Elías Norberto Abdala. Psiconeuroendocrinólogo, profesor de psiquiatría (USAL)


Elías Norberto Abdala. Psiconeuroendocrinólogo, profesor de psiquiatría (USAL)

Quién no ha tenido alguna vez ideas negativas? Aunque esto es algo normal si es ocasional, para muchas personas resulta un tormento cuando se entrometen de manera frecuente y automática en la mente.

Las obsesiones son pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes e involuntarios, que como tics mentales invaden la conciencia, y aunque sean desagradables o incómodos, no pueden ser suprimidos. Por un lado, se reconoce que son pensamientos ilógicos pero, por otro, se teme que sean verdaderos.

Hasta ahora, se buscaban las causas en experiencias negativas en la infancia u otros factores subjetivos. Y, aunque no se descartan, han sido las nuevas tecnologías exploratorias del cerebro, junto con los avances de la bioquímica cerebral las que están llevando a cambios conceptuales sobre el origen de este problema.

Lewis Baxter, de la UCLA Center for Health Science, demostró que existe un aumento del metabolismo cerebral (es decir, mayor consumo de glucosa) en quienes padecen obsesiones.

La tendencia obsesiva se presenta en personas perfeccionistas, de alto coeficiente intelectual, con dificultades para expresar emociones de ternura, con excesiva devoción al trabajo con exclusión del placer y que se relacionan con otras personas de manera seria, formal y convencional. Es frecuente encontrar una marcada preocupación por las reglas, la eficiencia y los detalles triviales sin tomar las situaciones con perspectiva más amplia.

El PET (Tomografía de Emisión de Positrones) ha permitido ubicar las áreas cerebrales que son hiperactivas y que consumen mucha azúcar. En especial, dos zonas específicas: la corteza prefrontal y el núcleo caudado. La función normal de este núcleo es filtrar los mensajes hacia la parte frontal de la corteza que controla el pensamiento. Las fallas en el filtrado por la hiperactividad del núcleo —semejantes a una puerta abierta que quedó trabada— hacen que el pensamiento siga entrando a la corteza como un disco rayado.

También se han comprobado diversos cambios neuroquímicos y hormonales, los cuales pueden ser desencadenados por factores psíquicos o físicos. El reconocimiento de los mediadores químicos involucrados permite la utilización de fármacos específicos que regulan las zonas hiperactivas mencionadas y mejoran la sintomatología.