudia la relación cerebro-conducta, ha hecho aportes valiosos y está abriendo un amplio panorama de investigación. Sin embargo, sería desacertado caer en la tentación de creer que hay un gen para cualquier enfermedad psíquica. Ya se ha hablado del gen de la homosexualidad, del autismo, de la esquizofrenia, de los trastornos bipolares, de la depresión y de los trastornos obsesivo-compulsivos, por sólo mencionar algunos de ellos.

En busca de ese gen los neuropsiquiatras han recorrido cada centímetro del cerebro. Cada día sabemos más cómo funciona el cerebro como órgano, cada día sabemos más acerca de la importancia del sistema límbico, de la amígdala, de la corteza cerebral pero ¿ese conocimiento nos ayuda a conocer más a la persona que padece la enfermedad?

Cada enfermo es distinto, con sus particularidades y singularidades, a pesar de que tenga anomalías idénticas en sus genes. La gran cantidad de variaciones que se observan en pacientes psiquiátricos no puede ser explicadas por la genética. La biogenética tiene una importancia que no podemos desdeñar pero tampoco debemos sobreestimarla. Su sobreestimación entraña el peligro de dejar afuera precisamente a esa persona que se pretende estudiar. Además exonera a la persona de cualquier responsabilidad que pudiera tener en lo que le ocurre ya que nadie es responsable de los genes que tiene. Aquí surge una pregunta para reflexionar: ¿en qué sociedad viviríamos si son los genes y no el sujeto los que deciden el destino?

Una sociedad que suprime cualquier reflexión sobre sí misma es una sociedad que fomenta sujetos irresponsables. Si toda enfermedad es una enfermedad de los genes entonces la única salvación la ofrecen la ingeniería genética y la farmacología. Si los genes justifican cada aspecto de nuestra vida entonces todo, desde el color de los ojos hasta la felicidad estaría localizado en algún lugar de nuestro ADN.

Los genes pueden ser una disculpa fácil cuando no se desea sentirse responsable por las consecuencias de los actos propios. En vez de preguntarnos por qué somos así y qué podemos hacer para cambiarlo diremos: “Yo soy así porque mis genes son así“. La visión puramente genética niega el papel protagónico que tiene el sujeto en su propia vida. La genética no marca nuestro destino ni es la responsable de nuestros sufrimientos.

La naturaleza nos ofrece un ejemplo privilegiado: el de los gemelos univitelinos o gemelos idénticos. Si bien al comienzo de la vida estos gemelos son indistinguibles en la manera en la que sus genes son expresados sus personalidades adultas son muy diferentes. Sólo parte de nuestro destino está escrito en los genes, el resto dependerá de cuán comprometidos estemos en la construcción de la propia felicidad.

fuente:By Nicole Mitidieri.