Monstruos de la mente Transtorno Obsesivo Compulsivo


Monstruos de la mente
Transtorno Obsesivo Compulsivo

Los obsesivos están en todas partes. El orden los domina, el miedo a la libertad los hace prisioneros de delicados rituales y rutinas estrictas. Su vida no tiene imprevisiones, temen a la sorpresa y a la espontaneidad.



María tiene más de cuarenta años, la mitad de los cuales ha sufrido de trastorno obsesivo compulsivo, también llamado TOC. "Comenzaba a ordenar cosas, ya no ordenaba para que estuviera bonito. Me ponía muy nerviosa".

En el caso de María el malestar se transformaba en angustia y para calmarla recurría a los rituales o conductas compulsivas.

María representa al grupo más numeroso y típico de personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo: aquellas que temen contaminarse el cuerpo con cualquier cosa. "Temía traspasarle enfermedades a mis seres queridos. Si había tocado algo contaminado me lavaba las manos cierta cantidad de veces y si me equivocaba repetía la acción".

Tormentosas palabras


La depresión es una consecuencia frecuente del TOC y por mucho tiempo afectó a Rogelio. Hace unos años, pedaleando intentaba escapar de su angustia. Tenía pensamientos obsesivos, palabras específicas que le molestaban, se repetían en su mente y no lo dejaban en paz. "Me di cuenta cuando empecé a ver televisión una noche y salió una palabra que no me gustó y se me pegó. Era como un flash que se me aparecía".

Así empezó el calvario de Rogelio. Todos los días aparecían palabras diferentes que le molestaban. "Era una sensación angustia terrible no poder tener respuesta para esto".


Rogelio temía confesar su problema; y como es común entre los obsesivos compulsivos, por años ocultó lo que realmente le sucedía. "Siempre me creí inteligente y me daba vergüenza decirlo, no quería parecer un tonto o loco. Creía que era una loquera y contarlo era muy difícil, aún hasta a mi señora".

En el intertanto, los que padecen de esta enfermedad buscan combatir los pensamientos intrusos. Obligado a trasnochar y sonreír, Rogelio transformó el alcohol en su "remedio". "Llegué a tomar 19 combinados diarios".


A esto se sumó la automedicación de tranquilizantes, hasta diez diarios; pero nada impidió su obsesión con las palabras. Rogelio incluso pensó en suicidarse. "Ahí fui al primer psiquiatra, pero no le conté lo de las obsesiones de inmediato, le dije que tenía depresión y angustia. Yo no comía, tomaba, yo no quería que se notara, trataba de ser una persona normal".

Con dificultad, Rogelio dejó de beber, pero las palabras siguieron perturbándolo. A través de una terapia trató de atenuar su angustia. "En los programas, cuando se me queda una palabra pegada trato de buscarle un sinónimo y ahí me quedo tranquilo".

La angustia en vida


Leslie es parte del 60% de casos con Trastorno Obsesivo Compulsivo que se manifiestan antes de los 20 años. Tenía dudas y temores obsesivos que no le permitían vivir una vida tranquila. Varios diagnósticos errados y muchas noches en vela pasaron antes de saber que lo suyo era una enfermedad. "Cuando veía algo que me producía angustia, me afligía, sentía miedo en el pecho, me sentía responsable de evitarlo".

Otro temor de Leslie, frecuente entre quienes tienen trastorno obsesivo; es transgredir las cosas que consideran sagradas. "Por ejemplo, rezaba y le decía a Dios que me fuera bien en colegio. Si no lo hacía quedaba abierta la posibilidad que me pasara algo malo y me asustaba".


A estos rituales paulatinamente se fueron adicionando otros, como los de verificación. Todas las noches Leslie iniciaba un agotador proceso, sin el cual no podía dormir. "Tenía que revisar todas las noches las llaves del gas, pues podía producirse una fuga. Después tenía que revisar las manillas de la cocina".

A causa del TOC Leslie llegó atrasada a muchos lugares, y en reiteradas ocasiones. "Por ejemplo, tenía que caminar sin pisar las líneas de la calle. Si me pasaba, tenía que hacerlo todo de nuevo", comenta.

Los especialistas coinciden en que el tratamiento óptimo para un paciente con Trastorno Obsesivo Compulsivo debe combinar el uso de fármacos y una terapia que lo enfrente al origen de sus temores.

Hace un año que María está en terapia y aunque ha logrado avances todavía tiene trabajo por hacer. "Si yo tengo miedo de tocar algo que creo que está contaminado ahora tengo que tocarlo".


Cambiar las palabras es una práctica habitual de Rogelio que le da tranquilidad. A esto se suman el uso de fármacos y sobre todo, su nieta. "Ahora tengo ganas de vivir, aunque todavía se me aparecen palabras pero ahora les pongo sinónimo".

A través de la terapia conductual, Leslie ha sobrepasado los límites de su angustia. Es lo único que le ha servido. Hoy sabe qué hacer ante un pensamiento obsesivo.