NEUROCIRUGIA La cirugía de la mente


NEUROCIRUGIA La cirugía de la mente



La psicocirugía sigue siendo la técnica más polémica de la Medicina,
aunque resuelve determinadas patologías mentales que no responden a otra
terapia
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MYRIAM LOPEZ BLANCO

Phineas Gage era un trabajador muy competente antes de aquella terrible
explosión. Sus compañeros le consideraban una de esas personas que si se hacía
notar era por su extrema discreción y por el trato siempre amable y cortés.
Provenía de Irlanda y trabajaba en EEUU extrayendo rocas con explosivos en
terrenos montañosos. En el trascurso de una explosión incontrolada, una barra
de hierro se incrustó con toda la fuerza de la carga explosiva en la parte
frontal de su cabeza y Phineas salió despedido por los aires.
Pero, para sorpresa de todos, Phineas Gage sobrevivió a la extracción de la
barra de hierro de su cráneo. Aunque ya no era el mismo. A medida que se iba
recuperando, lo único que quedaba del antiguo Phineas era la memoria y la
inteligencia. Había perdido por completo la elegancia y la discreción que le
caracterizaban.
En 1868, veinte años después, cuando el caso se había convertido en el centro
de atención de los médicos de medio mundo, un científico de Boston escribió
sobre él: «Es irreverente, siente satisfacción con las groserías más injuriosas
(cosa que no solía hacer antes), manifiesta poco respeto por sus compañeros y
no tolera consejos cuando éstos no coinciden con sus propios deseos».
El accidente de Cage demostró que se podía alterar el comportamiento humano
cuando se alteraban los lóbulos frontales del cerebro. Aquella fue la pista que
acabaría originando, un siglo más tarde, el tratamiento psiquiátrico más
polémico de la historia de la medicina: la psicocirugía.
Ha llovido mucho desde que la psicocirugía dio sus primeros pasos de la mano
del neurocirujano portugués Egas Moniz. Era 1935. En aquellos años, la
psicocirugía cayó en manos de los especialistas como la única herramienta
disponible para hacer frente a la enfermedad mental. Las instituciones
psiquiátricas estaban sobrepobladas porque no había absolutamente ningún
tratamiento específico disponible (como el choque insulínico o los
psicofármacos).
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El primer procedimiento
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La lobotomía prefrontal propuesta por Moniz -hacía un agujero de trépano en una
zona donde no hay grandes vasos y seccionaba, con un leucotomo, la sustancia
blanca del lóbulo frontal- resultó efectiva para el tratamiento de algunas
alteraciones del comportamiento y la técnica se empezó a extender por todos los
países. Con el tiempo, la técnica de la lobotomía frontal radical se fue
reduciendo a leucotomías más restringidas, aunque la seguridad del
procedimiento se empezó a poner en duda a medida que se iban acumulando datos.
Las operaciones se hacían «a mano alzada» con muy poco control del tamaño de la
lesión y con un alto riesgo de hemorragias. Además, esta técnica no se realizó
con la misma seriedad en unos lugares que en otros. La mayoría de las veces no
eran neurocirujanos especializados los que operaban, sino neurólogos, cirujanos
generales o incluso médicos itinerantes sin ningún entrenamiento en el área de
la neurocirugía.
«En EEUU, sobre todo, se operaba sin indicación quirúrgica ninguna, y se hacía
hasta en régimen ambulante, como si fuese una panacea», dice el doctor Gerardo
Martín, jefe de Neurocirugía del centro médico La Zarzuela de Madrid. Entre
1949 y 1952, se practicaron unas 5.000 lobotomías al año en EEUU en estas
condiciones. La selección del enfermo se hacía sólo en base a los síntomas. De
modo que no se sabía a ciencia cierta por qué causa se estaba operando a un
paciente, y si un paciente se moría era imposible saber si había sido por la
técnica en sí o porque, por ejemplo, había un tumor cerebral que no se había
podido detectar.
No obstante, hubo lugares en los que se hizo de forma más rigurosa. En Suecia,
por ejemplo, el doctor Rylander del Karolinska seleccionaba bien a los
pacientes y utilizaba una técnica quirúrgica muy depurada con la que obtenía
buenos resultados y pocas complicaciones. Eran los años 40.
Con el tiempo, se fueron encontrando medidas terapéuticas -como el shock con
cardiazol, o más tarde el largactil, que fue el primer medicamento que
controlaba algunos aspectos de la enfermedad mental y que los relajaba mucho-,
y la psicocirugía se fue restringiendo. Sin embargo, seguía habiendo enfermos
desesperados que no respondían al tratamiento, que sufrían mucho, que se
suicidaban, que cometían homicidios, etc.
En Suecia, a finales de los años 50, el equipo del doctor Leksell -inventor del
«gamma knife», una variante de la radioterapia pero para el cerebro- realizó un
estudio muy prometedor. Hizo un grupo de 60 pacientes a los que operó con una
técnica revolucionaria: la estereotaxia. En lugar de tener que abrir, lo que se
hizo fue poner un electrodo de un milímetro y hacer coagulaciones en un pequeño
volumen intracraneal situado en un punto crítico.
Así, el tamaño de las lesiones se redujo de forma importante -de varios
centímetros a unos pocos milímetros- y los efectos colaterales eran mínimos.
Antes, llegar a una zona concreta del cerebro con el fin de «cortar»
determinadas fibras que causan el síntoma suponía, literalmente, atravesar la
zona del cerebro previa a la lesión. Es decir, provocar trastornos en el resto
del cerebro. Sin embargo, la técnica estereotáxica, con un sofisticado sistema
de coordenadas, permitía dirigir el «disparo» al lugar exacto en el que se
quería intervenir.
En España, se hicieron las primeras psicocirugías en el año 1966. El doctor
