tricotilomanía . y toc

Celeste, de 25 años de edad, siempre había pensado que el suyo era un caso único. Cuando era una adolescente, sus padres la hicieron sentir como el primer ser humano capaz capaz de arrancarse los pelos de las cejas hasta que no quedara ninguno. Así estuvo hasta que cumplió los 12 años. Y lo peor no fueron las cejas: con los años se había provocado auténticas áreas de calvicie en su cabeza. Durante un año (hace ahora aproximadamente 5 años, cuando estudiaba su segundo curso en el instituto), estuvo prácticamente calva.

Siempre la había hecho gracia lo "cuerda" que la gente la consideraba. Obtenía buenas notas y logró entrar en la facultad de derecho. "Si supieran la verdad...", solía decirse a sí misma. Lo cierto es que con el peinado cuidadoso del poco pelo que todavía le quedaba, el uso hábil de pañuelos e incluso un peluquín en una ocasión, y evitando las clases de gimnasia, consiguió que nunca nadie sospechara nada en absoluto. Lo de las cejas era fácil de disimular; simplemente se pintaba unas nuevas.

El suyo era un hábito poco agradecido. Tenía lugar todos los días. Lo más común era que se sentara delante de la televisión a ver reposiciones de programas de forma distraída y se dieran cuenta en un momento dado de cómo sus dedos ya se encontraban en su pelo, revolviéndolo y seleccionando el cabello más apropiado. Una vez hallado tiraba rápidamente de él con una destreza ganada a fuerza de experiencia. El cabello cedía finamente, con raíz y todo.
Más tarde se daba cuenta de la pequeña pila de cabellos que se acumulaba en el brazo del sofá, y comprendía que llevaba tiempo ejecutando aquel mismo acto. Intentaba detenerlo pero su nerviosismo iba en aumento, y volvía a arrancarse los cabellos hasta que aquella necesidad imperiosa cedía por sí sola. En los buenos tiempos esto solía representar 10 minutos. En los malos, podía durar hasta una hora.

Nunca había sospechado que otras personas pudieran padecer el mismo hábito hasta hace un mes, cunado una tormenta repentina deshizo su laborioso peinado y puso de manifiesto grandes extensiones de cuero cabelludo libres de pelo alrededor de sus orejas. Aterrorizada por la presencia de su compañera, Sylvia, se sorprendió al oír, "¿ Tú también te los arrancas?". Tres días después, Sylvia llevó a Celeste a un grupo de autoayuda donde se encontró con otros "arrancadores de cabello", cinco mujeres y dos hombres. Durante las sesiones tenía la sensación de que escuchaba su propia vida en palabras de los demás:



Sentía que debía ser una persona horrorosa, sin ningún tipo de autocontrol. Y así me lo decían mis padres.

Las clases de gimnasia del colegio me aterrorizaban. Temía constantemente que se me cayera la peluca.

Pensaba que nadie querría casarse conmigo. Al principio, tenía miedo de mantener cualquier relación sexual real. Sabía que acabarían descubriéndome. ¿Y qué pasará si alguien se enamora de mí? ¿Cómo reaccionará cuando se de cuenta de lo que hago? Una vez tuve un novio al que le conté que los problemas de mi cabello se debían a una permanente mal realizada. Pero no podría repetir aquello durante mucho tiempo.

Creía que era el único ser humano con esa costumbre.
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Celeste presenta un hábito poco común. No puede resistir el´hábito de arrancarse su cabello. Esto ha dado lugar a una gran pérdida de pelo, tanto en su cabeza como en sus cejas.
Cuando intenta resistirse, presenta ansiedad y se rinde de forma inevitable. Parece que obtiene algún tipo de placer y de alivio tensional con esta actividad.

Estos son los rasgos característicos del trastorno del control de los impulsos conocido como tricotilomanía (DSM, pág. 637). Este caso resulta típico en el hecho de que el paciente es una mujer y el inicio se sitúa en la adolescencia.

La ausencia de un intenso placer asociado a esta actividad (como contraste al placer asociado a otros trastornos del control de los impulsos, como el juego patológico o el consumo de drogas) y la calidad intrusa de los impulsos sugieren un trastorno obsesivo compulsivo.
Sin embargo, en el trastorno obsesivo compulsivo, las compulsiones constituyen una respuesta a una obsesión o se llevan a cabo de forma estereotipada, y suelen ir dirigidas a prevenir algún tipo de acontecimiento temido.
Además, en el trastorno obsesivo compulsivo, con frecuencia las obsesiones y compulsiones no suelen limitarse a una única conducta, como sí sucede en el caso de la tricotilomanía
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