Juan Antonio Burzaco, del Servicio de neurocirugía del Hospital Ruber
Internacional de Madrid, que estuvo trabajando con el doctor Leksell en Suecia,
se encargó, junto con el doctor López Ibor, de los primeros casos en el
Hospital Clínico de Barcelona. Y, hoy en día, con 30 años de experiencia en
este campo y unos 360 pacientes operados, el doctor Burzaco es, prácticamente,
la única persona en España que realiza intervenciones de este tipo.
«La primera paciente que operé era una chica de 21 años con neurosis que se
había cortado dos o tres veces veces la lengua a pesar de la medicación y de
estar ingresada», cuenta el doctor Burzaco. Desde entonces, han aparecido las
modernas técnicas de diagnóstico (la resonancia, el TAC, el PET -que lleva
instalado en España un año-, etc), capaces de retratar el funcionamiento y la
estructura del cerebro de un paciente, se han encontrado medicamentos muy
eficaces y han avanzado mucho los estudios del cerebro.
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Opiniones enfrentadas
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Sin embargo, hay especialistas que opinan que, con rigor científico, es
imposible acercarse a un problema de la mente con un bisturí, porque todavía
queda mucho por descubrir en lo que a las conexiones cerebrales se refiere. Es
el caso del doctor Francisco Mora, catedrático del Departamento de Fisiología
Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, que
sostiene que no hay ningún fundamento experimental claro de lo que se está
haciendo en psicocirugía. «Es como matar moscas a cañonazos», dice el
neurólogo.
Pero, por otro lado, todavía hoy hay un número de enfermos agitados que tienen
que estar atados a la cama porque no responden a ningún tratamiento médico y
los efectos colaterales de la cantidad de fármacos que tienen que tomar son
peores que tenerlos sujetos. Otros, a pesar de la medicación, son casos
desesperantes que intentan suicidarse constantemente y se han quedado
paralíticos, o casi, en el intento; o se automutilan, a veces provocándose la
muerte; o son individuos agresivos, violentos, o en los que el sufrimiento es
desgarrador y constante. Son enfermos irreversibles, crónicos, muy graves, para
los que la psicocirugía es la última alternativa que les queda por probar para
acabar con la pesadilla. Sin embargo, esta especialidad sigue siendo el centro
de todas las críticas en los Congresos de Psiquiatría. «Sólo por hablar de este
tema, te quemas -dice el doctor Martin, que esporádicamente también realiza
operaciones de este tipo-. Pero todo este clima se remonta a la historia, que
cada uno cuenta a su manera, y a la mala práctica que se hizo antes de los 50».
Según el doctor Burzaco, muchos especialistas lanzan críticas contra la
psicocirugía sin haber visto nunca a un paciente o sin haber revisado la
bibliografía para analizar los resultados. «Es como ver la realidad y negarse a
aceptarla», dice. En un Congreso Mundial de Psiquiatría Biológica celebrado en
Estocolmo a principios de los 80 salieron a flote unas duras críticas durante
el transcurso de una mesa redonda dedicada al tratamiento de la agresividad
patológica. «Propuse que viniesen a Madrid, que viesen los ficheros de las
personas que hemos operado, porque son públicos, y que después de verlos
podrían opinar. Mientras tanto, lo único que se logra es convertir una reunión
científica en un mítin político», dice Burzaco. Algunos psiquiatras alegan que
es un arma de doble filo, que podría utilizarse contra los presos políticos,
contra las mujeres, contra los niños. Sin embargo, según Burzaco ese argumento
no es científico y se puede aplicar a todo, no sólo a la psicocirugía. «Un
cuchillo se puede utilizar para dar la vida o para dar la muerte -dice
Burzaco-. Y dos horas de televisión han llegado a hacer más daño que un
neurocirujano en toda su vida. Lo que ocurre es que lo misterioso o lo que no
conocemos parece siempre peligroso».
«Hoy en día, en el mundo se están haciendo psicocirugías en las que el PET
muestra claramente el funcionamiento cerebral antes y después de la operación y
se comprueba cómo se ha normalizado la situación del paciente -dice el
especialista-. Y se ha visto cómo una chica de 20 ó 21 años que llevaba desde
los 14 sufriendo una neurosis, se transforma en una mujer libre y sin complejos
después de la intervención». Según datos del doctor Burzaco, en una valoración
realizada recientemente con los pacientes operados de psicocirugía en España,
el 70% de los enfermos habían mejorado de forma importante y, con o sin
medicación, podían hacer una vida normal.
El 20% mejoraron, aunque no lo suficiente. Y el 10% a penas se modificó. El
doctor Enrique Ferrer, jefe del servicio de neurocirugía del Hospital Clínico
de Barcelona, no duda de que «esta técnica quirúrgica volverá. Porque cuando
está bien indicada, la psicocirugía ofrece unos resultados muy correctos. Sin
embargo, ahora está un tanto desprestigiada, y los psiquiatras no suelen pensar
en ella como una solución para sus pacientes».
En cambio, no todos los especialistas le auguran tan buen futuro a este
procedimiento. El doctor Francisco Mora cree que «a medida que avancemos en el
conocimiento del cerebro iremos apartando lo burdo, y lo burdo es la
psicocirugía».
Para el doctor Martín, aunque hoy las indicaciones han bajado mucho, «la
psicocirugía nunca ha muerto y nunca se ha dejado de practicar». El grupo del
Massachusetts General Hospital, en Boston, no ha dejado de hacer una cirugía
del sistema límbico llamada cingulotomía estereotáxica para tratar los
pacientes obsesivo compulsivos que no responden a la farmacología, y otros
problemas psiquiátricos.

fuente:el mundo